Durante siglos, los constructores han perseguido la fórmula ideal para conseguir el mortero más resistente, duradero y liviano. Pero desde que los romanos empezaron a emplear el hormigón para sus construcciones, la base para conseguirlo ha sido la misma: la mezcla de arena y grava con agua y aglutinantes para conseguir ese material resistente al paso de los años. ¡Hasta ahora!
Un equipo de investigadores del Departamento de Ingeniería Civil, Ambiental y Arquitectónica de la Universidad de Colorado han creado un tipo de hormigón bastante diferente: un hormigón que (podría decirse) está ‘vivo’ e incluso puede ‘reproducirse’. ¿El secreto? Su ‘masa madre’ en la que -como ocurre en el pan- son unas bacterias, las cianobacterias Synechococcus, las responsables de conseguir que un material inerte tome vida.
Un proceso que absorbe CO2
Estas bacterias se alimentan de dióxido de carbono y en su proceso de fotosíntesis producen carbonato cálcico, el ingrediente principal de la piedra caliza y, por tanto, del cemento. Los investigadores decidieron inocular colonias de cianobacterias en una solución de arena y agua y los microbios comenzaron a producir carbonato de calcio, cementando así las partículas de arena.
Pero el proceso era muy lento. Fue entonces cuando Wil Srubar, director del proyecto, pensó emplear gelatina para ayudar a las bacterias a crecer más rápido. Así consiguieron crear ladrillos de hormigón del tamaño de una caja de zapatos. Su aspecto verdoso era la marca de identidad de los responsables del proceso, los microbios. Un color que desaparece conforme los microbios van muriendo.
Un material vivo que se reproduce
Aseguran desde la Universidad que este nuevo material es tan resistente como los morteros actuales, pero con la ventaja de que en su fabricación no se produce CO2 sino que, por el contrario, necesita absorberlo para conseguir fabricarlo. Es por tanto un proceso más sostenible que el tradicional.
Pero las ventajas no acaban ahí: este nuevo “hormigón vivo” es autorreparable e incluso puede “reproducirse” a sí mismo. Si se corta uno de los ladrillos con una sierra de diamante y se deposita en un molde en las condiciones ideales, el proceso se inicia de nuevo. Cada bloque podría generar tres nuevos ladrillos.
En el estudio, que se ha publicado en la revista Matter, Wil Srubar apunta que estas nuevas estructuras pueden llegar incluso a curar sus propias grietas. "La naturaleza ha descubierto cómo hacer muchas cosas de una manera inteligente y eficiente. Solo tenemos que prestarle más atención".