Matemático, filósofo e investigador, Javier Echeverría ha compatibilizado periodos como profesor de universidad y como investigador y director del Instituto de Filosofía del CSIC. Hoy investiga en Ikerbasque (Fundación Vasca de Ciencia) y colabora en Sinnergiak, Centro de Innovación Social del Universidad del País Vasco. Las investigaciones de Echeverría se centran en la filosofía de la innovación y en temas como las tecnopersonas o el problema de la heterociencia.
En la introducción de su último libro, El Arte de Innovar, Echeverría afirma que la innovación es aún más compleja que la invención y que, por ello, hoy en día se confunde a menudo lo que es ‘novedad’ con lo que es ‘innovación’. Comienza aclarando que "acepto plenamente la distinción entre invención e innovación de Schumpeter. La innovación es más compleja que la invención en varios sentidos. El fundamental es que no hay innovación sin difusión social".
La innovación ha de ser aceptada por la gente. "Primero, ha tenido que ser difundida. Y eso puede fracasar. Una innovación jamás es eterna ya que va a ser superada, a su vez, por otra innovación, porque en eso consiste la economía de la innovación", explica.
La invención no requiere la difusión. "Hay grandes inventores como, por ejemplo, el de la máquina analítica, Babbage, o como Ada Lovelace Byron que inventó el primer algoritmo destinado a ser procesado por una máquina. Ambos fracasaron en que sus inventos llegasen a innovación". O Tesla… y, en cambio, Edison triunfó comercialmente. "En España hemos tenido grandes inventores, pero no han sido innovadores. La causa es que no ha habido un aparato industrial, institucional, mediático o de difusión comercial que haya apoyado a los inventores. Ese es un defecto estructural que aún tenemos. La invención ha de ser desarrollada tecnológicamente y ‘fabricada en serie’. Pero luego tiene que ser aceptada por parte de la sociedad".
Otra de las características conceptuales de la innovación, según Echevarría, es que se distingue de la ‘novedad’, "porque la innovación transforma. Las novedades no transforman, para nada. Todos los días hay un día nuevo. Pero innovaciones hay muy pocas porque, si a uno le sucede una innovación, le transforma, le cambia la vida". Esa es la tesis fuerte del libro. "Las empresas fabrican novedades continuamente. Y la publicidad no digamos. Pero son muy muy escasos los momentos publicitarios que han transformado la historia de la publicidad", afirma.
En la naturaleza
Echeverría afirma en su libro que la innovación no es solo algo hecho por personas, ya que existe en la naturaleza y también en los macrocosmos y microcosmos. Innovar no es un atributo exclusivamente humano. "Es algo humano, pero no sólo humano. En general, es algo vinculado a la vida, entendida en el sentido evolucionista y darwinista". Es algo que produce cambio y, al cambiar, "transforma el entorno en el que ha surgido esa novedad. Y no solo produces bienes. También puede producir males. Un mal puede ser tremendamente innovador, algo bastante inaceptable en la ‘bienpensancia’ actual sobre innovación. El cambio climático, por ejemplo, es fuertemente innovador. La propia desaparición de la especie humana podría ser algo altamente innovador para otras especies que saldrían beneficiadas".
Y en cuanto a su propósito, Echeverría señala que "las innovaciones no tienen que ser ‘intencionales’. Se supone que hay personas que tienen la intención, la voluntad de innovar, mientras que en la naturaleza las innovaciones surgen por variación aleatoria. Son mutaciones, por ejemplo, en la biosfera. También las hay en el lenguaje. Cuando las empresas hacen marketing también pueden inventar términos para vender sus nuevos productos. Así producen innovaciones semiológicas o lingüísticas, Apple es un buen ejemplo de ello. Tan importante es innovar en el lenguaje y los signos, como en el dispositivo, en la tecnología o en la máquina".
Sobre si innovar es un acto creativo individual o puede ser una acción colectiva, Echeverría señala que «no se había estudiado todavía a los movimientos sociales como agentes innovadores, capaces de generar nuevas formas de innovación», porque los científicos de la dicen «que hay que estudiar las innovaciones que generan las organizaciones porque son replicables».
Tiene que haber promiscuidad intelectual en la innovación. "El mercado de la innovación ha crecido mucho. Si alguien que ha hecho una innovación, pero no lo hace bien en cuanto a su diseño o su promoción y no divulga, fracasará absolutamente. Hay muchos ejemplos en la historia de la innovación por errores de estrategia publicitaria. En el sector de videojuegos, de gran éxito y altamente innovador, trabajan artistas, historiadores de las religiones, antropólogos, lingüistas. Y esto es así en Silicon Valley y otros polos de innovación de la vanguardia global".
Arte y máquinas
Sobre si el proceso de innovar está más cerca de un arte creativo e intuitivo, o de una ciencia rigurosa basada en evidencias, explica que "el arte de innovar es plural: la innovación tecnológica, la empresarial, de business school, la militar, la social, la biológica, la cultural. Por ahora, ciencias de innovar no hay. Insinúo en el libro que pudiera haberlas. Yo las llamo ‘innología’».
Según Echeverría, "la propuesta de Von Hippel fue la que me atrajo a estudiar en profundidad la innovación, afirma que innovan los ‘usuarios expertos’ / early adopters». Fueron los usuarios la base del éxito tecnológico inicial de Apple, pero ahora, tras convertirse en un gigante, los ha abandonado. "Una gran empresa, una vez consolidada, abandona a los early adopters. Pero, frente a ella, estará surgiendo otra con early adopters nuevos, que dentro de 10 años se la llevarán por delante. Se la van a comer, sin duda».
Chesbrough cuenta algo parecido a lo que podría estar pasando con Apple, en relación a Xerox y a su Xerox Park, cuyas innovadoras ideas acabaron siendo un motor para la Era del PC que aprovecharon, tanto Bill Gates para crear Microsoft, como Steve Jobs para generar el Mac.
Es un hecho que estamos en plena explosión de la inteligencia artificial y de sus encarnaciones algorítmicas. Pero ¿podrían las máquinas innovar? "Las máquinas de software no innovan", responde. "En todo caso, lo harán las empresas que utilizan esas máquinas de software. La teoría actual de la innovación usa como herramienta fundamental la estadística. Pero no es la estadística la que innova, en absoluto, aunque sí es un buen instrumento para medir la innovación".
Como los que usan ya los físicos. "Efectivamente, como los que usan los físicos para ver si hay una nueva galaxia. Una nueva galaxia es una innovación, por cierto", concluye Echeverría.