Resulta sumamente curioso que en Estados Unidos -y en el MIT en particular- se sucedan tantos ejemplos de genios polifacéticos y prolíficos frente a la cada vez más mermada innovación europea. Con la presencia de Ian Hunter, Patrick Anquetil, Eli Paster y Lynette Jones no podíamos dejar pasar la ocasión de tratar de entender lo que necesita el Viejo Continente para producir perfiles científicos de esa calidad -y cantidad-. Y la respuesta, unánime, fue clara: el modelo de trabajo universitario y de transferencia del conocimiento en Europa falla estrepitosamente.
"En España y en otros países europeos se prohíbe expresamente trabajar en la empresa privada si se aspira a determinadas posiciones dentro de la Academia. En Estados Unidos es todo lo contrario: se fomenta que los profesores estén involucrados en proyectos profesionales fuera de la universidad. Es como si vamos a una escuela de medicina y el profesor de cirugía no ha hecho una operación en años: no tendría experiencia, no sería bueno", explica de manera simple Hunter.
"Hay algo que la gente no entiende del MIT y es que los profesores obtenemos una cantidad muy significativa de nuestros ingresos fuera de la universidad. Eso que se podría ver como un conflicto en Europa es muy apreciado en EEUU".
Bajo el consenso en estas premisas, Hunter y Jones prosiguen con su particular alegato: "En muchas universidades europeas, cualquier cosa que la persona desarrolle mientras tiene un contrato con el centro es automáticamente es propiedad de éste. Es una forma de esclavitud, la universidad tiene el control total de ese profesor, cuando en realidad le está pagando tan sólo por unas determinadas horas a la semana. Lo que esa persona haga los fines de semana o por la noche no le incumbe a la universidad".
Anquetil, estudiante primero en Suiza y luego en EEUU, también se suma a las odiosas comparaciones de ambos modelos de hacer ciencia: "Volví a Europa después de mi doctorado y luego entré en el MIT en 1999. En el MIT todo el mundo estaba montando una empresa, era una locura en comparación con Europa, y esa cultura de salir del laboratorio hacia la empresa privada para poder mejorar la sociedad es generalizada, es como una presión de grupo".
Los datos corroboran el éxito del planteamiento tan liberal y flexible ideado en el MIT: las compañías surgidas de esta universidad facturan alrededor de tres billones de dólares (alrededor de tres veces la economía total de España) y en total hay 94 premios Nobel que deben tal honor a su labor en este prestigioso instituto.
Hecho éste, el de las buenas compañías y el ingente talento disponible en aquellas latitudes, que tampoco es baladí a juicio de Paster y Anquetil: "Es muy excitante tener todo ese talento concentrado en un mismo lugar, es también una forma de atraer aún más talento al MIT. Además, las relaciones entre cualquier alumno y los más laureados maestros surgen de manera muy espontánea. Por ejemplo, hay un pasillo llamado comúnmente como el ‘Corredor Infinito’ que conecta el campus de este a oeste, como una autopista, y en el que siempre te topas con alguien interesante. Eso no lo puedes hacer en otro sitio".