La hazaña de inventar en la era de Google y los algoritmos
Los inventores modernos se alejan de esbozos de complejas máquinas y se adentran en el 'software'. Medicina, tecnologías verdes o TIC son las estrellas de las nuevas patentesrn
10 junio, 2018 06:00Que el polímata Leonardo Da Vinci pasó sin pena ni gloria por su época no es un secreto. No fue hasta siglos después cuando el mundo aprendió a mirar con asombro sus reconocidas pinturas, pero también sus esbozos de máquinas inimaginables para el resto de sus coetáneos. El tiempo pone a cada uno en su sitio, o eso dicen, pero en el caso de los inventores ese lapso puede ser demasiado largo y, a veces, casi eterno. "A los inventores nos falta glamour". Quien nos lo dice es Esther Sans Takeuchi, nada menos que la mujer estadounidense con más patentes en su haber: 150. Y entre ellas, una que ha cambiado la vida de millones de personas desde hace tres décadas: la de las baterías que cargan los desfibriladores cardíacos implantables.
Hablamos con ella durante la entrega de Premios Inventor del Año otorgados por la Oficina Europea de Patentes, una suerte de Oscar de la investigación que pretenden precisamente eso: dar brillo y luz a los inventos que nos cambian la vida para destacar la figura de sus autores. "Estos no son unos premios de innovación más. Nuestro criterio principal no es la importancia científica o técnica, sino el impacto económico y social que sus patentes han tenido", dice el presidente de la EPO, Benoît Battistelli, como toda una declaración de intenciones.
Aparte de los flashes, de las fiestas previas, de la alfombra roja y de la gala de entrega en un abarrotado teatro, estos premios buscan poner el énfasis en la utilidad de aquello que se inventa. No son nuevas las dudas que suscita la brecha existente entre todo lo que se desarrolla y patenta y lo que finalmente acaba llegando al mercado. "Muchos inventores, científicos, y estudiosos del área académica logran grandes tecnologías e investigaciones, pero la pérdida para la sociedad es que se quedan ahí". Así lo lamenta Mehrdad Mahdjoubi, un joven inventor de 28 años que ha creado una ducha de circuito cerrado que filtra y reutiliza el agua para consumir un 90% menos de agua y un 80% menos de energía que una ducha convencional. Este año ha sido finalista en la categoría para pymes de los galardones.
«Desde la perspectiva académica, yo sería más prestigioso si te dijese que ahorramos el 100% del agua que gastamos en la ducha. ¿Pero a quién le importa eso si por la complejidad que entrañara no estaría disponible para que la gente lo compre?». Inventar pensando en su aplicación real es, por tanto, una de las claves para el éxito de las patentes.
«Tener algo y patentarlo es solo el primer paso. Tienes que desarrollarlo. Y el primer reto para conseguirlo es obtener financiación», cuenta John Fisher, nominado junto con Eileen Ingham por desarrollar un sistema de transplante de tejidos que evita el rechazo. Ellos vienen, precisamente, del mundo de la universidad.
rnY si el dinero es tan importante, ¿corremos el riesgo de que sólo se investigue en aquellas áreas que hagan rico a alguien al final del camino? «Sí», responde con rotundidad Takeuchi. Quien investiga lo hace porque espera obtener un beneficio económico a cambio. Ese es el sentido de las patentes de hecho: proteger tu invento para que se convierta en una herramienta de negociación frente a otros. «Las patentes son un instrumento económico», asegura Rainer Osterwalder, portavoz oficial de la EPO.
«Como inventor buscas áreas que den dinero; Dirigidas por la demanda y las necesidades reales», sentencia. Pero su fin es no sólo garantizar la exclusividad en la explotación o una capacidad de negociación frente a otros, sino también limitar el uso de la tecnología. «Las universidades obtienen patentes por cuyo uso no cobran. Necesitan hacerlo para controlar quién puede utilizar esos hallazgos», explica. Y lo mismo hacen las grandes corporaciones: cercionarse de que nadie más pueda utilizar un desarrollo concreto sin su consentimiento.
¿Y cuáles son las áreas en las que se trabaja para lograr cualquiera de estos objetivos? Los principales retos a resolver hoy, por los inventores tal y como explica Battistelli y se refleja en las aplicaciones que recibe la Oficina cada año, están vinculados a la medicina, la biotecnológica, las energías verdes y las TIC. No son muy distintas de las de hace unos, algo ha cambiado: la irrupción de los algoritmos y el software como fuente y destino final de creación.
"Ahora casi todo depende de un software. Y eso cambia la naturaleza de la innovación", dice Yann Menière, Chief Economist de la EPO. ¿El problema? El software no se puede patentar y los algortimos tampoco. Por ley, las patentes se refieren a soluciones técnicas para problemas técnicos que prueben en el mundo físico su capacidad resolutiva. Una fórmula matemática , por sí sola, nunca podrá protegerse.
"Hace una década teníamos máquinas avanzadas que utilizaban un software estándar; los avances mejoraban la máquina. Ahora, los objetos están conectados a la nube, se controlan remotamente. Y tenemos programas avanzados que utilizan máquinas estándar", admite Menière. ¿Dejan de tener sentido las patentes? La respuesta de la EPO es, evidentemente, un no. La solución son las llamadas invenciones implementadas por ordenador: algoritmos insertados en dispositivos físicos. En sectores como el de la medicina ya suponen el 50% del total de patentes y las certificaciones vinculadas a objetos inteligentes superan las 5.000 al año y subiendo.
Las nuevas tecnologías son un propulsor del desarrollo de nuevas ideas, pero también un arma de doble filo. "¿Cuál es el sentido de inventar en la era de Google? ¿Para qué crear algo de cero si puedes conseguir otra cosa que más o menos funciona?", se pregunta Mahdjoubi. La creatividad, la originalidad y el inconformismo son la respuesta. "Inventar es tener una mirada optimista para resolver problemas", dice Jane ní Dhulchaointigh, una de las galardonadas. Y el presidente de la EPO resume: "Los inventores son los héroes modernos de nuestro tiempo".
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