¿Nos quitarán el trabajo o lo harán más fácil? Esta es una de las cuestiones que siempre persigue a muchos de los progresos tecnológicos. La ciencia trabaja para responder preguntas y resolver problemas, y eso implica, en muchos casos, que las personas cambiemos nuestra forma de entender el mundo y el modo en el que nos movemos en él. También en lo que atañe al ámbito laboral.
Ahora, hay quien ve en la inteligencia artificial una amenaza para aquellos puestos de trabajo que no requieren de un componente, digamos, más humano, y que pueden ser automatizados. Y la IA generativa también parece cernirse sobre aquellas labores más creativas, cuando estas herramientas han de verse como una ayuda y no como sustitutas de las personas. Al menos, de momento.
Por poner algunos números sobre la mesa, el 42% de las tareas estarán automatizadas para 2027, según el informe Future of Jobs Survey 2023, del Foro Económico Mundial. En este contexto, la IA tendrá un “impacto mixto” en el empleo, ya que se espera que cerca del 50% de las organizaciones experimenten un crecimiento laboral tras su aplicación, mientras un 25% de ellas asumirán pérdidas de empleos.
No hace falta echar la vista muy atrás para recordar otra de las recientes “amenazas” que un avance tecnológico suponía para el trabajo que desempeñan las personas, y que en ocasiones envolvió de cierto romanticismo la ciencia ficción: los robots.
Su aspecto humanoide, en películas como El hombre bicentenario (Chris Columbus, 2000), hizo pensar a más de uno que no faltaba demasiado para que una máquina nos hiciera compañía e incluso se ocupara de las labores del hogar por nosotros. Pero, por ahora, lo que más se le acerca son unos pequeños robots que son capaces de aspirar y fregar sin nuestra ayuda. Lo que tampoco está mal.
La convivencia entre personas y robots es más común en el sector logístico e industrial. No son humanoides, pero sí capaces de realizar trabajos con un alto automatismo, aumentado la eficiencia y reduciendo costes, mientras hombres y mujeres se dedican a tareas más creativas. O, en otra vertiente, trabajar “mano a máquina” liberándoles de actividades que, entre otras cosas, puedan suponer un riesgo para la salud. Son los robots colaborativos o cobots (colaborative robots).
En la operativa de centros de logística como el de Ikea o Amazon, ambos en Illescas (Toledo), ya los emplean en diferentes tareas. D+I - EL ESPAÑOL ha visitado ambas instalaciones para comprobar cómo es esa convivencia hombre - máquina.
Los ‘cobots’ de Ikea
Justo hace un año que la firma sueca puso en marcha junto a DHL su centro de distribución en la localidad toledana. “Desde aquí se preparan todos los pedidos que hacen los clientes en las tiendas o a través de la web, con un peso máximo de 25 kg y unas dimensiones de menos de 600 x 460 cm.”, explica a este medio la responsable de Ikea de estas instalaciones, Judit Serra Peris.
Aclara, a su vez, que en Valls (Tarragona) es donde está su “centro neurálgico de logística”, desde el que suministran a todos sus establecimientos de España y también se envía mercancía a la planta de Illescas. Era allí donde, hasta noviembre de 2022, se preparaban todos sus pedidos de paquetería, pero la creciente demanda online les obligó a replantearse su estrategia para los envíos.
La nueva ubicación responde a criterios prácticos y de eficiencia. Acortan distancias, están más cerca de sus proveedores, mejoran sus flujos de trabajo y reducen costes. “De media estamos preparando entre 3.000 y 4.000 pedidos al día”, añade Serra Peris. Una cifra que aumenta en temporadas de picos en ventas, como el Black Friday y la Navidad.
En noviembre del 2022, empezaron a trabajar con DHL en este centro logístico y en estos meses se han preparado más de 740.000 pedidos. Su objetivo es superar los 1,2 millones entre septiembre de 2023 y septiembre de 2024, con la contribución de sus 120 operarios y 37 robots colaborativos que se desplazan por los pasillos “para ayudar a los trabajadores en su operativa en un almacén con 12.000 m³ de stock”, recuerda en todo momento el responsable de DHL de este centro, Óscar Rubio.
Colaboración hombre-máquina
Los robots no son humanoides, pero sí recuerdan en su estética a uno de los personajes de un clásico del cine de ciencia ficción: R2D2, de la saga La guerra de las galaxias. Diseñado por Locus Robotics, dispone de sensores con los que detecta obstáculos –incluidas personas, según pudo comprobar este medio–, se desplaza a una velocidad de hasta 1,1 metros por segundo y cuenta con un freno de emergencia. Su interfaz, desarrollada también por Locus, se puede personalizar para que sea lo más intuitiva posible y permite llevar un control de los objetivos.
El robot cuenta con distintos casilleros donde previamente se han colocado las cajas de los pedidos, puede preparar hasta cinco en cada uno de sus recorridos. En la pantalla está representada cada caja. Cuando el robot se detiene en la estantería donde está uno de los artículos, muestra cuál es el que el operario debe coger y dónde colocarlo. La máquina lo sabe porque previamente se le ha dado esa información a través de un código proporcionado también por un trabajador del centro.
“No sólo hemos conseguido mejorar la productividad, también la ergonomía y la seguridad de los trabajadores, con una formación que requiere sólo de unas horas”, asegura Rubio. Algo que este medio confirma in situ: en pocos minutos, esta periodista coloca varios productos de un pedido en una de cajas siguiendo las instrucciones que aparecen en la pantalla.
La gestión de los robots se realiza a través de una plataforma que, gracias a los datos que recopila, también calcula el recorrido óptimo dentro del almacén para completar los pedidos, es capaz de adaptarse a los picos de trabajo o de incluir mejoras o cambios que mejoren la operativa.
El “corazón” robótico de Amazon
Los robots también son parte indispensable de MAD7, el centro logístico que tiene Amazon en Illescas, muy cerca del de Ikea (Como curiosidad: su nomenclatura –MAD7– hace referencia al aeropuerto más cercano, el de Madrid). Estas instalaciones son una de las más robotizadas de la firma. La multinacional estadounidense presume de que es “altamente innovadora” y equipada con “la última tecnología” de Amazon Robotics. De hecho, afirman, es “el corazón” de la misma.
En sus más de 180.000 metros cuadrados se almacenan y gestionan sus productos, así como los de otras empresas que venden a través de la plataforma. El centro logístico, construido en 2021 y especializado en mercancía ligera (el peso medio de los paquetes que ahí se gestionan es de tres kilogramos), cuenta con cerca de 1.500 trabajadores fijos, una cifra que se incrementa en períodos de especial movimiento como el Prime Day, el Black Friday o la época navideña.
[Seguridad, eficiencia y productividad: la simbiosis entre humanos y robots llega para quedarse]
A ellos se suman sus compañeros no humanos, los famosos robots de Amazon, destacando los bautizados como drive, que alcanzan los 2.900 en el centro de Illescas y que, físicamente, se asemejan a una roomba, pero con un tamaño varias veces superior. Estos androides, capaces de desplazar hasta 1.300 kilogramos de peso, son los encargados de mover el género a lo largo y ancho de todo el almacén mediante las llamadas pod, las estanterías especiales que forman parte del complejo.
Según la firma, la combinación de ambos redobla la seguridad y permite un desplazamiento mucho más ágil, facilitando la colocación y recolección de productos por parte de los empleados y evitando que estos carguen más peso del necesario o que tengan que desplazarse grandes distancias. En concreto, precisan, la introducción de estos elementos robóticos permite almacenar hasta un 40% más de inventario.
Un proceso milimétrico
La simbiosis hombre-máquina es una constante a lo largo del proceso que sigue un producto desde que llega a MAD7 hasta que sale de él, un camino milimétrico que cada vez es más rápido.
Un recorrido que empieza con la entrada del género en el centro logístico a través de los camiones, que son registrados y descargados en el muelle de entrada de la primera planta, tras lo que pasa a las cintas transportadoras, las encargadas de movilizarlo hacia el interior. En este punto, un operario escanea la mercancía para comprobar que es la que se espera.
A continuación, se depositan en unas cajas negras (llamadas internamente totes) y vuelven a la cinta transportadora, con la que recorren varios kilómetros hasta la zona de almacenaje, situada en la segunda planta. Aquí es donde entran en escena las ya mencionadas pods y los drives, que ayudan al trabajador a escanear los productos y trasladarlos a través del almacén.
El proceso es el siguiente: el operario recibe la tote, escanea el objeto y un sensor en la estantería le muestra el lugar adecuado para que lo coloque, de forma que no haya dos similares en el mismo hueco y no se pueda inducir a error. Después, las pods se desplazan mediante los drives hacia una zona donde se almacenan unas junto a otras a la espera de que se emita una orden de compra.
Una vez que un usuario ha realizado un pedido, el proceso es a la inversa: la estantería vuelve a moverse a otra zona, donde el sistema le dice al trabajador cuál es el producto que debe coger y en qué estante está a través de un halo de luz para que lo introduzca, de nuevo, en una caja negra o tote, que vuelve a emprender un largo camino a bordo en una cinta transportadora.
Por último, los operarios de este tramo final recogen el género y lo meten en una caja con el logotipo de Amazon (o, en casos especiales, sin él). De vuelta a la cinta transportadora, el paquete se desplaza hasta el espacio que le llevará hasta su destino final.
Una convivencia ineludible
Cabe destacar que, paseando a lo largo de todo este proceso, una de las cosas que más llamó la atención a este medio es que el centro logístico de Amazon parece estar mayoritariamente ocupado por robots. Únicamente en algunos procesos, como la colocación de los productos en las cajas, se aprecia más movimiento “humano”. En el resto, los sonidos metálicos son la banda sonora habitual.
De hecho, hay tramos en los que apenas se ve un alma, algo reforzado por la enorme superficie del almacén, pero también por el despliegue de medios robóticos que existe en esta localización.
Desde la compañía han insistido en numerosas ocasiones que las nuevas herramientas de trabajo, entre ellas la inteligencia artificial y los robots, deben ser percibidas “como aliadas” y no como “una amenaza”. Según afirmaban hace poco, la tecnología "no va a acabar con el empleo", al contrario, "creará puestos de trabajo que hoy en día ni existen todavía".
La tecnológica ponía como ejemplo sus centros logísticos, donde sus miles de empleados conviven “mano a mano” con robots. Así, señalaban, el futuro laboral se presenta como un entorno híbrido en el que las máquinas y las personas van a convivir para lograr una mayor "productividad y eficiencia" en un entorno digitalizado. En él, afirmaban, no se puede perder de vista el hecho de que las máquinas deben complementar a las personas "y no al revés".
Actualmente, la integración de la inteligencia artificial y la robótica en el ámbito laboral plantea interrogantes ineludibles sobre el futuro del trabajo. Aunque hay quien teme la pérdida de empleos ante la creciente automatización, es crucial reconocer que, en el caso de los centros logísticos, como estos de Ikea y Amazon, la coexistencia entre humanos y máquinas no sólo es posible, sino también beneficiosa. El desafío radica en encontrar el equilibrio adecuado.