Si tienes que hacer un pitch [una presentación] para unos inversores, en internet tienes el modelo de cómo tienes que hacerlo y qué tienes que decir. Pero aquí puedes decir las cosas como te de la gana. Puedes hacerlo a tu manera", comenta Miguel Fernández, CEO de la startup dotGIS, que se dedica a crear mapas de geoposicionamiento con datos del entorno, charlando con INNOVADORES en camiseta y chanclas.
El “aquí” se refiere a la isla de Menorca, junto al mar, en lo que en otros tiempos habríamos llamado una ‘colonia de vacaciones’ y ahora un ‘resort de playa’. DotGIS es una de las 30 startups seleccionadas para participar durante un par de semanas en “la primera desaceleradora de startups del mundo” que organiza Menorca Millennials. Una startup, a su vez, que cumple la cuarta edición del singular y sorprendente evento. ¿Una ocurrencia, quizás…?
“Vine a Menorca por decisión personal. Mi mujer y yo estuvimos de vacaciones y nos dijimos ‘vamos a probar a vivir un año aquí’. Me enamoré de la isla y nuestros trabajos y negocios nos lo permitían. Yo viajaba mucho a Bruselas, era presidente de una asociación de 4.000 empresas de energías renovables, haciendo lobby -aunque en Europa no usemos esa palabra- y estaba en ese espíritu de hacer algo positivo”, relata Marcos Martín, CEO de Menorca Millennials. "Recuerdo las despedidas en el aeropuerto de Bruselas: uno se iba a Helsinki, otro a Estocolmo, a Londres… y yo, a Menorca, chicos”.
Ese fue el punto de partida para Martín. “Volando a Menorca, todos los problemas se suavizaban y, no sé si era el nivel del mar, ver el agua… la creatividad se multiplicaba. Puedes afrontar los problemas y poner soluciones a cuestiones profundas”.
Así, juntándose con otros socios “y una persona que estaba en Silicon Valley, metida en el mundo de las startups” fundaron su organización. Estudiaron “las mejores aceleradoras del mundo, las incubadoras, los venture builders y todo ese mundo que sería un marketplace de inversor y emprendedor” y echaron algo de menos: “En el momento de más valor de una compañía, que es al principio, cuando puede ofrecer un enorme beneficio a un inversor, poder parar, estar en un paraíso con poco ruido mental para hacer una revisión profunda de tu modelo de negocio, con expertos en actitud de devolver valor a la sociedad y conectados en el entorno. Has cenado con ellos… esto es como un fin de semana con amigos y el feedback que te van a dar va a ser muy honesto”, explica Martín.
El proceso iterativo debería ser “identifico el problema más profundo de mi compañía; pienso en una solución, porque estoy en un sitio creativo que me permite tener epifanías, lo valido con un experto, voy a por el siguiente problema… al final tiene que dar buen resultado. Los da buenísimos. Es gente que a lo mejor lleva años sin frenar, sin ocuparse de los verdaderos problemas, metida en el día a día… Lo llamamos el simil del barco: vas a toda vela y todo el ecosistema te dice ‘corre, corre, porque hay competencia en otro sitio del mudo’, entonces le decimos frena, tira el ancla, fondea unos días, invita a superexpertos para explicarles tu ruta. Tienes el minuto de oro, un asesoramiento específico que a lo mejor te hace virar dos grados y tu puerto final cambiará. Será mucho mejor”.
La propia startup Menorca Millennials tuvo su ‘momento barco’. Llamarla desaceleradora “fue absolutamente casual”, cuenta Martín. “Teníamos que ponerle un título. El primer año lo llamamos ‘cuarentena’. Justo era el momento del ébola. No funcionaba. Probamos la palabra ‘desaceleradora’ en un evento en Madrid y, al hacer el pitch, se abrieron tanto los ojos que no hubo dudas. Ahora cuando voy a hablar con alguien en cualquier lugar del mundo y digo que somos la primera desaceleradora, gano cinco minutos más de atención”.
Claro que pueden parecer unas vacaciones encubiertas: dos semanas en la playa, reuniéndose con informalidad, bajo unos toldos y con los pies descalzos, que es requisito obligado para entrar al ‘patio desacelerador’, donde la gente se acomoda por el suelo en almohadones para escuchar las conferencias de los ‘experience makers’ o mantener reuniones 'uno contra uno', con asesores o inversores. Las startups pagan entre 1.000 y 5.000 euros (“tenemos algunas becas y algunos les invita un patrocinador”, aclara Martín) y los inversores pagan 1.500.
Algunos participantes confiesan que se motivación principal es ver y escuchar en persona al ‘serial entrepeneur’ Martín Varsavsky, uno de los patrocinadores que ofrece un paseo en bicicleta y una charla en su propia casa, a pocos kilómetros de la cala. Otros van pensando en ‘cazar’ un inversor que crea en su idea.
“Las tres cosas que aporta una desaceleradora de startups son: revisión de modelo de negocio con expertos, en una situación de confianza; validación del equipo, análisis de los pros y contras que le vemos, que lo llamamos ‘human due dilligence’, de forma profunda y profesional; y la comunidad, la pertenencia a la familia. La gente conecta a nivel muy humano”, subraya Martín.
El proceso en la isla
Hay experiencias de acercamiento humano, como salir a remar al mar, o trabajos en colaboración como un concurso de paellas (en casa de Manel Adell, ex CEO de Desigual), mezclando a los miembros de diferentes startups (habitualmente hay dos personas, CEO y CTO), que han de ser la comida del día. “Y el último día vienen los ‘alumni’, los que ya han estado en ediciones anteriores y, después de estos días de tanta cercanía, les dicen ‘no estéis tristes, que esto no se acaba aquí’. Los ‘alumni’ forman comunidad. Es muy ágil y colabora muchísimo. Estamos en contacto por Slack, Whatsapp un grupo de Facebook… A lo largo del año tenemos un roadshow con algunos eventos y nos reunimos a cenar”.
El proceso que siguen los participantes en la desaceleradora sigue tres fases: la primera es superar los filtros para entrar en Menorca Millennials. “Vienen con una incógnita muy grande, porque vienen inversores o alguna persona muy clave a la que quieren conocer. Buscan el minuto de oro o la inversión. Les avisamos de que el ‘minuto de oro’ el mejor consejo no sabemos dónde va a estar. Hay que ser abiertos. Vienen muy aislados pensando en ‘ganar la competición’ y es lo primero que les decimos: esto no es competir, es colaboración. Y ahí es donde les cambia la cara”.
En la segunda fase “analizan los modelos de negocio, con los experience makers”. Y en la tercera llegan los inversores, que se reúnen individualmente con las startups. “Vienen 20 o 25. idealmente tendría que ser unos cien para que todos pudieran ser ‘fondeados’ [financiados]. Ojalá pudiera conseguir financiación una de cada dos, hasta ahora son un 43%”.
Para la selección, este año se ha pedido a las candidaturas cumplir alguno de los 17 objetivos de sostenibilidad de Naciones Unidas. “Se trata de ‘hacer bien’. Les preguntamos ¿estás haciendo un planeta mejor con tu producto o servicio? Si dice que sí, la aceptamos; si es que no le damos las gracias. La segunda pregunta es en cuál de los objetivos está trabajando y cómo”.
“Ahora queremos escalar, hacer desaceleradoras en más sitios. Idealmente una por cada región económica para atraer más talento. Todos los años tenemos entre 300 y 400 aplicaciones. Este año de 70 países. Pero aunque en el proceso de selección participan 60 personas muy expertas de todo el mundo, al final el 70% de las seleccionadas son europeas. Todos los años. El factor de la distancia afecta y hay un factor cultural, porque estamos en Europa. Y ayuda el espacio Schengen. Pero tenemos una empresa de Madagascar y otra de Chile”, concluye Martín.