Innovación tecnológica e inversión están detrás de las llamadas smart grids, el próximo paso del sector energético, tan urgente como necesario para la transformación definitiva del sector pero sobre todo para la sostenibilidad y competitividad del mismo.
Unas redes cuya inteligencia permitirá garantizar la fiabilidad del suministro, reducir las pérdidas de energía, integrar fuentes de energía renovable de manera más eficiente, y proporcionar a los consumidores información en tiempo real sobre su consumo energético.
Además, estas redes permiten una gestión más eficaz de la demanda, promoviendo la participación activa de los usuarios en la optimización del sistema. Es decir, una de las principales diferencias de las redes inteligentes respecto a la red eléctrica tradicional es que el sistema smart grid es bidireccional, es decir, transmite la electricidad en ambos sentidos. De esta manera, tanto los hogares como los negocios pueden ser consumidores y también convertirse en pequeños productores de electricidad.
Pero disfrutar de tales ventajas requiere de pasos previos tan imprescindibles como necesarios y que parten de una realidad: ¿Qué hacer con las redes de distribución energética que ya existen?
“Es necesario hablar de smart grids, pero también de las redes tradicionales; la gente visualiza la redes como los cables que llegan a su casa, pero hay mucho detrás que no se ve. La situación actual y la futura, en el que se está trabajando, es que a esas redes se les está exigiendo y se les va a exigir mucho más para dar el servicio para el que fueron diseñadas. Y principalmente hay dos actores que están empujando este cambio: la integración de las energías renovables y la participación del usuario final”, explicaba Mariano Gaudó, director de Smart Grids Technology and Innovation en Naturgy UFD.
Dotar de inteligencia a la red tradicional
“Todos somos conscientes de que no se pueden desplegar cables todos los días ni instalar nuevas torres, así como así; es decir, que con las redes existentes tenemos que ser capaces de responder a unas demandas nuevas, distintas y muy intensivas. Eso se traduce en que necesitamos tecnología que permita que las redes clásicas se conviertan en inteligentes", añadía Gaudó.
El directivo de Naturgy defendió la posición avanzada en la que está España. "Se ha hecho mucho. El usuario final ya puede elegir con su comercializadora tarifas adaptadas a su consumo, estamos teniendo unos grados de penetración de energía renovable, especialmente fotovoltaica, espectacular y todo eso es gracias a la tecnología que se ha venido desplegando, pero aún queda por hacer”.
En la misma línea se posicionó Alberto Méndez, CEO y cofundador de Plexigrid, al señalar que esas redes clásicas “en su día eran inteligentes, pero claro para lo que tenían que hacer en ese momento. El mayor reto de toda la transición energética está en la red de distribución; son redes que se diseñaron hace cien años para un sistema de generación centralizada, con flujos de potencia muy predecibles, controlables y unidireccionales, desde las grandes centrales a las ciudades y al consumidor final. Ahora el escenario es totalmente distinto, con generación totalmente descentralizada. Bidireccional, que no puedes controlar al cien por cien porque no es posible controlar el sol que hace o cuándo llueve, por ejemplo”.
En definitiva, para Méndez, “tenemos la tormenta perfecta, pero en un sector regulado la mayor innovación que tiene que darse es la regulatoria y, en ese sentido y aludiendo a unas recientes declaraciones del presidente de Telefónica, Álvarez-Pallete, no podemos resolver los retos del siglo XXI con reglas regulatorias del siglo XX”. Precisamente esa necesidad de tener una regulación adaptada a la nueva realidad del sector era recalcada también por Santiago Cascante, jefe de Estrategia de Gridspertise: “Smart grid need smart regulation”, apuntó.
Es necesaria, por tanto, una nueva regulación que incentive además la inversión: “La regulación incentiva todo; si lo que se incentiva es la calidad de servicio como sucede ahora, pues es lo que tienes, el distribuidor se centra en ello. Pero si a nivel regulatorio cambias ese paradigma, cambia también el modelo de inversión. La innovación además tiene que convivir con años de legacy, con lo que cualquier tecnología que implantes en las redes de distribución tiene que ser capaz de reconocer el legado que ya hay. No puede funcionar si no lo hace y de ahí la importancia de tecnologías de virtualización, de los microservicios, etc", afirmó Cascante.
"Por todo ello –añadió–, se está empezando a discutir también sobre modelos regulatorios que en lugar de incentivar solo la inversión en activos, CAPEX, la incentive en la operación que conlleva que automáticamente la incentives en tecnología y digitalización. No será un cambio rápido, pero sí va a darse y porque sobre todo es imprescindible”.
Regulación e inversión, los frenos
Enrique García, director de Red Digital i-DE en España Grupo Iberdrola, resaltaba el freno que a esa inversión supone ser un sector regulado. “Nuestra capacidad de inversión está limitada por la propia regulación; esto ha hecho que invirtamos cuando nos vemos obligados, por ejemplo, cuando tuvimos que cambiar los cerca de 27 millones de contadores que hay en España por contadores inteligentes por Real Decreto. No nos quedó más opción que hacerlo, desviando inversión de otros temas”.
Una obligación que intentan siempre enfocar como una oportunidad, pero que, como reitera el portavoz de Iberdrola, “nos exige que esas inversiones limitadas sean lo más eficientes posibles y, por lo tanto, a elegir muy bien las tecnologías que implementamos”.
Tecnologías de vanguardia, como la automatización y la digitalización para optimizar la generación, distribución y consumo de energía eléctrica y que desde Schneider Electric conocen bien. “Sería necesario invertir un euro en redes por cada euro que se invierte en generar energías renovables. Eso no es real y tal vez la forma de alcanzar esa absorción es precisamente optimizando la red a través de tecnología”, señalaba Ángel Luis López, Responsable de ventas Power Systems de la compañía.
Y añadía: “El reto tecnológico es mayúsculo, sobre todo por la necesidad de absorber todo el legacy, que además ha tenido otro objetivo en el momento de su diseño. Lo más necesario son herramientas que permitan la gestión de esas redes o para una mejor toma de decisiones, para optimizar la capacidad de la red, etc. Hoy en día yo creo que todas esas tecnologías de gestión de activos, optimización, geolocalización, etc. están más que desarrolladas, el gran reto actualmente radica en la interconexión de todas esas plataformas para mantener la integridad del dato y para que exista una mayor correlación entre los diferentes actores del sector”.
Más inversión, una regulación acorde a las nuevas necesidades del sector, tecnologías que permitan dotar de inteligencia a las redes tradicionales... La lista de necesidades que permitan ese cambio de paradigma del sector es tan larga como urgente, según los expertos convocados por Disruptores.
“La garantía de éxito pasa por una planificación estratégica coordinada con la Administración en la que se establezca un marco en el que nuestras inversiones sean seguras, atractivas y mayores a las que hay previstas por ese techo que tenemos actualmente como sector regulado. Con esos dos ingredientes, planificación para saber lo que va a pasar y estabilidad regulatoria, podremos lograrlo”, afirmaba Mariano Gaudó, de Naturgy UFD.
Esa colaboración era destacada también por Alberto Méndez, de Plexigrid que explicaba cómo “la sinapsis es el mecanismo fundamental de la inteligencia, una neurona por si sola no piensa. Cuando se da esa sinapsis entre una neurona y otra es cuando ya se puede empezar a hablar de inteligencia. La clave aquí es lograr esa sinapsis entre el regulador, los operadores y los expertos en tecnología. Es decir, debemos apelar al codiseño de la nueva generación de tecnología de red con las nuevas reglas del juego regulatorio. Es imprescindible esa unión”.
Igual de categórico se mostraba Enrique García, desde Iberdrola, al afirmar que “sin redes inteligentes correctamente y suficientemente retribuidas no puede haber transición energética”.
Y a la urgencia apelaba Santiago Cascante, de Gridspertise: “El momento es ahora, ni dentro de cinco años, ni dentro de diez. En 2025 acaba la vida útil de la primera generación de contadores inteligentes. Aprovechemos ese hito para cambiar la regulación y para invertir. O se reconoce esta necesidad ahora o perderemos esta bala”.