El presidente del MIT (Massachusetts Institute of Technology), Rafael Reif, ha remitido una carta a toda la comunidad educativa titulada La inmigración es una forma de oxígeno en la que critica con inusual dureza el impacto sobre la investigación científica de las políticas de la Administración Trump respecto a China.
Reif asegura en la carta que “como responsable de un instituto que incluye el MIT Lincoln Laboratory (financiado fundamentalmente por el Departamento de Defensa de EEUU) no podría tomarme la seguridad nacional más seriamente”, y recuerda que, en efecto, la institución ha tomado “políticas prudentes” de protección. El problema en su opinión consiste en el riesgo de “crear una atmósfera tóxica de sospechas y miedos infundados”.
Los investigadores chinos que hayan podido verse inmersos en casos de mala fe, según el presidente del MIT, “son la excepción y están bastante lejos de la norma”. Sin embargo, “los miembros de las facultades, doctorados, investigadores y estudiantes me dicen que, en sus relaciones con las agencias del Gobierno, se sienten ahora injustamente escrutados, estigmatizados y apartados sólo por su etnia china”.
La carta lo califica de “corrosivo para nuestra fuerza colaborativa e ideales de corazón abierto” y pide acabar con la “desconfianza y el desprecio”, porque este tipo de ataques forman parte de “una señal creciente que Estados Unidos está enviando al mundo”, en la que incluye otras vías de segregación por razón de religión, origen nacional, raza o etnia. “EEUU está cerrando la puerta”, dice Reif, y eso podría acabar con su condición de “imán de los individuos más emprendedores y creativos”.
“¡Estamos contentos, orgullosos y nos sentidos afortunados de teneros a todos con nosotros!”, proclama el presidente del MIT, para a continuación lanzar una invitación a todo el talento mundial a unirse a su comunidad. “Estoy convencido de que parte de la genialidad de América es que se refresca continuamente con inmigración”, añade, “la señal que creo que deberíamos lanzar, alto y claro, es la de que la historia de la inmigración americana es esencial para entender cómo EEUU se ha convertido, y sigue siendo, en optimista, abierta de mente, innovadora y próspera”.
Y concluye reafirmando que “la inmigración es una forma de oxígeno”, y como sociedad “cuando ofrecemos a los inmigrantes el regalo de la oportunidad, recibimos de vuelta combustible para nuestro futuro compartido”.