Tiene una dilatada trayectoria a sus espaldas, siempre con las telecomunicaciones y la conexión de las personas como bandera. Fue fundador y CEO de Campuz Mobile (adquirida por Vodafone) y Optimal Telecom (comprada a su vez por Tele2). Fue CEO de Wyatt Media Group o vicepresidente de Bertelsmann. Pero si por algo es conocido nuestro personaje de hoy, Jonas Kjellberg, es por haber sido cofundador y director general de Skype entre 2003 y 2007, el pionero de las videoconferencias en internet (ahora parte de Microsoft).
"No sé si soy una estrella, creo que tuve mucha suerte en la vida. Empecé como asistente para el CEO de una compañía de inversión muy proactiva en nuevas tecnologías y licencias de telefonía móvil. Hicimos muchas cosas sin modelos de negocio establecidos. Aún recuerdo cuando me preguntaban cuántas personas tendrían un teléfono móvil y si tenía sentido construir una red completa para ellos. Todos pensaban que estábamos locos, pero en realidad era una gran oportunidad", rememora Jonas Kjellberg a INNOVADORES. "Unos años más tarde, conocí a Niklas Zennström por otros proyectos. Yo estaba trabajando en una empresa española, Lycos, que fue un gran fracaso tras la aparición de Google. Niklas estaba inmerso en Kazaa y estaba siendo perseguido por toda la industria musical. Pero en base a esa tecnología ‘peer-to-peer’ construyó Skype. Yo tenía experiencia en la telefonía IP, pero comprobamos rápidamente que no funcionaba, por lo que estaba claro que teníamos que jugar una partida diferente, haciendo accesible un tipo de plataformas que nadie había conseguido que fuera fácil de utilizar".
Jonas Kjellberg fue parte fundamental del desarrollo de Skype, especialmente en lo que concierne a la experiencia de usuario, tan manida hoy, hasta la venta de esta startup nórdica a eBay, que ya había tratado de introducirse en este segmento sin éxito. Pero su siguiente paso, y que no hemos mencionado antes, tampoco es baladí: encontró la posibilidad de facilitar las copias de seguridad en la nube en tiempos en que el ‘cloud computing’ apenas significaba nada. "Fui el presidente de la junta de iCloud. Éramos una pequeña compañía sueca en la nube, con una tecnología muy interesante pero sin un mercado suficiente. De nuevo tuvimos suerte de que Apple nos llamara y nos permitiera llevar esta plataforma a todo el mundo". Aleatoriedad, destino o esfuerzo: parece que allá donde va este innovador finlandés llueve oro y se cambia la forma que tiene la gente de interactuar entre sí y con la propia tecnología.
La fiesta
Kjellberg, ahora reinventado a inversor (Gear Up Ventures) y profesor (Escuela de Economía de Estocolmo o la Universidad de Stanford), posee una visión extraordinariamente positiva de su trayectoria y de los caminos que le han llevado hasta su actual posición. "Podría haberlo hecho mejor o diferente, no lo sé, pero la clave está en no arrepentirse nunca de las cosas que no puedes cambiar. No podemos saber qué nos depara la historia", detalla este emprendedor durante nuestra entrevista en la pasada edición de la Oslo Innovation Week.
Jonas se define a sí mismo como alguien "que quizás no es clave en el éxito de estas empresas" pero que ha logrado formar parte de esas fiestas de la innovación y la creatividad digital. "Y además, he podido disfrutar de muchas y muy buenas fiestas" añade orgulloso. Ahora sus miras están puestas en ayudar a otros a seguir sus pasos en estas siempre complejas arenas, al mismo tiempo que da rienda suelta a su brazo inversor: "Estoy trabajando para el Boston Consulting Group desde hace tiempo, construyendo nuevas empresas y trabajando con algunas de las personas más inteligentes del mundo. Gracias a ellos veo las perspectivas de transformar realmente a grandes compañías internacionales y que se vean motivadas por la tecnología. Mi premisa es cómo desbloquear el valor en torno a la innovación y cómo salir del pensamiento cerrado en que muchas corporaciones se mueven actualmente".
Y entre estas posibilidades de nuevo cuño, la inteligencia artificial cobra un matiz extraordinario. "Ahora mismo la IA está al nivel de un niño de tres o cuatro años, en una fase que podríamos decir de mercantilización del aprendizaje automático. Pero conforme vayamos entrenando el sistema, como mejoran su técnica los músicos de orquesta, podremos ir tomando mejores decisiones y encontrando nuevos casos de uso. Ahora mismo está sucediendo lo mismo que nos pasó con Skype: tenemos gran parte de la tecnología pero no sabemos qué problemas puede resolver y cómo llevarla al común de los ciudadanos. Cuando resolvamos esa ecuación será cuando podamos hablar de inteligencia artificial propiamente dicha, aunque hay cosas como el humor humano que seguramente nunca podremos replicar", concluye Jonas Kjellberg.