Dentro de la revolución que está viviendo el sector financiero, los cambios en los medios de pago son quizás la capa más tangible y que mayor impacto tiene en nuestra vida cotidiana. Un terreno de juego donde bancos, usuarios y proveedores tratan de vislumbrar un camino que parece tener como parada final el pago móvil, ya sea con smartphones o wearables.

En este dinámico contexto, Mastercard ha celebrado una nueva edición del Innovation Forum. Evento en el que Paloma Real, directora general de la compañía, ha resaltado que "el mercado está plagado de retos, pero también de oportunidades" conforme se vayan consolidando los pagos electrónicos en la sociedad.

Un cambio de paradigma en el que España tiene, en opinión de la directiva, mucho que decir: "Tenemos todos los ingredientes para liderar esta transición del efectivo a los pagos electrónicos y móviles. Tenemos una muy buena infraestructura, empresas capaces de sacar valor de estas soluciones y consumidores con muchas ganas de probar estas tecnologías". Juicio compartido por la presidenta de Mastercard para Europa Occidental, Eimear Creaven, quien añade que "el análisis de datos y la biometría serán claves, junto a la regulación, para el cambio de hábitos en los consumidores".

Disonancia en España

Los comentarios de las ejecutivas de Mastercard no se escudan en una impresión personal, sino que están respaldados por una encuesta realizada por la propia empresa en 10 ciudades españolas. De acuerdo a este estudio, siete de cada diez personas prefieren el pago electrónico sobre el efectivo, pero los datos oficiales del Banco de España todavía señalan un uso masivo del efectivo, especialmente en compras en pequeños establecimientos. Queda constancia por tanto de una importante disonancia entre ese deseo y la realidad. 

Máxime si desglosamos los datos por las preferencias concretas de medios de pago de los españoles: el 40% de los consumidores querría pagar con tarjetas tradicionales, pero todavía hay un 28,7% que optaría por el efectivo en sus compras del día a día. Las tarjetas contactless se auparían a la tercera plaza de esta selección (25,8%), por encima del pago móvil (3%) o el pago online (1,5%).

¿Cuál es la causa de que sigamos usando el efectivo por encima de los pagos electrónicos, pese a reconocer nuestra preferencia por estos últimos? "Existe todavía una barrera cultural y una falta de concienciación. Muchas personas siguen creyendo que el efectivo es el medio más aceptado y algunos establecimientos todavía se niegan a aceptar pagos con tarjeta porque creen que las comisiones son muy altas, cuando están reguladas por ley desde 2007 y están cayendo fruto de la competencia entre los bancos", explica Alberto López, responsable de pagos digitales e innovación para España y Portugal en Mastercard. "Estamos trabajando en reducir este gap, que se produce especialmente en compras de pequeño importe, como las máquinas de vending, el transporte o los bares".

Así lo refleja precisamente el estudio, con una diferencia entre la percepción de uso de medios electrónicos y la realidad que supera el 50%. En el lado de los sectores donde el uso de tarjetas o pagos móviles se acerca más a lo cierto encontraríamos restaurantes, cines o comercios minoristas.

Pese a todo, España está en una posición privilegiada para romper con estas limitaciones y seguir el paso de Dinamarca o Suecia en la eliminación del efectivo como opción por defecto. "Somos uno de los países con mejores infraestructuras en este sentido, con más del 90% de los terminales de punto de venta aptos para pagos contactless. Las nuevas generaciones, además, vienen exigiendo estas nuevas modalidades, porque se sienten más cómodos y seguros si pagan desde el móvil que con efectivo o tarjetas", concluye López.

Cultivar la costumbre

Para salvar todos los incovenientes de pagar con medios de pago electrónicos en esta última milla, Mastercard está trabajando en algunas iniciativas innovadoras que abarcan desde el cobro de salarios en economía colaborativa hasta poder comprar una lata de Coca-Cola en el Metro. 

Así pues, en el MIF 2018 hemos podido ver una plasmación de la oficina bancaria del futuro, donde la interacción del cliente no es con un trabajador de carne y hueso, sino con un sistema de realidad virtual y tecnología OCR para el reconocimiento automático de documentos. También se ha podido probar de primera mano la aplicación que los conductores de Uber emplean en EEUU para recuperar el saldo de sus trayectos en cualquier momento, ya sea ingresándolo en su cuenta bancaria o añadiendo el dinero a su tarjeta de crédito preferida.

Quizás los proyectos más llamativos son los que tienen que ver con el mundo del retail, donde Mastercard propone máquinas de vending compatibles con el pago móvil que cargan el coste a través del terminal del usuario, en lugar de emplear complejos y caros TPV en el interior de la máquina (alrededor de 200 euros, difíciles de compensar vendiendo cafés de 40 céntimos). O su escaparate virtual, un concepto ya muy manido en el sector, pero que permite pagar con cualquier wearable con NFC directamente en el espejo para recoger, con toda la comodidad, el pedido en la entrada del establecimiento.

Entre las ideas presentadas por esta compañía no faltan referencias a la seguridad en los pagos digitales, con un gran protagonista: la biometría. A la ya consabida tarjeta de crédito con lector de huellas dactilares, Mastercard suma este curso una decidida apuesta por la biometría del comportamiento, la cual permite detectar patrones en el uso de los consumidores de sus dispositivos móviles o PC. De este modo se puede evitar el phishing al identificar a cualquier extraño que trate de hacer uso de nuestras credenciales, así como a todo tipo de bots

La desigualdad como enfermedad

 Durante el Mastercard Innovation Forum tuvimos ocasión de escuchar a Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía. En una sesión magistral de más de una hora de duración, el experto resaltó la creciente desigualdad económica en todo el mundo, con Estados Unidos como triste estandarte. 

rn"Antes había la teoría de que el crecimiento económico beneficiaba a toda la sociedad. Pero en los últimos cuarenta años, esa regla se ha roto y los ingresos del 90% más pobre no han variado prácticamente. En España, por ejemplo, los niveles son los mismos que cuando Franco instauró el régimen", explicó el economista.

rn"El mundo se ha vuelto mucho más eficiente en lograr esta desigualdad, que no ha sido siempre así ni es algo intrínseco al capitalismo", continuó Stiglitz. "Tampoco tiene que ver con la productividad, que ha seguido en aumento durante todo este tiempo. Y esto tiene implicaciones en muchos otros aspectos, como la esperanza de vida, que lleva siete años de caída en Estados Unidos. Lo curioso es que no ha habido nuevas dolencias: solo hay una enfermedad y es la desigualdad".

rnPero lo peor, en opinión de Joseph Stiglitz, podría estar por llegar: "La inteligencia artificial y las TIC exacerbarán las tendencias y la desigualdad, salvo que hagamos políticas al respecto. Existe un gran potencial pero también puede ser fuente de muchos problemas. La pregunta es si seremos capaces de gestionar la tecnología para generar progreso".