El responsable de la Comisión Agroalimentaria de AseBio (Asociación Española de Bioempresas), Richard Borreani, afirma que la Unión Europea (UE) "ha perdido el tren del desarrollo de los transgénicos", y alerta de que ahora "no puede permitirse perder el de una tecnología revolucionaria como la del Crispr".
En una entrevista con Efeagro, Borreani explica que "la ciencia evoluciona" y que la herramienta de edición genética Crispr, que no existía hace una década, "no puede regularse con la normativa de hace más de 20 años de los organismos modificados genéticamente (OMG)", una tecnología que ahora lidera Estados Unidos y China.
El problema -recuerda- es la sentencia del Tribunal Europeo de Justicia de julio de 2018 que considera que la mutagénesis (mutaciones genéticas) debe regularse bajo la directiva de los OMG.
A pesar de ello, se muestra esperanzado porque "cada vez hay más voces universitarias, investigadoras y políticas que reclaman una normativa más específica para las nuevas tecnologías", porque "la biotecnología puede aportar muchísimo a la agricultura, pero ha de estar acompañada por una legislación adecuada".
Crispr son las siglas en inglés de Clustered Regularly Interspaced Short Palindromic Repeats (Repeticiones Palindrómicas Cortas Agrupadas y Regularmente Interespaciadas), una técnica que se utiliza para editar o corregir el genoma de cualquier célula cuyo nombre fue acuñado por el microbiólogo español Francisco Mojica.
"Si el agricultor europeo no puede utilizar las aplicaciones del Crispr, quizá dentro de 20 o 30 años dejará el campo y la UE tendrá que importar los alimentos desde fuera", aventura.
A su juicio, el gran Pacto Verde (Green Deal) o la estrategia de Biodiversidad de la UE, que persiguen entre otros objetivos alcanzar una agricultura y alimentación sostenible, son modelos que van en la misma dirección que el desarrollo de la biotecnología.
Como ejemplos, menciona su intención de que se reduzca el impacto de fitosanitarios y fertilizantes o de mejorar el estado de los ecosistemas acuáticos en las zonas rurales europeas, en línea con la investigación biotecnológica, que ya desarrolla plantas resistentes a las sequías o las plagas o que absorben más nitrógeno del aire.
Borreani, que es el director de Sostenibilidad de Iberia de la firma alemana Bayer Crop Science, hace suyas las palabras del secretario de Agricultura de la organización agraria UPA de que "España es el laboratorio de Europa para el cambio climático" para explicar el gran potencial de la biotecnología agroalimentaria en el país.
Biotecnología en España
De las 270 compañías biotecnológicas agrupadas en la Asociación Española de Bioempresas (AseBio), 54 están centradas en el sector agroalimentario y 71 están relacionadas de una forma u otra con sus líneas investigación; en 2018 -según la memoria 2019 de la patronal-, su inversión en I+D agroalimentario creció un 26 %.
La biotecnología agraria y alimentaria en España "es un sector muy variado y amplio" que engloba semillas, cultivos, salud animal, biofertilizantes, bioestimulantes, probióticos, prebióticos, nutrigenómica o microalgas, entre otros campos, explica Borreani.
Su investigación está orientada a la "optimización de recursos", a conseguir una "agricultura que respete el planeta" y que a la vez "cubra las necesidades de alimentos de una población mundial que para 2050 se acercará a los 10.000 millones de personas".
La FAO estima que dentro de 30 años será necesario aumentar la producción de alimentos en un 70 %, pero desde su punto de vista esta proyección "no puede pasar por reconvertir bosques en tierras agrícolas, sino por mantener la biodiversidad y aumentar la productividad por hectárea" con ayuda de la biotecnología.
"La covid-19 ha puesto el foco en el conocimiento científico y ha puesto en evidencia que el sector agrícola es estratégico", comenta el responsable de la Comisión Agroalimentaria de AseBio, que espera que algo positivo quede de ello.EFEAGRO