Con el paso del tiempo, la economía circular ha pasado de ser una tendencia a casi una obligación para cualquier empresa de cualquier sector que se precie. Los procesos de reutilización de aquello que ya no nos sirve no sólo tiene ventajas económicas para quien los practica, sino que también contribuye a mejorar la sostenibilidad medioambiental del planeta.
En este sentido, hay sectores, como el de los hoteles, restaurantes y empresas de catering (HORECA) o el de la industria agroalimentaria, que llevan años aplicando procesos innovadores encaminados a plantar cara a una de las principales amenazas en materia medioambiental y económica: el desperdicio de alimentos.
Según los datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), las cifras van mejorando, tanto a nivel doméstico como a nivel empresarial, pero aún queda mucho por hacer.
Actualmente y como consecuencia de nuestra forma de vida, se desperdician a escala global un 30% de los alimentos que se producen. En el caso de los hogares españoles, el desperdicio fue en el año 2022 de 1.170 millones de kilos o litros, unos 65,5 kilos o litros por adulto al año.
Si bien los datos reflejan valores altos, la progresión a la baja de los mismos nos dice que se camina en una buena dirección, pero que resulta necesario continuar la labor de sensibilización y educación a la sociedad tanto sobre el control de los productos frescos, perecederos y no perecederos, como sobre su aprovechamiento, sobre todo en una sociedad en la prevalecen las rutinas de trabajo y de consumo fuera del hogar.
Esa labor de sensibilización y educación acaba derivando en la implementación de prácticas innovadoras en sectores que, como el HORECA, se encuentran muy próximos al consumidor, y que mejoran su posicionamiento como garantes de buenas prácticas sostenibles.
A partir de ahora, las empresas que se encuentren en el camino de abordar este reto pueden ser reconocidas con la certificación AENOR de Desperdicio Alimentario Cero, una herramienta que les permitirá ordenar su gestión y minimizar el desperdicio de una forma eficaz.
Se trata de una solución pensada para organizaciones que forman parte de la cadena alimentaria, y que pone en valor el trabajo que están realizando en distintas fases, desde la producción de la materia prima, la transformación del alimento, su transporte y distribución, hasta que llega al consumidor en el punto de venta o de consumo.
Además de todo lo anterior, cabe destacar que, el pasado 9 de enero, el Consejo de Ministros aprobó un proyecto de ley para evitar el desperdicio de alimentos, con el objetivo de reducir la cantidad de alimentos que se desperdician en España promoviendo prácticas más sostenibles en la cadena alimentaria.
"Con este certificado cumplimos nuestro compromiso en generar confianza entre personas e instituciones"
Entre las medidas que plantea se incluyen la promoción del aprovechamiento de los excedentes alimentarios, el fomento de donaciones a entidades benéficas y el establecimiento de obligaciones para los productores, distribuidores y comercios para reducir el desperdicio.
Y como medidas disuasorias se encuentran la definición de un sistema de control en el ámbito nacional y las sanciones económicas derivadas en caso de incumplimiento.
El desperdicio de alimentos, más allá de ser un problema económico es un sinsentido ético. No se puede comprender que destinamos recursos para producir alimentos que nunca serán consumidos.
La certificación, en este sentido, se muestra útil no solo para garantizar el cumplimiento de la futura ley, sino como marco de trabajo que ayuda a la reducción progresiva de los excedentes y alimentos que actualmente acaban en el cubo de la basura.
Por otro lado, también facilita la comunicación de la empresa con el consumidor, mostrándole cuáles son sus compromisos y dando visibilidad al desempeño en este ámbito.
Para poner en marcha y tener éxito con una estrategia de reducción del desperdicio, deben tenerse en cuenta cuatro elementos clave: la necesidad de crear y fomentar una cultura de prevención del desperdicio dentro de la empresa y su entorno, así como un fuerte compromiso con el proyecto; la cuantificación de aquellos alimentos que son considerados como desperdicio; la puesta en marcha de acciones de gestión y seguimiento que contribuyan a reducir la cantidad de alimentos desechados y a recuperar o gestionar el desperdicio antes de su eliminación; la adopción de un enfoque de mejora continua, consolidando la aplicación continuada de pequeños cambios en los sistemas de trabajo.
"Durante el proceso nos hemos llevado alegrías como constatar que sólo hemos tenido que pulir algunos aspectos sin modificar el sistema que ya teníamos establecido"
La primera empresa que ha conseguido la certificación de AENOR de Desperdicio Alimentario Cero ha sido la cadena hotelera RIU, empresa española y referente internacional por su gestión y enfoque a cliente. Los primeros hoteles certificados han sido el RIU Concordia, RIU Festival y RIU San Francisco, situados en Playa de Palma (Mallorca), a los que en breve se sumarán otros como el RIU Bravo y RIU Playa Park.
Javier Mejía, director de Marketing y Desarrollo de Negocio de AENOR, remarca que, "cumpliendo el propósito de generar confianza entre las personas e instituciones hemos certificado un proceso que ha durado seis meses para garantizar que todos los alimentos que se producen y se consumen en los hoteles de esta cadena tienen un uso y consiguen tener desperdicio cero". Y añade: "RIU abandera la lucha contra el desperdicio alimentario".
Que RIU haya alcanzado un reconocimiento como este no sólo tiene que ver con el presente, sino que también tiene mucho que ver con la visión que tienen del futuro.
Uno de los elementos que han jugado a favor de esta compañía para obtener el sello de AENOR Desperdicio Alimentario Cero ha sido su orientación estratégica hacia una hostelería responsable, en la que establecen un decálogo de prioridades, entre las que se encuentra combatir el desperdicio de alimentos.
Inteligencia artificial, fundamental
Lo explica Lola Trian, directora de Sostenibilidad de RIU. "Cuando AENOR se acercó a nosotros vimos este reto como una oportunidad para mejorar nuestra gestión en cuanto al sistema de gestión de comida que ya tenemos y durante el proceso de certificación nos hemos llevado varias alegrías, porque hemos constatado que sólo hemos tenido que pulir algunos aspectos sin modificar el sistema que ya teníamos establecido", argumenta.
Según Trian, "en RIU hay una cultura corporativa en cuanto a la buena gestión de alimentos. Tenemos medidas que evitan la caducidad, que evitan que elaboremos comida en exceso y un personal muy consciente de ello".
Otras claves, además de la innovación, han sido maximizar el aprovechamiento del excedente producido a lo largo de las diferentes fases de la cadena de valor, fomentado la donación, la reutilización y la valorización.
En este sentido la inteligencia artificial (IA) está desempeñando un papel fundamental en la reducción del desperdicio de alimentos al permitir una mejor predicción de la demanda, optimizar las cadenas de suministro, mejorar la gestión del inventario y facilitar la redistribución de alimentos no vendidos.
En conclusión, la implementación de prácticas innovadoras en el sector hotelero, encaminadas a reducir el desperdicio de alimentos, se ve potenciada con la certificación AENOR Desperdicio Alimentario Cero, que no solo permite a las empresas ordenar su gestión y minimizar el desperdicio de forma eficaz, sino que también mejora su posicionamiento como garantes de buenas prácticas sostenibles. En este sentido, RIU Hotels & Resorts consolida su compromiso con una hostelería responsable y su orientación hacia un futuro más sostenible.