Malmoe (Suecia)
Publicada
Actualizada

Suecia es un caso insólito en Europa y en todo el mundo. Su tasa de fumadores, según un informe que se va ha hacer público estos días, ya no llega al 5%. "Lo cual es considerado por la Organización Mundial de la Salud una sociedad libre de humo", afirma Patrick Strömer, secretario general de la asociación sueca de fabricantes de snus. Superaría ya el objetivo de la OMS para 2030.

Lo curioso del asunto es que, "tras el final de la Segunda Guerra Mundial, que ganó Estados Unidos, fumar cigarrillos [en Suecia] se hizo muy popular cuando llegó el Plan Marshall. Al poco tiempo, los médicos empezaron a encontrar una conexión entre fumar y el incremento de los cánceres de pulmón". Entonces, al hacerse más evidente esa relación, la gente empezó a dejar de fumar. "Pero la nicotina es una sustancia que crea adicción. Es muy difícil abandonarla", reconoce Strömer.

A veces la innovación, incluso la idea de disrupción que lo cambia todo, no es tanto una cuestión de crear nuevas tecnologías como de aplicar alguna que ya existe, de manera que produzca un cambio radical en los usos sociales. En el caso sueco sería hablar del snus.

Snus es una palabra que se refiere en general al consumo de tabaco sin quemarlo, sin producir humo. Ahora se asocia con un tipo de producto concreto.

En Suecia se empezó a hacer en el siglo XVII con el consumo de rapé, aspirado. Se creó una costumbre que luego copió la aristocracia francesa y se entendió ampliamente por círculos de las élites europeas.

"Hace cien años, el snus alcanzó el pico de consumo. Era el producto de tabaco más popular en Suecia al final de la Primera Guerra Mundial. Pero decayó, porque empezó a verse como algo rural, algo de gente poco educada", dice Strömer, refiriéndose a la primera versión del producto actual.

El propio usuario se liaba su paquetito de tabaco, para colocarlo por encima de los dientes, detrás del labio superior. Un remedio bastante oportuno para alguien que tenía que trabajar en una granja, en un barco o en el ferrocarril. Algo parecido a masticar bolas de tabaco, según la tópica imagen en películas del Oeste. Pero sin escupirlo. 

El snus, tal como se concibe ahora, se inició en los años 70, con la fabricación industrial de unas pequeñas bolsitas con tabaco, con un cierto grado de humedad, para ponerlo en la encía, detrás del labio. Con la insalivación se va liberando la nicotina, que es absorbida por los tejidos y pasa al torrente sanguíneo.

El efecto inmediato es que el fumador ya no necesita quemar el tabaco en cigarrillos para satisfacer su necesidad de nicotina. "No hay humo, ni ceniza, ni olores". El propio humo es lo más dañino para el pulmón, aparte de otros elementos que lo acompañan, como alquitrán.

Según datos que facilita Erik Engstrom, de British American Tobacco (BAT, una de las cuatro grandes tabaqueras mundiales), mientras que en el proceso de fumar se ingiere hasta el 100% de sustancias tóxicas (y además se emiten al ambiente y a las personas próximas), los nuevos productos y dispositivos que se han ido inventando bajan desde un 10%, atribuible a sistemas de calentamiento o vapeo, hasta prácticamente el 0%, con la más moderna versión de consumo oral.

En los años 90 el snus evolucionó con la aparición de las 'porciones blancas', unas bolsitas en las que el tabaco está más seco y la nicotina se libera con más lentitud, durante más tiempo.

Una tienda vende 'snus'.

"Cuando la gente comprendió que debía dejar de fumar para mejorar su salud, descubrió que los productos sin humo eran lo más conveniente", continua Strömer, sin salir del ámbito sueco, mostrando un gráfico de la evolución del cáncer de pulmón "entre los hombres".

Explica que "como el tabaco era considerado un mal hábito masculino", sólo se recogían los datos de los hombres. Paradójicamente el mensaje dirigido sólo a ellos dio lugar a que, mientras los hombres iban dejando de fumar, la emancipación femenina a partir de los años 60 hizo que la cifra de fumadoras se disparase.

Laboratorio de innovación

El caso es que las diferentes variedades de consumo de tabaco, o nicotina, sin humo (vapeo, tabaco calentado, snus…), abre la puerta a una nueva era, en la que la propia industria tabaquera se implica, avizorando un cambio imparable en las reglas del negocio y aplicando sus propias investigaciones para innovar y crear nuevos productos.

Algunos de los nuevos dispositivos para vapeo, ya en el mercado, pueden mostrar en un pequeño panel la cantidad ingerida en cada inspiración y otros datos instantáneos. La industria pretende avanzar rápidamente en integrar más tecnología de datos en la siguiente generación de dispositivos. 

Las cifras de negocio del grupo que muestra Engstrom indican unos ingresos de 27.282 millones de libras en 2023 (unos 31.764 millones de euros al cambio del pasado enero), de los cuales 3.347 millones de libras (3.897 millones de euros), más del 12%, corresponden a las nuevas categorías de "productos sin humo". Y eso, contando con que no tienen la misma penetración (incluso en algunos casos, ninguna) en los países donde los comercializa.

En materia de regulación, los nuevos productos están sometidos en Europa a estrictas limitaciones en cuanto a publicidad y comunicación. Aunque en Suecia no hay prohibiciones que impidan mostrarlos libremente en las tiendas donde se venden. De hecho, se encuentran con profusión en las líneas de caja de supermercados y hay vistosos locales dedicados exclusivamente a su venta.

Por esa dificultad para comunicar públicamente su producto, "durante décadas, Suecia fue el único país de Europa en el que los hombres fumaban menos que las mujeres, hasta que llegaron las bolsitas de nicotina", precisa Strömer.

Y ese es el gran hallazgo de la industria para afrontar los nuevos tiempos: divorciar la nicotina del tabaco. Apartar el componente que se quema en los cigarrillos del que realmente reclama el organismo del fumador, como adicto, que ni siquiera requiere alcanzar altas temperaturas.

Las bolsitas de nicotina pura, que se consumen del mismo modo que los productos snus tradicionales, colocándolas detrás del labio superior, empezaron a llegar al mercado sueco en 2016. Para ellos es una continuidad de más de 30 años. Ahora, España es uno de los primeros países en los que se ha expandido su distribución.

Es una fábrica con dos líneas diferenciadas. En una se producen las bolsitas con tabaco, previamente pulverizado, combinado con algo de sal y aromatizante y mezclado con un líquido, calentado, enfriado, desecado y enviado finalmente a la zona de envasado.

En la otra línea se fabrican las bolsitas de nicotina, cuya materia prima es proporcionada por proveedores externos, ya extraída del tabaco y depurada. "Es nicotina medicinal", explican, "la misma que se usa para los parches o los chicles de nicotina", productos ambos que se venden en farmacia.

Ambas líneas de producción están altamente automatizadas. El producto que corresponde envasar en cada caso se introduce en bolsitas de celulosa, que son cerradas y soldados sus bordes, en un proceso sin otra intervención humana que supervisión y comprobaciones de muestreo.

Línea de fabricación en la factoría de BAT en Malmoe.

Las bolsas se introducen en cajas de plástico con dos compartimentos: uno para las propias bolsitas snus y el otro, para guardarlas según se van consumiendo, para desecharlo todo a la vez.

Después del etiquetado, las cajas se envasan en lotes y se ponen en cajas de cartón, en la única operación manual que se observa en todo el proceso. Finalmente, unos brazos robóticos colocan las cajas en palés para la distribución.

Probablemente lo más llamativo es que las bolsitas, antes de ser metidas en sus envases, pasan por un detector de metales. "Es para evitar que puedan tener algún tipo de contaminación", nos indican.

"Estos productos están regulados en Suecia como si fueran de alimentación", aclara Strömer. "Hay tres drogas que están socialmente aceptadas: la cafeína del café, el alcohol y la nicotina. Los tres productos, café, alcohol y snus, están regulados en Suecia como alimentos, vigilando el nivel de higiene, los límites de las sustancias peligrosas y los requerimientos sanitarios".  El límite establecido es de un máximo de 17 gramos de nicotina por bolsita. Los de BAT no pasan de 14 gramos.

Strömer establece comparaciones entre la cafeína y la nicotina, para diferenciarlas del alcohol: "Cuando te tomas tu ración de café del día [sean tres o una docena de tazas], ya no necesitas más café hasta el día siguiente. Con la nicotina es similar. Cuando has tomado mucha ya no la disfrutas más. Si estás con un cigarrillo lo apagas. Y si estás con una bolsita, te la quitas [de la boca]. En cambio, con el alcohol, si vas a tomar un par de cervezas, luego vienen otras dos y luego…".  

Estiman que una bolsita de nicotina puede permanecer unos 20 minutos en la boca, aunque depende, claro, de cada consumidor. El consumo medio sería de unas seis o siete al día. Y se pueden llevar en la encía en todo momento y cualquier lugar: en el trabajo, en transporte público… "Nadie tiene por qué saber que la llevas". Ni produce emisiones hacia el exterior, ni olores, ni dientes o piel sucios y amarillentos. 

Hablando de salud, Strömer estima que, si en Europa hay un 25% de fumadores habituales, una autorización generalizada de la "nicotina oral" podría salvar 350.000 vidas.

Desde Tokio, por videoconferencia, el profesor Fredrik Nyström, jefe de medicina interna en la Universidad Lynn Shipping (Boca Ratón, Florida), subraya que en los dos últimos años ha prestado especial atención a los efectos de la nicotina y los snus.

Un estudio con 56 experimentos

Explica que desarrolló un estudio con 56 experimentos, combinando a siete usuarios habituales de snus y siete mujeres para medir en sucesivos análisis riesgos cardiovasculares a través de pruebas de niveles de colesterol, presión sanguínea, insulina y glucosa en sangre, verificándolo con el consumo de nicotina y uso de placebo. Además, para alguna de las pruebas se añadió la ingesta previa de comida rápida (hamburguesas) y chocolate, añadiendo alcohol.

Nyström explica prolijamente sus experimentos, que están publicados, pero el resumen que él mismo ofrece indica que "lo sorprendente es que hubo efectos muy pequeños en cualquiera de los factores de riesgo, en las mediciones de nicotina [tomada] con snus. Lo único llamativo que sucedió es que la hormona del estrés, la cortisona, era aproximadamente un 10% más alta cuando tomaban snus de nicotina".

También indica que, "como es bien conocido, la nicotina aumenta la presión sanguínea el equivalente a beberse un café". Otros efectos que señala, de manera genérica, porque lo considera también un hecho conocido, es que "consumir nicotina pura [en bolsitas, en tabletas o chicle] reduce el apetito a largo plazo".  Por eso, se supone, los que dejan de fumar tienden a engordar con cierta rapidez.

Además, Nyström asegura, basándose en los estudios en Suecia, que "no existe prueba alguna de que [el consumo de snus] provoque cáncer en los labios o en la boca". Asegura que hay una gran reducción de enfermedades pulmonares, aunque sí pueden producirse toses, igual que con el tabaquismo, basándose en estadísticas suecas. "Faltan pruebas farmacológicas", dice, pero "la gente lleva 20 años masticando chicles de nicotina".

En lo que coinciden los portavoces es en asegurar que los nuevos productos que ofrece la industria tabaquera deben ser considerados como un sustitutivo del tabaco para quienes ya eran fumadores y, por tanto, consumidores de nicotina. No como una puerta de entrada para menores y nuevos consumidores.