Banca, telecomunicaciones, automoción e industria. Son sectores muy dispares en los que el año ha empezado con malas noticias para los trabajadores al anunciar tres grandes compañías (CaixaBank, Vodafone, Ford y Alcoa) sendos planes de regulación de empleo. Un denominador común en estos procesos es el papel de la transformación digital en la estrategia de estas grandes corporaciones.
La pasada semana la dirección de CaixaBank y los sindicatos iniciaron la negociación de un Expediente de Regulación de Empleo (ERE) que contempla una reducción del 18% de la red de oficinas y podría implicar un ajuste de plantilla de alrededor de 2.000 empleados, según las estimaciones de los sindicatos.
El nuevo Plan Estratégico 2019-2021 tiene el objetivo de desarrollar sus servicios digitales a través del modelo de atención ‘inTouch’ (atención virtual y en remoto), así como transformar su red de sucursales priorizando la nueva tipología ‘store’, que son aquellas oficinas de asesoramiento urbanas.
En la actualidad, CaixaBank cuenta con 285 ‘stores’ -denominación que recuerda a las grandes tecnológicas- y quiere llegar a las 600. Para lograrlo, uno de sus proyectos es integrar en una única oficina, de mayor tamaño y con más servicios y ampliación de horario, las pequeñas sucursales urbanas. Esta medida supondrá un recorte de personal.
En los últimos años, los avances tecnológicos están provocando un cambio de enfoque en el sector financiero, de hecho, la banca está invirtiendo en tecnología fintech, sobre todo en áreas como la gestión del riesgo y la automatización de procesos gracias al uso de algoritmos.
En definitiva, el sector está apostando cada vez por un modelo open banking ante el incremento de las APIs financieras y la aprobación de la PSD2: la banca se tiene que abrir a proveedores terceros que van a ofrecer servicios financieros con los datos de la banca.
Del sector financiero damos el salto al de la automoción, en el que Ford ha anunciado medidas en sus plantas europeas con el fin de reducir costes laborales para volver a ser rentable y competitivo en el viejo continente. Hace algo más de un mes, el director de Fabricación de Ford España, Dionisio Campos, aseguraba en una conferencia sobre los desafíos éticos para la empresa en un mundo digital la transición hacia el coche híbrido y eléctrico “conlleva cambios y ajustes”.
El reto, subraya Campos, era aprovechar la información, el conocimiento y los datos. “Siempre ha habido datos, pero no siempre los hemos aprovechado”. “Con los sistemas de innovación y los datos podemos llegar a la fábrica inteligente, que piense”. Esto supone una transformación de las plantas hacia la industria 4.0. “Dentro de 10 años los productos que fabricamos hoy tendrán un 30% menos de coste de producción y llegarán al usuario con menor precio”.
Los cambios estratégicos en la automoción están llegando de la mano de la implantación en las fábricas de tecnologías como los robots colaborativos, cada vez más habituales en las cadenas de montaje. Unas cadenas que se caracterizan por el incremento de la automatización en sus procesos, a través de tecnologías como la inteligencia artificial. Y a esto hay que añadir la competencia de países como China, y no solo por unos productos más baratos, sino que están despuntando en la transformación tecnológica de sus fábricas.
Entre los sectores industriales también está el caso de Alcoa, la multinacional estadounidense de alumnio que ha anunciado el despido de dos tercios de la plantilla de sus plantas de Avilés y A Coruña. Detrás de estas medidas parece estar la guerra arancelaria abierta entre EEUU y China.
“Las últimas acciones entre EEUU y China no son tanto una guerra comercial como una guerra por quién va a ser el líder mundial de la innovación en el siglo XXI”, aseguraba hace unos meses a Innovadores el científico español Javier García. “No va de acero o paneles solares o aluminio; sino de patentes, coches eléctricos e inteligencia artificial”.
Por último, el sector tecnológico tiene como protagonista a Vodafone, que ha anunciado un proceso de despidos colectivos, que afectará a uno de cada cuatro trabajadores. En una carta de la compañía a su plantilla, se asegura que cerca del 50 % de las altas brutas están asociadas con ofertas de bajo y medio coste, lo que obliga a tener una estructura de costes preparada para competir “con éxito” en todos los segmentos.
La empresa reconoce que no es un problema de poca demanda, sino de “fuertes presiones” porque los servicios siguen creciendo “de forma exponencial”, pero no lo hacen del mismo modo los precios. Por ello, incide en que el ajuste de plantilla responde a un “amplio plan de transformación” para adaptar a la realidad y seguir siendo competitivos.