Su día a día transcurre en una búsqueda continua del equilibro. Entre los fondos públicos y los privados. Las multinacionales y las micropymes. Entre la investigación avanzada y la realidad empresarial. El centro tecnológico se ha convertido en el funambulista de la innovación en España. Y Redit, la red de la Comunidad Valenciana, sabe mantener esa tensión como nadie. Esa armonía ha sido clave para captar dos tercios de los clientes de los institutos tecnológicos del país.
La labor de estos organismos de investigación sin ánimo de lucro es, por definición, apoyar a las compañías en su camino de la innovación. En España, la mayoría de las empresas son de pequeño y mediano tamaño. Un complejo tejido que dificulta la entrada de los centros en la particular realidad de cada cliente.
En la Comunidad Valenciana, esta situación es aún más enrevesada. Redit lo sabía, pero quería trasladar esa hipótesis en datos. Con ese objetivo elaboró un estudio junto a la Universidad Politécnica de Valencia (UPV) y obtuvo una conclusión: la industria autonómica está definida por tres rasgos que la hacen única en España. El primero es una cuestión de tamaño. "Hay más microempresas que en la media nacional", dice la directora de Redit, Cristina del Campo.
El segundo, de territorio. Resulta que las compañías están geográficamente más dispersas que en otras regiones. Los cinco principales distritos industriales de la Comunidad Valenciana no alcanzan el 45% de su PIB industrial. Sin embargo, en Cataluña, por ejemplo, el 51% de las empresas se ubica en un radio de 15 kilómetros de la ciudad de Barcelona. ¿Y tercero? El tejido está más diversificado por sectores que en otras comunidades.
Con todo ello (o a pesar de todo ello), Redit ha conseguido una singular capilaridad. Los centros valencianos obtuvieron 12.800 clientes en 2016, mientras que el conjunto de institutos del país consiguió 17.000. De ahí que ahora ostente el título de "primera red de apoyo a la innovación de pymes de España". Además, las empresas que colaboran habitualmente con Redit son un 9% más productivas y exportan un 17% más fuera de la Unión Europea. ¿Cómo lo ha logrado?
Una de sus claras apuestas, que con el tiempo ha resultado ganadora, ha sido crecer a pie de fábrica. Los 11 centros especializados que forjan Redit están distribuidos a lo largo de la geografía autonómica, con el propósito de convivir, literalmente, con la industria de cada zona. Cerámica en Castellón, calzado en Elche y Elda, textil en Alcoy…
Los institutos han acompañado, físicamente, a las empresas locales a dar un salto de innovación en sectores muy tradicionales. Cunas que cuidan de los bebés, impresión industrial en 3D de cobre, sandalias que protegen del dengue, guantes de béisbol con titanio, azulejos que se limpian solos o panes con microcápsulas de hierro son sólo algunos de los recientes ejemplos fruto de esta colaboración.
Pero esa cercanía no sería suficiente si se desatendiesen otros asuntos clave de la dinámica de los centros tecnológicos. Asuntos que obligan a los institutos a mantener un equilibrio constante. "A veces hay que convivir en dos ritmos que son difíciles", confiesa Del Campo. Por un lado, deben seguir investigando los retos tecnológicos a 10-15 años vista. Por otro, deben hacer que ese conocimiento sea compatible y útil para las necesidades de las empresas. "Somos el puente entre los grandes temas y el día a día de la pyme", añade.
Todo ello, apunta la directora de Redit, necesita ser engrasado entre administraciones que compartan la misma visión. "No hay ningún sistema de apoyo a la innovación en el mundo, tampoco el de Estados Unidos, que no ayude a los organismos de innovación intermedios como son los centros tecnológicos", destaca.
Pero los centros también buscan esa armonía con los fondos públicos. En 2016, la red valenciana obtuvo el 65% de sus ingresos de dinero privado y el 35%, de público. Ese equilibrio permite conservar el foco. Mientras la financiación de las administraciones estimula el conocimiento propio para estar en la vanguardia del conocimiento; el pago de las empresas obliga a mantener la investigación dentro del mercado. Si el centro tecnológico abusa de los fondos públicos, corre el riesgo de acabar olvidándose de la empresa; por el contrario, si existe una sobrefinanciación de lo privado sostenida en el tiempo, puede acabar convirtiéndose en una consultora. «El equilibrio es lo ideal», concluye Del Campo.
Para empresas de todos los tamaños
El tamaño no es un problema para trabajar con un centro tecnológico. “Cada vez hay más pequeñas empresas con responsables formados que buscan colaboraciones externas”, dice Del Campo. Este nuevo perfil directivo ve en la innovación la mejor herramienta para crecer y encuentra en los institutos profesionales especializados y el último equipamiento.