La irrupción de los exoesqueletos y la robótica en nuestra sociedad ha sido exponencial en los últimos años. Si bien muchos dispositivos robóticos ya formaban parte de los entornos industriales desde hace décadas, al igual que muchas soluciones de exoesqueletos pasivos, sus avances más ligados a las propias personas y con un rol más activo, están conformando una nueva generación tecnológica que promete protegernos y mejorar nuestras habilidades humanas, al igual que revolucionar nuestro concepto de la salud y el bienestar.
Esta tendencia, identificada en uno de los 'retos para innovar juntos' de la Universidad Carlos III de Madrid, fue analizada en un debate con investigadores y empresas ligadas a su parque científico y tecnológico.
En el encuentro, Dolores Blanco, directora del Departamento de Ingeniería de Sistemas y Automática, e investigadora del grupo Robotics Lab, destacó que los exoesqueletos ya son algo habitual en industrias como la del automóvil para reducir cargas de trabajo de los operarios. También en hospitales, para ayudar con las tareas de rehabilitación.
En ese sentido, el reto para seguir profundizando en esta innovación es conseguir "que se acople de forma natural al cuerpo, ya sea mediante la robótica blanda, los exotrajes o los robots flexibles". Respetando, defiende Blanco, "que el humano siempre esté integrado en el lazo de control" y conforme se vaya mejorando la autonomía de estos dispositivos. "Hoy por hoy es un reto conseguir un exoesqueleto que aguante un paseo de más de diez minutos", reconoce la experta.
A su vez, Josué Aranda, investigador del grupo de Dinámica y Fractura de Elementos Estructurales, trabaja en crear matierales más resistentes ante impactos, basados en la estructura del origami.
"Queremos que la propia geometría sea la que proporcione las propiedades extraordinarias, no tanto el propio material", indica Aranda. Una aproximación que podría ser de interés para desarrollar desde brazos robóticos con varios grados de libertad hasta donde alcance la imaginación.
Pero estos avances no están exentos de desafíos desde la perspectiva legal. Así lo entiende Carmen Carrero, investigadora responsable del grupo de Seguridad Social y Prevención de Riesgos Laborales, quien detalló el interés creciente por estos temas dentro de este campo de las ciencias sociales, aunque no hay todavía una norma que regule su uso.
"Es muy importante garantizar la supervisión humana de estos dispositivos, garantizando que no vulneren derechos fundamentales, analizando la posible sustitución de trabajadores por robots y cualquier potencial vulneración de la intimidad o privacidad", desgrana Carrero.
La visión desde la empresa
Sentadas las bases desde la Academia, resultaba pertinente conocer cuáles son las aplicaciones inmediatas en la empresa y sociedad civil. Por ello, el encuentro organizado por el Parque Científico y Tecnológico de la UC3M también contó con la participación de tres expertos del ámbito privado.
El primero de ellos, Antonio Cobos, asesor técnico en ASEPEYO, reconoció que los exoesqueletos están generando una gran expectación pero al mismo tiempo persiste "mucho desconocimiento por parte de las empresas". Si bien los exoesqueletos pasivos ya son de aplicación en muchas empresas, los activos todavía enfrentan, en su opinión, una barrera de coste inasumible para muchas pymes.
Por su parte, Juan Laforga, director de Shadow Robot España, añadió que hay mucha diferencia entre la madurez técnica y la aplicación real, por reticencias culturales o de adversión al cambio en las relaciones que tenemos con las máquinas. Su empresa está especializada en dispositivos para la manipulación diestra de objetos y robots teleoperados para entornos críticos para la salud humana como farma, desactivación de bombas o decomision de materiales nucleares.
Finalmente, Marcelo Collado, ingeniero de Sistemas en Arquímea Defence Space, explicó que el paso natural ha sido el de incorporar la robótica primero en la capa del software y, ahora, en la de hardware. "Pasando por tres fases, primero la que aplica a nichos como el espacial o militar, que son motores tecnológicos. Luego al industrial y, finalmente, a soluciones sanitarias". Arquímea trabaja ya en sistemas de entrenamiento en órbita para mitigar las consecuencias de la ingravidez para los astronautas en misiones espaciales.