Seguro que han visto su logo en esos largos viajes por carretera. También en muchas de las principales competiciones del motor. Y a buen seguro en los rankings de las principales compañías mundiales del sector energético. No en vano, estamos ante una de las mayores petroleras del mundo -junto a BP, ExxonMobil y Total- y una de las referencias del sector en Europa. Aunque quizás esa definición como petrolera se quede un poco corta ante lo que esta multinacional, de nombre Shell y con sello holandés, representa en la cambiante industria de la movilidad.
"Estamos haciendo muchísima innovación tanto en nuevos conceptos de movilidad como en la electrificación de ésta, dos zonas que están muy conectadas entre sí y también con nuestras áreas de negocio convencionales", explica a INNOVADORES Harry Brekelmans, director de Tecnología y Proyectos de Shell. Y es que, en lugar de atarse a su parcela de dominio en el mercado de los combustibles fósiles (amenazados ahora no solo por sus limitaciones naturales, sino también por los criterios medioambientales y de eficiencia), la compañía decidió hace años poner pies en polvorosa y apostar por nuevas fuentes de energía que cumplieran con lo que los consumidores -y gobiernos- reclaman en la actualidad.
Una de estas propuestas diferenciales pasa por el negocio del gas. «Estamos mejorando mucho lo que hacemos con el gas licuado para asegurarnos de que los vehículos que lo usan sean más eficientes y que tanto la transformación como la transferencia del gas a combustible líquido sea lo más limpio y económico posible», añade el ejecutivo. A ello podemos unir el trabajo que Shell está desarrollando en una parcela tan disruptiva como la del hidrógeno, hoy por hoy una alternativa desconocida por el gran público.
"Hace unos 15 años abrimos nuestras primeras cuatro estaciones de hidrógeno, en cierto modo nos adelantamos mucho a nuestro tiempo porque había muy pocos clientes interesados. En cambio ahora esto ha cambiado, y ya estamos involucrados en grandes implantaciones del hidrógeno en proyectos de movilidad en Alemania, por ejemplo, donde nuestro objetivo es que haya al menos 400 estaciones de servicio con esta oferta. Y esta es solo la primera piedra de una idea a más gran escala para producir y distribuir hidrógeno en todo el mundo", adelanta Brekelmans.
"No es una tecnología nueva, pero ahora es el momento en que el hidrógeno va a ser relevante. Creo que hay aplicaciones interesantes en el transporte marítimo y el transporte pesado. De hecho, la electrificación que estamos viviendo del vehículo ligero no es tan sencilla de llevar a los camiones o autobuses, con lo que es probable que una parte significativa de ellos se pase antes al hidrógeno que a la electricidad".
Brekelmans, quien comenzó su carrera en el departamento de I+D de Shell antes de ocupar diversas responsabilidades en la región rusa de la multinacional, tampoco olvida en su hoja de ruta la importancia de los biocombustibles como propuesta diferencial más inmediata y sencilla a la gasolina y el diésel de toda la vida. "Somos uno de los principales actores del mundo en biocombustibles producidos con caña de azúcar, principalmente para la generación de etanol de primera generación. Pero ya estamos trabajando con un socio brasileño en la creación de etanol de segunda generación a partir de residuos agrícolas. De este modo, no estamos consumiendo el producto de primera necesidad, sino desechos que son reciclados y aprovechados para la movilidad", explica Harry.
"El objetivo ahora es expandirlo a mayor escala, ya que Brasil tiene un marco regulatorio muy favorable al etanol, pero tenemos que llevarlo a todo el mundo. Por ejemplo, tenemos un proyecto del que estoy personalmente muy orgulloso en la India, donde hemos construido una prueba piloto para aprovechar esta clase de desperdicios, aunque la intención es que podamos también reciclar los residuos domésticos en combustibles limpios que utilizar en nuestros coches, solucionando así dos problemas de una sola tacada».
Gas, hidrógeno y biocombustibles: tres soluciones diferentes a un mismo desafío dual y global, el de nuevas formas de movernos sin contaminar el planeta. Y en este planteamiento no podía faltar la joya de la corona del momento, el vehículo eléctrico. Para Shell, esta fórmula no solo no es competencia de su negocio de petróleo al uso, sino una nueva oportunidad de negocio que están aprovechando a todo viento. "La electrificación es un área en la que estamos realmente interesados y participamos actualmente en uno de los mayores proyectos de energía eólica en los Países Bajos y tenemos negocio eólico en Estados Unidos. También allí estamos comenzando con los primeros trabajos en energía solar".
Por si no fuera suficiente con el cambio de modelo energético, esta multinacional está además investigando propuestas para captura de carbono ("tenemos algunos centros de este tipo en Canadá y Australia") o para el almacenamiento de energía en baterías, "no tanto para fabricar los dispositivos, pero sí para adaptar nuestra red y nuestra estrategia de negocio a lo que se vaya viendo".
Innovar también en gasolina
Shell no olvida que el core se su negocio -con ganancias de 10.468 millones de euros en 2017- sigue viniendo del petróleo, pero trabaja para que sus gasolinas y diéseles incorporen innovación para ser "más eficientes, limpios no solo en emisiones de CO2, sino también de NOx y otras partículas, además de ofrecer un mayor rendimiento para el coche", afirma Brekelmans.