Noruega es el mayor productor y exportador de petróleo y gas de Europa occidental, el tercero del mundo. Desde que en 1966 se abriera el primer pozo, esta actividad ha soportado el crecimiento económico de este joven país, convertido ahora en el modelo de Estado del Bienestar.
Sin embargo, desde hace años es bien sabido en tierras nórdicas que el petróleo tiene los días contados. La propia Noruega hace años que impulsa el coche eléctrico de manera decidida -siendo el país europeo con mayor implantación de estos automóviles- y, gracias a sus imponentes recursos hídricos, la energía que se consume en el país es 99% limpia.
Obviamente eso solo explica este particular proceso de transición ecológica desde la parte del consumo. Pero, ¿cómo reemplazar el actual peso económico del petróleo y el gas? ¿Es posible que Noruega se mantenga como un referente industrial en el sector energético una vez se complete el paso a las energías limpias?
Lo cierto es que el país nórdico está dando pasos notorios en estas lides, apostando por la tecnología y las startups en el camino. Así ha quedado patente durante la Oslo Innovation Week 2021, el evento que congrega al ecosistema noruego durante una semana y que ha inaugurado el propio príncipe del país, Haakon Magnus.
Desde hace varios años, el país ha promovido la creación de startups que reimaginen la energía para un mundo sostenible. Más allá de las palabras, en la cita de este año hemos podido constatar la madurez de un grupo de empresas nórdicas cada vez más exitosas en este terreno. Por ejemplo, en algo que parece tan alejado de un país con esa localización geográfica como es la energía solar.
Es el caso de Otovo, bien conocida inclusa en España por su solución de autoconsumo fotovoltaico. Su propuesta, en compra o alquiler, permite disponer de paneles solares a cualquier domicilio, con más de 5.000 instalaciones al año. La empresa dimensiona el sistema fotovoltaico que encaja en una casa, su instalación y su mantenimiento durante todo el período de explotación.
Noruega también quiere hacerse un hueco en el diseño de plantas fotovoltaicas de mayor tamaño. Y flotantes. Es por ello que startups como Glint Solar está ofreciendo un software como servicio con el que explotar la información satelital mediante machine learning para identificar los mejores lugares en que ubicar una instalación de este tipo.
Even J. Kvelland, su COO, explica a D+I que no sólo emplean métricas del tiempo de exposición solar, sino también de hasta veinte variables económicas más clásicas. Compañías como Scatec o Swimsol ya figuran en su lista de clientes.
Hablando de plantas solares flotantes, no podemos obviar a la joya de la corona noruega: Ocean Sun. La compañía ha creado una tecnología patentada de módulos fotovoltaicos montados sobre membranas hidroelásticas que abaratan el coste de instalación de estos sistemas y facilita su mantenimiento y explotación. Una idea con fuerte componente innovador que cuenta actualmente con proyectos en numerosos países, así como oficinas en Oslo, Singapur y Shanghai.
De hecho, la startup ha cerrado recientemente un acuerdo de licenciamiento con una empresa china para construir un piloto de estas plantas flotantes en Yantai (en la provincia china de Shandong) de 1 MWp.
Epicentro del ecosistema nórdico
Pero no sólo de startups nativas de Noruega se nutre su apuesta por las energías sostenibles. En Oslo confluyen muchas otras inciativas, principalmente de otros países nórdicos, que ven en la ciudad del fiordo una oportunidad para estar en el lugar indicado de la revolución verde.
Ejemplo de ello es Spowdi, una startup sueca que ha diseñado un sistema de distribución de agua para explotaciones agrícolas alimentado, de nuevo, por energía solar. Yasmina Ganse, COO de la empresa, afirma que su tecnología puede reducir hasta en un 80% el consumo de agua en los cultivos y que ya se está usando en lugares tan diversos como el sur de España, la India o la propia Suecia.
En las mismas nos encontramos con Nanom, una startup a caballo entre Islandia y Silicon Valley y cuya propuesta de valor es la creación de nanomateriales para baterías con mayor autonomía, más seguras y que no empleen algunos de los recursos finitos que requieren las actuales unidades de almacenamiento. En su caso, se apuesta por la combinación de grafito, carbón activado o grafeno y se busca, incluso, que esos materiales puedan conformar a la vez la estructura y la batería de cualquier dispositivo.