El teletrabajo se ha convertido en una opción imprescindible para muchas personas a la hora de buscar un nuevo empleo. La posibilidad de realizar las tareas propias de un puesto de trabajo en remoto desde cualquier parte del mundo con conexión a internet ha sido una de las principales lecciones derivadas del período pandémico.
Esto se refleja en que, durante 2021, el año posterior a la crisis sanitaria, casi el 20% (17,6%) de las personas empleadas entre la franja de edad de 16 años hasta los 74 años optaron por esta fórmula de trabajo como principal, de acuerdo con la Encuesta sobre equipamiento y uso de tecnologías de información y comunicación en los hogares.
En concreto, los sectores que apostaron por este método fueron aquellos relacionados, principalmente, con las tecnologías digitales y las actividades profesionales científicas, técnicas y financieras.
Manuel Fernández, profesor en Dirección y Gestión de Personas en la UOC, explica a D+I que el trabajo en remoto llegó como "fruto de una necesidad" en el momento de la pandemia, pero precisa que eso "no era exactamente teletrabajo". Según apunta, aquello fue trasladar la oficina a casa y dar una respuesta de emergencia.
Fernández explica que esta fórmula requiere de una buena estrategia, planificación de procesos, de liderazgo y de formación de los empleados. En definitiva, de "una visión muy compleja".
El profesor explica que el cambio "aún está por escribirse" y señala que es normal que el porcentaje de personas que optan por esta fórmula haya descendido desde el período de confinamiento, ya que las organizaciones "no estaban preparadas" para afrontar un cambio de tal magnitud, para el que es necesario "una mentalidad proactiva" y "una dirección muy fuerte".
Así, aunque sigue manteniendo que el trabajo en remoto "ha llegado para quedarse", precisa que la evolución "será progresiva e imparable". "Las grandes generaciones ya saben qué es teletrabajar y, cuando empiecen a decidir, van a hacerlo desde ese paradigma", apunta.
Implicaciones ambientales
Desde la UOC (Universitat Oberta de Catalunya) explican que el cambio de método hacia la actividad no presencial ha tenido multitud de implicaciones en diferentes ámbitos de la vida, desde una mejor conciliación entre la parte personal y la laboral hasta un mejor aprovechamiento del tiempo gracias a la reducción del tiempo de desplazamiento entre el hogar y la oficina.
Especialmente, añaden, se habla del impacto que ha tenido desde el punto de vista medioambiental, aunque precisan que no se puede afirmar que haya sido positivo o negativo porque depende de "muchos factores".
Entre ellos, la frecuencia del trabajo en remoto, es decir, si se produce uno o dos días por semana o se realiza de forma habitual; la distancia recorrida y la duración del viaje; y la intensidad de emisión del medio de transporte utilizado (gasolina o diésel, vehículo eléctrico o transporte público, así como la ocupación del coche durante los desplazamientos).
Eva Rimbau, profesora de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC y experta en recursos humanos y teletrabajo, precisa que la evaluación de los beneficios del teletrabajo relacionados con el cuidado al planeta es "una tarea compleja".
Rimbau explica que su instauración supone una serie de cambios en la vida y las actividades cotidianas de los individuos que inciden, a su vez, en decisiones en el ámbito de la empresa y que tienen consecuencias en el nivel de emisiones de gases de efecto invernadero.
Así, señala que, en función de cómo se combinen los factores, se producirán impactos diferentes, ya que, por ejemplo, deriva en un aumento del uso de la energía en los hogares dado que los teletrabajadores tienen más necesidad de calefacción, refrigeración, iluminación o internet.
Además, precisa que la posibilidad de evitar los viajes a la oficina puede hacer que algunos empleados estén dispuestos a aceptar una mayor distancia los días que van a la oficina, lo que podría llegar a compensar el ahorro de emisiones que habrían conseguido los días de teletrabajo.
Rimbau explica que, a pesar de que la elección de esta fórmula frente a la presencialidad continua es utilizada por un mayor número de personas que en el año previo a la pandemia, lo cierto es que hay cerca de 12 millones de trabajadores (el 65% de la población empleada) que tienen un trabajo que no es posible realizar en remoto.
En esta categoría se incluyen aquellas actividades relacionadas con la producción de bienes materiales (la agricultura, la construcción o la industria manufacturera) o con la atención física al público (la hostelería o el comercio).
Así, la experta apunta que cabe preguntarse si el 17,6% de la población que sí que tiene acceso y desempeña su trabajo a distancia puede contrarrestar el impacto negativo del resto de empleados que continúan con el método presencial.