La digitalización es un hecho, pero también lo es la necesidad de que ese mismo proceso tecnológico no deje atrás a nadie y se centre en generar oportunidades y no nuevas desigualdades. Es la llamada innovación social, o cómo cambiar las cosas de la mano de la tecnología. Pero no para ser más eficientes o competitivos a escala empresarial, sino para hacer un mundo mejor para todos.
Bajo esta declaración de principios, se ha celebrado esta semana el ‘Foro de Innovación UC3M’, en el campus de Getafe (Madrid) de la Universidad Carlos III de Madrid. Un encuentro, conducido por el vicegerente de Investigación y Transferencia de la UC3M, Carlos Blanco, en el que se resaltó el valor social de la innovación y la transferencia de conocimiento desde la Universidad a la sociedad.
En palabras de Juan José Vaquero, vicerrector de Política Científica de la UC3M: “La innovación es la herramienta para afrontar las sucesivas crisis que hemos vivido, es la palanca para acelerar la transformación”.
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A la par, Mª Victoria Pavón, decana de la Facultad de Humanidades, Comunicación y Documentación, recordó que también “debemos innovar en comunicación y humanidades, porque al final el factor cultural es que queda cuando todo lo demás se pone en entredicho, como durante la pandemia”.
Por su parte, Paloma Díaz, directora de la Escuela Politécnica Superior, apuntó que “la innovación está en el ADN de los ingenieros, resolver problemas es la forma de afrontar el trabajo de estos profesionales, es el motor de la I+D+I. Mientras que Carmen Pérez, vicedecana de la Facultad de Ciencias Sociales y Jurídicas, señaló en su intervención en el acto de presentación de este foro que “2023 será el año en que la S de las ESG será la protagonista”.
Innovación al servicio de las personas
"La tecnología puede ayudar a romper muchas barreras”, así arrancó Belén Ruiz, investigadora del grupo Human Language and Accessibility Technologies (HULAT) de la UC3M, el panel organizado por esta institución en el marco de este foro bajo el título ‘Cuando la innovación se focaliza al servicio de la gente’.
“Durante la pandemia la sociedad fue consciente de algunas de esas carencias, por ejemplo, los niños sordos no podían ir a clase y la tecnología les permitió continuar aprendiendo". Sin embargo, ha señalado, que el desarrollo de la tecnología "no puede ir solo, ese conocimiento ha de integrarse con las personas y que las empresas sean capaces de vender esa tecnología".
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Un argumento que han compartido el resto de integrantes del panel, quienes han puesto sobre la mesa las bondades de la tecnología, junto a sus aspectos más cuestionables. "Hay que romper con la idea de que la tecnología es inocua y considerar sus impactos negativos, y ponerla al servicio de la innovación social", ha manifestado Jorge Martínez, investigador del grupo Tecnologías Apropiadas para el Desarrollo Sostenible de la UC3M.
Por su parte, Helena Soleto, investigadora del grupo Negociación, Mediación y Resolución de Conflictos de la UC3M, explicó cómo la tecnología les está ayudando a desarrollar proyectos, como el uso de grabaciones en los delitos sexuales para su empleo en procesos judiciales, pero queda camino por recorrer porque “no todas esas grabaciones están bien hechas" y no son admitidas.
En el turno de las empresas, Juan Lluch, director de Ingeniería de Sistemas, BTESA (Broad Telecom S.A.), empresa de Leganés Tecnológico, ha llamado la atención sobre la necesidad de que esa innovación no sea temporal. "Una innovación que dura dos años no es una innovación real. Tiene que ser sostenible económica y socialmente, sólo así la trasferencia de conocimiento es real".
Becca Latter, project manager del Observatorio Social de la Fundación ‘la Caixa’, coordina convocatorias de investigación social e iniciativas de divulgación de conocimiento en ciencias sociales en España y Portugal, reconoce que “la tecnología puede producir ansiedad y reforzar ideas a través de algoritmos, pero hay que ser optimista y localizar aquellas aplicaciones que aporten en positivo”.
Jose Carlos Pulido, CEO de Inrobics, spinoff de la UC3M, dedicada al desarrollo de soluciones de salud basadas en inteligencia artificial, ha defendido que para innovar hay que tener en cuenta dos variables: el desarrollo de la tecnología y demostrar su viabilidad en el mercado para que esa innovación se consolide. "Los estudiantes han de entender que no sólo se trata de realizar una investigación básica, también han de analizar dónde se puede aplicar".
Aterrizar las ideas
Como se adelantaba en la primera parte de este panel, innovar no sólo consiste en investigar y desarrollar ideas, también en transferir ese conocimiento a la sociedad. "Desde la universidad, tenemos que saber escuchar a las personas y sus necesidades", ha apuntado Belén Ruíz. Por eso, desde el equipo de la investigadora de la HULAT siempre intentan ofrecer “soluciones tecnológicas basadas en inteligencia artificial para que las personas con discapacidad puedan insertarse en la sociedad".
Además de herramientas para que los niños sordos puedan asistir a clase que adelantaba al comienzo de la intervención, desde su unidad de investigación también han desarrollado “tecnologías concretas” para que una persona ciega no tenga dificultades en asistir a una reunión o acudir al teatro, o quienes tengan problemas de audición accedan a los contenidos televisivos a través de los subtítulos. Y remarca que “además de tener registradas siete patentes, también buscamos tecnologías que ya existen y las aplicamos a casos concretos”.
Algo, esto último, con lo que también trabajan en el grupo Tecnologías Apropiadas para el Desarrollo Sostenible, donde recurren a tecnologías existentes para aplicarlas a la innovación social. Es lo que se denomina ‘tecnología apropiada’.
A este respecto, el investigador Jorge Martínez recurre como ejemplo a una solución que han desarrollado para el Ayuntamiento de Getafe para detectar con machine learning qué hogares pueden estar en situación de vulnerabilidad energética. “No es un producto como tal, sino una herramienta que hemos trabajado de forma multidisciplinar para dar un más holístico a este reto energético en el barrio de Las Margaritas”.
Se trata, y en esto coinciden todos los ponentes, de “devolver a la sociedad lo que ella nos ha dado”. Casos como los que expone Helena Soto son una buena muestra de ello, como la mediación intrajudicial, la atención a alumnos de la Cañada Real para eliminar las brechas educativas o la intervención en un instituto de Getafe para la resolución de conflictos.
En esa trasferencia de conocimiento, el papel de las empresas es esencial, pero siempre con los pies en el suelo. “Es imprescindible que los proyectos de investigación estén basados en necesidades reales”, ha defendido Becca Latter, del Observatorio Social de la Fundación ‘la Caixa’, durante el Foro de Innovación, cofinanciado por la Comunidad de Madrid y fondos FEDER.
En este sentido, Juan Lluch, ha expuesto uno de los proyectos que su compañía, BTESA, tiene en Burkina Faso, donde implantaron la red nacional de TDT por encargo de operador nacional de este país africano. “Los retos allí son sobre todo energéticos, para lo que recurrimos a paneles solares, además de desarrollar un convertidor de alta potencia muy robusto del que ya tenemos registrada la patente”. Para que pudieran mantener esta tecnología en el tiempo no solo dieron formación a los técnicos en España, también in situ durante dos meses. “Ahora, cuando se cae la red, son capaces de recuperarla en 10 minutos. Al principio, tardaban cuatro horas”.
Para terminar, Jose Carlos Pulido, de Inrobics, recuerda a todos los asistentes a este encuentro que “muchas veces no se trata de inventar la rueda, sino de observar y ver las necesidades que existen. En nuestro caso, haciendo una visita a un hospital pudimos detectar qué carencias había y aplicamos la robótica social: recurriendo a un robot ya fabricado, lo empleamos para la rehabilitación de pacientes de forma autónoma con prescripción médica. Hemos transformado una tecnología con propósito general en un propósito concreto”, concluye.