María Esteban Casañas es arquitecta. Y artista. También investigadora en el prestigioso Self-Assembly Lab del MIT, donde, además, imparte clases. Ah, por cierto, acaba de fundar su propia startup.
Esta española es la personificación de la figura renacentista en la era digital: crea instalaciones interactivas que denuncian las amenazas de las nuevas tecnologías, trabaja en una técnica pionera de impresión 3D con metal líquido y ultima sus kits para que los niños aprendan a pensar como en el mayor instituto tecnológico del mundo.
Tras su paso por la Universidad de Edimburgo y la University College London, esta joven española obtuvo una beca de la Real Academia de España en Roma. Una estancia de un año en la capital italiana que abrió su mente: "Vivíamos con artistas de diferentes disciplinas: escritores, actores, directores... me dio tiempo a pensar sobre la arquitectura como disciplina artística", comenta a INNOVADORES. Una nueva visión de su área de trabajo que la llevó directamente al MIT.
Esteban consiguió una beca de La Caixa que financia dos años de estudios en el instituto tecnológico por excelencia. "Te admiten a ti y a tu proyecto", señala. Aunque al final, ha acabado desarrollando dos trabajos de investigación, ejerciendo como profesora y fundando su propia startup. Paso a paso.
El proyecto con el que llegó al MIT concibe la arquitectura como instalaciones artísticas interactivas con un fuerte componente tecnológico. La autora trata de entender cómo se están generando los set de entrenamiento de datos, preguntándose por qué incluyen prejuicios y cuál es su origen.
Un ejemplo de este enfoque se materializó en la exposición Privacy Storms, en Chicago. Con visión por computador (técnica de la inteligencia artificial, IA), Esteban creó un espacio donde los asistentes experimentaban en primera persona las consecuencias de una tecnología que descuida la privacidad.
"La idea era que el usuario se diese cuenta por sí mismo de estos peligros a través de instalaciones artísticas generadas con IA", afirma. Así, desarrolló un algoritmo (sí, Esteban también ha aprendido a escribir código) que identificaba con machine vision a los visitantes, grababa su imagen y la ponía sobre la sala en modo bucle. "Si pasabas una vez por la galería y volvías a pasar, era posible que colisionaras con tu misma imagen varias veces", indica. "Quería hablar de las tormentas de la privacidad que vivimos hoy en día".
Otra exposición, que tuvo lugar en el MIT, denunciaba el uso del lenguaje que hace la tecnología en género. La investigadora introducía fotos suyas en Google y el buscador la definía como una ‘niña’, mientras que, si ponía imágenes de amigos de su edad, el sistema los reconocía como ‘hombres’ o ‘señores’.
Esteban intentó "entender el algoritmo" en el que se basaba y trasladó esta idea a una galería, donde al visitante se le tomaba la imagen sin su consentimiento y se proyectaba en las paredes con las imágenes que Google ofrecía. El resultado: la persona sentía que estaba "fuera de su control".
Docencia e impresión 4D
Pero aquí no acaba su experiencia en el instituto tecnológico de EEUU. "Siempre me ha encantado la docencia, sabía que había oportunidades de dar clase con un profesor que me interesara", comenta. Y ella lo tenía claro: quería trabajar con Skylar Tibbits, fundador del Self-Assembly Lab MIT y conocido por ser el ‘padre’ de la impresión 4D. Esteban le escribió mostrando su interés y pronto empezó a dar clases con él; poco después, se unió a su equipo de investigación.
El laboratorio del que ahora forma parte trabaja con materiales programables y tecnologías de autoensamblaje. "Intentamos entender cómo programar un material para que reaccione de cierta manera", comenta.
En concreto, ella está involucrada en el desarrollo de una nueva técnica de impresión 3D con metal líquido. A diferencia de las tecnologías convencionales, su equipo ha logrado imprimir este compuesto en 3D directamente sobre un polvo, de forma que elimina la necesidad de fabricar también el soporte.
"Dibujamos directamente en 3D y hacemos el recorrido con la trayectoria del diseño porque no se necesitan los soportes y dejamos que se enfrié dentro", explica. "No se ha intentado antes hacerlo de esta forma".
Así consiguen producir objetos metálicos de centímetros a metros en escala. Al eliminar el proceso de posproducción (que implica cortar la base), "se ahora mucho material, es más rápido y hace que sea 100% reciclable y reutilizable", comenta. La investigadorea confía en su potencial para aplicaciones en componentes arquitectónicos o piezas parciales de aviación.
Pero como Esteban está exprimiendo al máximo su estancia en el MIT, también está descubriendo su faceta emprendedora. Su startup Elements ya ha entrado en un programa de aceleración del centro (con dotación económica incluida).
A finales de verano, espera lanzar los primeros kits para niños de entre 10 y 14 años que enseñan técnicas de diseño sin necesidad de un profesor. "Les ayudan a pensar como en el MIT". Todo es manual, nada de pantalla. Su idea es lanzar muchos kits diferentes para que cualquier chaval aprenda a abrir la mente como si se encontrase en el mismo polo de la innovación.
A su llegada a EEUU, Esteban entró en el laboratorio de biología Wyss de la Universidad de Harvard, que utiliza procesos de biología para crear nuevas soluciones en ingeniería. En concreto, trabajó durante un semestre en un proyecto que desarrollaba geles para medicina. Su aportación
rnse centró en el diseño de los moldes o la manera en la que se imprimía el producto.