Bruselas

El 26 de julio de 2016, los suizos Bertrand Piccard y André Borschberg, relevándose, completaron la hazaña de dar la vuelta al mundo en un liviano avión llamado Solar Impulse, propulsado únicamente por energía solar. Fue una aventura de 504 días y 17 etapas, iniciada el 9 de marzo de 2015.

Piccard, líder del proyecto, pilotó durante más de 23 horas la última etapa, para ir desde El Cairo hasta Abu Dhabi. Con él conversó Disruptores El Español, en Bruselas, sobre un nuevo reto que asume, al tiempo que se une, junto con la fundación sin ánimo de lucro Solar Impulse, a la iniciativa Academia Solar Europea, lanzada por el Instituto Europeo de Innovación y Tecnología (EIT).

O, por mejor decir, Piccard nunca se conforma con un sólo reto. En 1999 fue el primero en dar la vuelta al mundo en globo de un tirón. En 2016 lo hizo en su avión solar, como ya se ha dicho. Y en 2028 pretende repetir la hazaña con un avión propulsado por hidrógeno (verde, por supuesto), mientras ejerce de activista de la innovación, como una causa general.



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“Lo primero es demostrar que algo es posible. Hay demasiados escépticos que dicen que las cosas no se pueden hacer de manera diferente”, afirma Piccard. “Mi primer objetivo es demostrar que algo puede hacerse, como con el Solar Impulse. Ahora se trata del hidrógeno, que probablemente será más práctico para la aviación que la energía solar”.

Como del hidrógeno se habla a menudo en términos demasiado genéricos, el aventurero piloto quiere dejar claro que el avión en proyecto no usará “hidrógeno líquido” como tal combustible, sino “una célula de combustible, que produce electricidad a partir de hidrógeno. El avión es eléctrico”.

El ciclo del hidrógeno

Su propósito es “dar la vuelta al mundo volando sin escalas. Nadie lo ha hecho y es interesante demostrar que podemos ir más allá de lo obvio”.  

“Con el avión Solar Impulse se trataba de evidenciar que la energía solar puede utilizarse en todas partes. Ahora es una cuestión de eficiencia, considerando el ciclo del hidrógeno. Tal vez en este momento no es posible todavía cruzar los océanos, pero tenemos que empezar ya y comprobar que son posibles al menos vuelos de 2.000 kilómetros. Airbus cree en ello y por eso nos está apoyando, porque somos como un banco de pruebas”, añade.



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Mientras tanto, Piccard actúa públicamente como un apasionado activista de la innovación, en pro de “soluciones eficientes” para todo tipo de problemas. Quiere eludir posturas meramente “ecologistas”, a la vez que intenta romper la barrera entre posiciones políticas enfrentadas “de izquierda, derecha o centro”, que obstaculizan aplicar innovación. Son sus otros retos, notablemente difíciles.

“Nos apasiona la innovación, saltar fronteras y cambiar paradigmas, yendo más allá de lo obvio. Queremos tomar lo que existe y mejorarlo para el futuro”, declara impulsivamente.

“Debemos ser conscientes de que mucha gente nos odia. Hay grandes activistas que nunca hablan de soluciones, sino de problemas. Aunque es verdad que a veces damos la impresión de que la tecnología los resuelve todos, sin considerar las consecuencias”, prosigue.

“¿Podemos resolver el problema del CO2 poniendo en las nubes nanopartículas que reflejen hacia el espacio la luz solar, para enfriar artificialmente lo que artificialmente hemos recalentado? Eso sería absurdo… Pero la innovación tampoco debe ver ser vista como una agenda para no hacer nada ahora, porque las soluciones llegarán en el futuro. Tenemos que aplicar la innovación disponible ahora”.

Montones de enemigos

En su discurso, muy posibilista, Piccard admite que hay que lidiar con “montones de enemigos en el mundo de la economía, la industria y la política”. Es porque “se siguen utilizando tecnologías muy antiguas. Vivimos en el pasado y perturbamos a los que quieren mantener el statu quo. Y el mayor problema son los residuos”.

Se refiere, directamente, a la economía basada en el petróleo: “Con los motores térmicos obtenemos una eficiencia del 27%. Perdemos tres cuartas partes de la energía que les ponemos. Sin embargo, los motores del Solar Impulse tenían una eficiencia del 97%. Sólo perdíamos el 3%”.

“Vivimos en un mundo con procesos industriales anticuados, casas mal aisladas y sistemas de iluminación, refrigeración y calefacción del pasado, salvo los que usan bomba de calor y luces con diodos. Y seguimos quemando caros combustibles fósiles. Y creemos que es lo normal. ¿Estamos orgullosos de eso?”.

Su planteamiento para salir de ese atolladero es “entender la tecnología que puede llevar al mundo del pasado al presente y modernizarlo”.

“No se trata de ‘descarbonización’. Cuando decimos que hay que descarbonizar el planeta, la gente teme por sus empleos, sus ingresos, sus beneficios… Piensan que vamos a destruirlo todo. Se trata de modernización, que es lo que traerá la capitalización como una consecuencia lógica. Los que tienen que pagar salarios a final de mes también tienen que pensar en eso”.

“Lo importante es ofrecer mejor calidad de vida a la humanidad. Y no hay que hacerlo por las generaciones futuras, sino que hay que hacer el esfuerzo por la generación actual, para que obtenga todos los beneficios de esa modernización”, remata esta parte de su aserto.

Elecciones europeas 

Y eso lleva a Piccard a hablar de la política y los políticos: “Todo el mundo debe estar informado, especialmente ahora que tendremos un nuevo Parlamento [Europeo] y una nueva Comisión elegidos el próximo 9 de junio. Hay que intentar reunir a todos, en vez de separarlos aparte”.

Nuestra herramienta más poderosa es el green deal y nunca ha habido tantas opiniones encontradas. Tenemos a los ecologistas en un lado, los populistas en otro, los socialistas, los de centro-derecha… y cada uno trata de demostrar cómo hacer mejor la transición verde, peleando unos contra otros”, continúa su descripción de la situación.

“Hemos trabajado durante años con la fundación para ofrecer soluciones que hacen definitivamente rentable proteger el medio ambiente. Y no es innovación de mañana, sino de hoy, lista para llegar al mercado y unir a la gente en vez de separarla. Por eso hemos escrito un manifiesto que se titula ‘Europa 3.0: modernizar para prosperar’, en el que explicamos cómo innovar correctamente”.

Piccard se concentra en la energía asegurando que “las renovables son mucho más baratas que los combustibles fósiles, están más disponibles y son más locales”. Considera que es un asunto ineludible para que Europa sea “competitiva” y tenga “mayor soberanía e independencia energética”.

Pero a la vez expone que la Fundación Solar Impulse cuenta con “un millar de propuestas eficientes, que pueden ser utilizadas de diferentes maneras”. No obstante, advierte que conviene “entenderlas” porque “no siempre se pueden aplicar las mismas para todo. No hay una bala de plata que solucione todas las necesidades”.

No somos únicamente ‘solares’. Es el nombre que se le dio a la fundación después del vuelo alrededor del mundo. Pero hacemos mucho más. Trabajamos con el agua, la energía, movilidad, construcción, industria de la habitabilidad, gestión de los residuos, economía circular… y en cada uno de esos campos tratamos de colaborar con tantos actores como sea posible… incluyendo la Academia Solar Europea”, subraya Piccard, cuya labor casi evangélica le lleva a visitar continuamente gobernantes por toda Europa.

“Las soluciones buenas para Portugal y Grecia no son las mismas que para Suecia y Noruega, o Brasil, China y Estados Unidos”, indica, así que sugiere que en cada país se deben revisar las opciones, “económicamente rentables”, que mejor le encajan y pueden cuadrar con todas las tendencias políticas.

Llegar al mercado

“Esto es muy importante -añade- porque existen diferentes tendencias políticas que toman la protección del medio ambiente como rehén de sus propias necesidades, en vez de elegir soluciones que pueden ajustarse a las necesidades de todos”.

Piccard no deja de señalar con el dedo a la Unión Europea: “Como innovadores necesitamos financiación. Y eso la Comisión Europea lo está haciendo bien. Pero también necesitamos que las soluciones se pongan en práctica. Y no es el caso. Impulsamos la innovación de startups y empresas que crean soluciones rompedoras que, ¿a dónde van? A un catálogo. No se hacen realidad”.

“Necesitamos eficiencia para simplificar la carga administrativa que dificulta la puesta en práctica de las innovaciones. ¿Cuántos años hacen falta para que un invento llegue al mercado? Tienes que ser un comando tipo Rambo para superar las barreras y tratar desesperadamente de llevarlas al mercado”, reprocha.

“Hay que simplificar los procedimientos”, remacha. “Y lo segundo es que hay que invertir masivamente para implementar esas soluciones. Necesitamos inversiones por encima del 3% de déficit permitido. Ese 3% está bien si hablamos de problemas estructurales. Pero si se trata de inversiones, debería permitirse ir más allá, porque una inversión es, por definición, algo que trae luego más dinero que el que se ha gastado”.

Para completar el cuadro, Piccard incide en una tercera cuestión: “El marco legal… Está permitido contaminar y ser ineficiente. Los que contaminan lo destruyen todo, pero pueden decir que es legal si lo hacen siguiendo las reglas. Lo que significa que hay que cambiar las reglas. Y eso querríamos que lo consideren los votantes”.

Quizás con una carga de ingenuidad impropia de un experimentado aventurero, Bertrand Piccard se declara convencido de que, tal vez a partir de las próximas elecciones europeas, será posible llegar a “implementar soluciones innovadoras y reconciliar a la izquierda, la derecha, los ecologistas y la industria, en una intersección en la que se ofrezcan beneficios a todas las partes”.