Transformar en la propia granja las deyecciones ganaderas en biofertilizantes es el objetivo de la empresa turolense Fertinagro, que ha desarrollado un proceso para obtener un abono compensado y de calidad a partir del purín.

La empresa de nutrición vegetal participa junto a otras 22 instituciones en el programa Fertimanure de la Unión Europea, dotado con 8,5 millones de euros y coordinado por el Centro Tecnológico BETA de la Universidad de Vic, con el fin de buscar una solución sostenible al gran problema de las deyecciones ganaderas en Europa.

En la actualidad, la mala gestión de los purines, la dificultad para su manejo y transporte y la alta concentración de explotaciones en regiones sin suficiente terreno próximo para aprovecharlo como abono provoca la emisión de gases de efecto invernadero y la contaminación tanto de suelos como de aguas superficiales y subterráneas.

El proyecto europeo, basado en la economía circular, se centra en las cinco zonas que generan el 75 % de todas las deyecciones ganaderas de la Unión Europea: España, Bélgica, Holanda, Francia y Alemania.

El punto clave de la propuesta de Fertinagro, explica a Efe el subdirector de I+D+i de la empresa, Ignasi Salaet, es que las plantas para tratar los purines estarán en la propia instalación ganadera o cerca de ella, de forma que el agricultor pueda obtener de su propia materia prima un fertilizante, tan apto para el autoconsumo como para la venta.

Así, se trata de paliar uno de los principales problemas del purín, un fertilizante pobre (aproximadamente un 90 % de su composición es agua), que no resulta rentable si hay que transportarlo muy lejos.

Y la rentabilidad se plantea también desde el punto de vista del proceso. Normalmente en el purín se separan por un lado los fertilizantes y por otro el agua y otros materiales orgánicos.

Pero desde la empresa de origen turolense plantean una propuesta tecnológica diferente: "Nos centramos en ver qué problemas puede generar el purín y modificarlo, pero sin separar, algo que reduce los costes del tratamiento y permite aprovechar el agua".

En el proyecto también se tiene en cuenta que no todas las plantas requieren la misma cantidad de cada nutriente, por lo que se asesora al agricultor para producir un fertilizante "a la carta" dependiendo de su cultivo.

"Por ejemplo, el purín es muy pobre en potasio, uno de los nutrientes que necesita el cereal, y si fertilizas ese campo con purín va a tener una carencia", ilustra el responsable en Fertinagro de la participación en el programa europeo.

Otro de los escollos del estiércol es que se trata de un producto que viene del engorde de animales de granja y, por lo tanto, puede contener determinadas sustancias que se utilizan en su cría, como antibióticos o restos de metales como el cobre o el zinc presentes en los piensos.

Aplicado en grandes dosis a las plantas y a los microorganismos pueden ser tóxicos, por lo que durante el proceso de creación del biofertilizante se compensa el purín con determinadas sustancias que "secuestran" estos tóxicos.

Pero las particularidades del uso del estiércol no acaban aquí. En algunos cultivos el purín se aplica demasiado pronto, cuando todavía no existe demanda de nutrientes, ya que más tarde no es posible que el agricultor acceda al campo.

"Algunos elementos como el fósforo son poco móviles, se quedan en el suelo y no pasa nada. Pero otros, como el nitrógeno, son muy reactivos y generan problemas ambientales", matiza el investigador sobre esta volatilización.

Acabar con este problema pasa por una de las novedades más importantes de la propuesta: abonar el campo mediante fertirriego, es decir, mezclando el purín tratado en el agua de riego.

Generalmente los purines se utilizan en cereal de secano, pero esta tecnología de fertirrigación podría abrir la puerta a otros cultivos como los frutales de hueso, los hortícolas y el maíz. 

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