Hace cinco o seis años, las fintech apenas tenían protagonismo en la arena digital. Pero ya de aquella, algunas firmas se dieron cuenta de la revolución que se avecinaba con la entrada de nuevas compañías en un sector tan tradicionalmente encorsetado como es el financiero. Y ante esa disrupción, de competidores pero potenciales partners, hubo compañías que optaron por cerrarse en banda al avance de los tiempos. Otras, en cambio, optaron por la cooperación abierta con ellas.
Este último es el caso de Mastercard, la multinacional de los pagos, que mantiene desde hace cinco años y medio un programa -Start Path- con el que impulsar startups fintech de todo el mundo. Su máximo responsable, Ian O’Sullivan, explica a INNOVADORES que la idea "nació al reconocer que necesitábamos acercarnos a la base del sistema para identificar tendencias, cambios en la tecnología o adaptaciones de la misma que podrían afectar a nuestra industria, directa o indirectamente".
Surgió así un plan de aceleración en cuatro fases que se articula en otros cuatro meses de aceleración y ocho de ejecución de los modelos de negocio. Un abanico de innovación en el que ya se han identificado más de 200 startups de todo el globo que abarcan sectores tan diversos como las pasarelas de pago, el internet de las cosas, la ciberseguridad o la inteligencia artificial. Entre los nombres ya reconocidos que están o han estado inmersas en esta iniciativa figuran algunos como la india BharatPe, la europea Warply o la israelí Segasec, además de varios proyectos emprendedores con sello español o luso.
"Estas empresas innovadoras pueden trabajar con nosotros y nuestros clientes con el objetivo de llevar productos al mercado más rápido que si los construyéramos nosotros mismos. Porque había una brecha muy grande entre la demanda y la oferta y, por eso, decidimos cubrir ese vacío yéndonos hacia el comienzo del proceso", detalla el ejecutivo.
Como elemento diferenciador, además, sobresale el hecho de que Mastercard no solicita capital de las empresas aceleradas, aunque mantiene opciones para invertir en ellas cuando su estado de madurez sea mayor. "Nuestra intención es trabajar con las mejores empresas posible. Si se busca capital por adelantado, es muy complicado conseguir la aprobación de esas compañías para unirse virtualmente al programa. Hacemos que sea lo más fácil posible unirse, que no haya barreras. Por eso también nos enfocamos mucho en startups en estados iniciales, de manera que Start Path también tiene un alto componente educativo y formativo. Asimismo, si te unes a la iniciativa, una persona de nuestro equipo se convierte en una extensión del suyo para ayudarle a navegar en el ecosistema y a expandir su negocio en la red de Mastercard", añade O’Sullivan.
Un ‘win-win’ en toda regla con el que los clientes de Mastercard se hacen con tecnología de vanguardia en un plazo muy reducido de tiempo y con la garantía final de la multinacional de los pagos. "Tenemos ya muy buenos ejemplos en devoluciones inteligentes, soluciones logísticas para el e-commerce, herramientas de reconocimiento facial o de análisis de riesgo", concreta el directivo. "Start Path no está limitado, por tanto, ni a los pagos ni a las fintech propiamente dichas. Tan sólo el 30% de las startups que aceleramos son fintech, otras muchas están involucradas en procesos de automatización, tecnologías de aprendizaje automático, propuestas de sostenibilidad o para la mejora de la experiencia de cliente".
Ian O’Sullivan, desde su sillón al frente de Start Path, es testigo de excepción de todo este auge digital, pero también presenta una particularidad que le convierte en nexo perfecto entre el mundo de la banca tradicional y los nuevos hitos. Y es que este ejecutivo es un histórico de la banca tradicional, con experiencia en puestos de responsabilidad en entidades de prestigio como City o el Anglo Irish Bank. "Para mí es importante poder usar ambos sombreros, el de la banca y el de las startups, para poder unir las necesidades de los dos polos. Porque en definitiva también soy responsable de garantizar que nuestros bancos y miembros corporativos tengan acceso a la mejor tecnología disponible, mientras que hago que las startups entiendan las restricciones y la legalidad que afectan a esta industria", reconoce.
"Me gusta pensar que tengo una mezcla de ambos mundos, que puedo jugar con las fortalezas de los dos lados y que puedo hablar en ambos idiomas. Porque no son compatibles de inmediato, hay que tratar de casar los intereses de startups y grandes empresas y eso solo se consigue con un intermediario de confianza y con voluntad de todos los involucrados".