Las principales voces de la industria 4.0 han resonado con fuerza en este recién terminado mes de enero. En el CES de Las Vegas, primero, y en el Foro de Davos, después, fabricantes de bienes de equipo y componentes (y cada vez más de software) como Schneider Electric, ABB, Intel, Siemens o General Electric; grandes firmas de consumo como Unilever, Pepsico, Procter & Gamble o ExxonMobil; y los principales creadores de software de gestión de la talla de SAP, IBM o Salesforce han puesto en el escaparate a sus presidentes y CEO para exponer su visión estratégica del cambio de ciclo tecnológico. Ninguno de ellos aparece en la agenda de grandes ponentes del Mobile World Congress (MWC) de Barcelona 2020.
No se trata simplemente de que no acudan, sino de que no repitan. Forman parte de una larga lista de referentes de la tecnología que no estarán en un escenario que veía como natural contar, hasta el año pasado, con figuras de la talla de Mark Zuckerberg, fundador de Facebook; Satya Nadella, CEO de Microsoft; la presidenta (hasta diciembre) y CEO (hasta abril) de IBM, Ginni Rommety; o el expresidente de SAP, Bill McDermott, a quien no da el relevo ninguno de sus dos sucesores.
Sonoras ausencias de la Industria 4.0 en la sala de congresos que también serán visibles en el espacio de exposición del MWC, porque muchas de esas compañías (que lo tenían), no han contratado stand propio en esta edición. De modo que no se trata de una endemoniada coincidencia de nombres propios con problemas de agenda para participar. Asistimos a un alto estratégico.
¿Por qué? Hay motivos coyunturales, que habrá que abordar. Pero al mundo empresarial le deben interesar sobre todo las razones de fondo, que tienen que ver con el cambio de paradigma que trae el nuevo ciclo tecnológico en el que comenzaremos a sumergirnos este año y que dará sus primeros estallidos en 2021.
"El contenido del MWC ya no es nuestro foco", afirman sin circunloquios voces autorizadas de la Industria 4.0. No es que el móvil vaya a perder su centralidad en la actividad empresarial, sino que se vislumbran enormes posibilidades de negocio en otras áreas. El interés sencillamente se ha desplazado.
Las compañías con capacidad tractora se centran ahora en afinar la implantación del internet de las cosas (internet of things) en la planta de producción y en su próxima evolución hacia la inteligencia de las cosas (intelligence of things). Cosas que ya no necesitan estar conectadas directa o al menos estrictamente a la nube, sino que pueden recibir apoyo para la toma de decisiones en un nuevo modelo distribuido de procesamiento basado en el edge computing.
Los líderes de la Industria 4.0 se dan un tiempo todavía para abordar el aterrizaje de la 5G, que será el catalizador de todo este nuevo cambio de paradigma al traer consigo la economía en tiempo real (sobre la economía de plataformas... de momento). Si la industria aún no sitúa a la 5G en primer lugar en el orden de prioridades, cualquier caso de uso que conozcan en otros ámbitos, se lo aseguro, es puramente cosmético.
El asunto es que tampoco para los interesados en la 5G aplicada a los procesos industriales resulta irrenunciable participar en el MWC. Porque una de las claves en su estrategia de despliegue es que en la última milla se podrán instalar por primera vez redes públicas y privadas, de modo que los operadores de telecomunicaciones no tendrán el monopolio, y no les quedará otra que demostrar, frente al resto de proveedores industriales, por qué son, vamos a decirlo suavemente, necesarios.
De modo que el gran evento de Barcelona, visto con la perspectiva de las compañías que quieren liderar la Industria 4.0 ha perdido interés. En el sector se admite que "se ha convertido en un escaparate para operadoras de telecomunicaciones y fabricantes de terminales", que además tiene que competir en protagonismo a nivel global con las otras dos versiones del evento que ha diseñado su organizador, GSMA, en Los Ángeles (Estados Unidos) en octubre y Shanghai (China) en julio.
Por si fuera poco tiene que justificar su utilidad frente a un todopoderoso CES de Las Vegas que acapara ya buena parte de las presentaciones de producto de consumo de las grandes compañías de telecomunicaciones y móviles, y que también tiene su réplica china: CES Asia se celebrará en cinco meses.
No puede dejar de mencionarse otro asunto colateral: el peso que pueda tener, en la decisión de compañías y altos directivos de prescindir del MWC, la omnipresencia en el evento de Barcelona de Huawei, en el contexto del duro ataque que ha sufrido por parte de la Casa Blanca de Donald Trump. Forma parte de lo opinable en el sector tecnológico, de conversación en cenáculos de directivos. Es quizás el motivo coyuntural menos razonable que pudiera haberse dado. Si es que alguien ha pensado alguna vez en ello.