Estos días ha tenido lugar en Utrecht la Conferencia sobre Geografía de la Innovación y Complejidad. Andrés Rodríguez-Pose, de la London School of Economics, ha analizado si “debemos y podemos promover la innovación en la periferia” de la Unión Europea. Su conclusión es que se ha impulsado más la investigación que el desarrollo, por lo que hay que alinear las políticas de cohesión y las de innovación.
El aumento de I+D en las regiones europeas menos desarrolladas “no ha sido suficiente”, por lo que es necesario cambiar la política que se está aplicando, apunta el experto. Así, aboga por “complementar la búsqueda de la excelencia en la investigación con un mayor énfasis en innovación, en difusión y, además, en la asimilación de esta innovación”.
Para ello, hay que situar la innovación en el foco de atención en estas zonas menos desarrolladas y promover la creación tanto de redes paneuropeas como internacionales, pero no solo para investigadores, sino también para empresas, funcionarios y todos aquellos responsables en la toma de decisiones, advierte Rodríguez-Pose.
En un primer análisis sobre las zonas menos desarrolladas de la UE, el experto apunta que faltan recursos innovadores, así como capacidades y habilidades de investigación adecuadas, por lo que se corre el riesgo de “desperdiciar los escasos recursos para la innovación”. Así, en estas regiones, especialmente las del sur de Europa, tienen “menos capacidad para transformar la I+D en innovación”.
De hecho, explica Rodríguez-Pose, en teoría hay muchas zonas de la UE “rezagadas” que no pueden sacar el máximo provecho de la I+D “porque están demasiado lejos de la frontera tecnológica”. En este sentido, la “aglomeración” es buena opción, es decir, tener un gran número de actores innovadores en una misma zona favorece el poder crear “un entorno adecuado para la formación y difusión de nuevos conocimientos”.
En estos casos, otro de los factores clave es la calidad de las instituciones locales, porque pueden jugar un papel importante en la definición de la capacidad de innovación de estas zonas. “El conocimiento tiende a ser ‘pegajoso’ y viajar con gran dificultad”, advierte el experto.
Si la Unión Europea quiere convertirse en un motor para la competitividad es necesario sustentarla en “el ingenio y la creatividad” en lugar de en la mano de obra barata. El objetivo debe ser garantizar una inversión en I+D del 3% del PIB y tener una política para “contrarrestar el declive de la innovación en Europa”.
Por ello, concluye Rodríguez-Pose, se debería “maximizar” el potencial de innovación de la UE, porque hasta ahora “la concentración en áreas clave significa que gran parte del potencial de innovación no se está aprovechando”.
Además, esto provoca una falta de atención en las áreas menos desarrolladas es perjudicial tanto desde un punto de vista económico, como desde el social y político, al generar no solo una pérdida de potencial económico, sino también “descontento y resentimiento” político-social que puede afectar a los sistemas de innovación.