India y Pakistán sufrieron este pasado verano temperaturas que superaron los 45 ºC durante tres semanas. Antes, la capital india, Nueva Delhi, registró un récord histórico de temperaturas: 48 ºC el 10 de junio, en una de las peores canículas del país. El calor extremo dejó decenas de muertos.
En todo el mundo unos 500 millones de personas viven en zonas afectadas por la desertificación. Muchas de ellas buscan mejores condiciones de vida abandonando sus países, convertidas en refugiadas climáticas.
Mujeres, hombres y niños huyen de la sequía, las inundaciones, los huracanes o la hambruna en diferentes partes del mundo. En esas migraciones, la discriminación hacia las mujeres se exacerba.
“Las migrantes climáticas se enfrentan al aumento de las diferentes formas de violencia machista, como una mayor incidencia de matrimonios infantiles forzados, mutilación genital, violencia intrafamiliar y menor acceso a la educación y a los sistemas de salud pública”, señala el informe presentado la semana pasada Perspectiva de género en las migraciones climáticas de la Fundación Ecología y Desarrollo (ECODES) y dirigido por Beatriz Felipe Pérez, investigadora en la Universidad Rovira i Virgili.
El cambio climático relega a mujeres y niñas a un segundo plano en la toma de decisiones y en la recepción de ayudas y beneficios. Ellas se convierten en las más vulnerables de las consecuencias de la emergencia climática y, a pesar de todo, siguen siendo las responsables de los cuidados de terceros.
Cómo se adaptan a la crisis climática
“Las mujeres a menudo son homogeneizadas, ya sea como víctimas o como heroínas. Sin embargo, no son un grupo homogéneo y sus experiencias de vulnerabilidad y capacidad de adaptación están determinadas por las relaciones sociales en las que están integradas, incluso con los hombres, que a menudo median su acceso a recursos y oportunidades”, apunta a Sinc Nitya Rao, científica en la Universidad de East Anglia (Reino Unido) y autora principal de un estudio que se difunde hoy, en el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.
El trabajo, publicado en Nature Climate Change, ha analizado por primera vez la capacidad de las mujeres para adaptarse eficazmente al cambio climático y revela que la migración masculina y las malas condiciones laborales de las mujeres, combinadas con la pobreza y el fracaso institucional, obstaculizan y limitan su capacidad de adaptación, sobre todo en Asia y África.
“Ya sabíamos que la pobreza afecta negativamente la capacidad de adaptación de las personas, pero lo más sorprendente fue el papel de las instituciones sociales en todos los niveles, desde el hogar y la comunidad hasta los mercados y los estados, y cómo las reglas y normas que establecen se combinan entre sí para permitir u obstaculizar la capacidad de la mujer”, recalca Rao.
Mujer en África
Los investigadores de India, Nepal, Pakistán, Sudáfrica y Reino Unido examinaron 25 casos concretos en Asia (India, Nepal, Pakistán, Bangladesh, Tayikistán) y África (Kenia, Ghana, Namibia, Malí, Etiopía, Senegal) en regiones semiáridas, montañosas y en cuencas fluviales, centrándose en el papel de las normas del hogar (la relación entre hombres y mujeres), la movilidad, los vínculos de parentesco, las condiciones de trabajo y la protección social.
“Incluso cuando las normas del hogar son de apoyo en contextos de estrés ambiental, la combinación de factores laborales e institucionales limitan a las mujeres”, dice la experta.
La doble carga de las mujeres
A pesar de sus esfuerzos, los hombres no siempre contribuyen lo suficiente a la supervivencia del hogar, e incluso cuando lo logran, durante su ausencia dejan a las mujeres con una doble carga de trabajo productivo y reproductivo. Las más desfavorecidas son las más jóvenes, con menor nivel de estudios y las que pertenecen a clases sociales más bajas, o castas y étnicas marginales.
“Esta división del trabajo por género es clave para nuestro enfoque en las mujeres, ya que para habilitar sus capacidades de adaptación es importante proporcionar apoyo social e institucional para aliviarlas de algunas de sus cargas de trabajo doméstico, ya sea mediante el suministro de agua potable y energía limpia, o servicios de cuidado y salud infantil”, asegura a Sinc la investigadora británica.
Durante la ausencia de los hombres, las mujeres se encuentran sin apoyo institucional y se ven enfrentadas a trabajar más duro, en peores condiciones y con salarios más bajos. Esto afecta directamente a su bienestar y a su salud.
“En cierto sentido, las mujeres tienen voz, ya que participan activamente en el mantenimiento del hogar. Sin embargo, esto no contribuye a fortalecer sus capacidades de adaptación a largo plazo o su bienestar”, añade Rao.
El informe de ECODES apunta en la misma dirección: “Es necesario reconocer y visibilizar los diferentes roles, relaciones y desigualdades entre hombres y mujeres, niños y niñas en las migraciones climáticas, tanto antes de migrar como a lo largo del proceso migratorio, incluyendo a quienes no migran porque no quieren o porque no pueden hacerlo”.
Para la investigadora Beatriz Felipe Pérez es fundamental promover la participación en la toma de decisiones de las mujeres en todos los ámbitos y niveles. “Resulta primordial que se desarrollen las acciones necesarias para promover su acceso a la información y a la tenencia de la tierra, así como reconocerlas como agentes clave y necesarios para la lucha efectiva contra el cambio climático”, manifiesta el trabajo.
Para ello, una protección social efectiva es indispensable. Iniciativas como el sistema universal de distribución pública de cereales en la India o las pensiones y las subvenciones sociales en Namibia pueden ayudar a aliviar las presiones inmediatas sobre la supervivencia. Esto crea cierto margen de maniobra, subraya el artículo en Nature Climate Change.
Los autores también señalan que estos beneficios permitirían apoyar y fortalecer las acciones colectivas en las comunidades. No obstante, se requieren inversiones para ayudar tanto a hombres y a mujeres a enfrentarse de manera efectiva a los desafíos que les acechan.