Es oficial: los hiperescalares apuestan por la energía nuclear. Este hecho lleva sobrevolando la industria de los centros de datos desde hace algunos meses y, aunque al principio parecían decisiones aisladas, su consolidación ha terminado por convertir este viraje en una tendencia.
Microsoft, Google Cloud o Amazon Web Service (AWS), tres de los nombres más fuertes dentro del sector de los centros de datos (CPD), han llevado a cabo movimientos en este sentido con el objetivo de anticiparse al crecimiento exponencial de la demanda energética producida tras el despliegue de tecnologías como la inteligencia artificial (IA) generativa.
Los números hablan por sí solos: según la Unión Europa, los CPD representaron el 2,7% de la demanda total de electricidad en la región en 2018 y, según la Agencia Internacional de la Energía (AEI), se estima que estas infraestructuras supondrán el 4% del consumo global de electricidad para 2030, aunque esta cifra va cambiando progresivamente según van surgiendo nuevos elementos en la ecuación (como ChatGPT o Copilot, por nombrar algunos).
Y es que la demanda energética no solo recae en la alimentación de los sistemas que impulsan la potencia de cálculo necesaria en el entrenamiento de los sistemas de inteligencia artificial, sino también en todo lo que lo rodea, entre ellas, la refrigeración de los procesadores con técnicas como la ventilación eléctrica o el agua.
En este contexto y ante la necesidad de optar por una solución que ofrezca un suministro constante que no deje de lado por completo la sostenibilidad, los grandes operadores han empezado a mirar hacia lo nuclear. Esta opción, que hasta ahora estaba en retroceso en Occidente, ha ganado peso en localizaciones como Estados Unidos, donde las empresas empiezan a considerarla como una forma de asegurarse un abastecimiento estable y duradero en un escenario donde la oferta está empezando a mostrar signos de incapacidad.
Los grandes miran hacia lo nuclear
A lo largo del último año, los hiperescalares han llevado a cabo movimientos en este sentido, entre ellos Microsoft, que el año pasado firmó un acuerdo con Constellation, una empresa energética con sede en Baltimore, por el que adquiere el derecho a recibir hasta el 35% de su energía de fuentes nucleares, además de la energía solar y eólica. A este se suma un acuerdo de créditos de carbono nuclear con Ontario Power Generation por el que impulsa sus operaciones en Canadá.
También, AWS, que en marzo de este año adquirió Cumulus Data Assets de Talen Energy, un centro de datos alimentado por energía nuclear ubicado Pensilvania (Estados Unidos).
Por su parte, Google anunció hace poco más de un mes su alianza con la startup Kairos Power para construir siete reactores nucleares modulares (SMR, por sus siglas en inglés) en Estados Unidos con los que espera dotar de energía centros de datos de inteligencia artificial en los próximos años.
Los SMR, de hecho, se han posicionado como los grandes aliados dentro de esta vertiente, dado que son más compactos y, en principio, más seguros que las plantas nucleares tradicionales. También, según los expertos, son capaces de proporcionar mayor estabilidad energética ajustada a las necesidades de cada proyecto.
Algunas de las empresas que están desarrollando reactores nucleares modulares son Nucor, General Electric, X-Energy o Oklo; esta última está presidida por Sam Altman, el fundador de Open AI.
Una oportunidad, pero también un desafío
El viraje de los hiperescalares hacia la energía nuclear tiene muchos matices, precisan los conocedores de la materia, ya que, aunque destaca como opción viable para cubrir la demanda de las infraestructuras tecnológicas, también llega asociada a una serie de retos.
Entre ellos, destacan los elevados costes relacionados con su implantación, especialmente los que afectan a la etapa de construcción. Así, los grandes operadores de centros de datos se presentan como los únicos actores del ecosistema que pueden acometer las grandes inversiones asociadas a la energía nuclear. De hecho, los conocedores de esta industria precisan que la apuesta de estos grandes nombres por dicha vertiente podría terminar con una reducción de los precios.
También, aparece como desafío la oposición de la sociedad ante la misma debido al temor sobre su seguridad, la dificultad a la hora de tratar los residuos que derivan de ellos o el combustible que requieren.
Por contra, en el lado positivo destaca su estabilidad, dado que es una solución a largo plazo, y su oferta baja en carbono, frente a otras opciones más contaminantes, lo que la sitúa como una alternativa a considerar en comparación con las más sostenibles como la eólica o la solar.
A la espera de ver en qué acabará esta tendencia, cabe mencionar que muchos de los proyectos que se están llevando a cabo en este sentido lo hacen con un horizonte amplio, es decir, con calendarios en los que, en ocasiones, es necesario hablar de décadas. Por ello, los expertos, aunque creen que esta vertiente está cogiendo carrerilla, prefieren hablar de "carrera de fondo" hacia lo nuclear.