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Senén Barro (As Pontes, A Coruña, 1962) lleva varias décadas dedicándose a una tecnología y a un campo de investigación que ahora copa titulares. "Empecé mi carrera en Física, en la Universidad de Santiago de Compostela (USC), en los años ochenta. Fue entonces cuando, casi por casualidad, se cruzó en mi camino la inteligencia artificial (IA)”, relata durante una entrevista con DISRUPTORES - EL ESPAÑOL.

Terminó sus estudios especializándose en Electrónica, un ámbito que “ya en esos años era apasionante”. Sin embargo, confiesa que, en realidad, lo que más le atraía era todo lo que veía que estaba por llegar. “Me sentía fascinado por el potencial de la IA, en pañales en ese momento, pero que prometía un futuro revolucionario”, cuenta. “Desde entonces, y hasta la actualidad, la inteligencia artificial ha sido una parte fundamental de mi vida, tanto en el ámbito académico como en lo personal”.

Atiende a este medio por videollamada desde la institución donde se despertó su curiosidad por esta tecnología, entonces incipiente, y de la que nunca se ha desligado. Aquí fundó el Grupo de Sistemas Inteligentes y ejerció durante ocho años como su rector. Además, su trabajo como investigador le valió en 2020 el Premio Nacional de Informática José García Santesmases, otorgado por la Sociedad Científica Informática de España (SCIE).

Ahora es director científico del CiTIUS (Centro Singular de Investigación en Tecnologías Inteligentes de la USC). Desde aquí ha impulsado aplicaciones prácticas, convencido de que “una IA desarrollada con conciencia ética puede mejorar nuestras vidas y resolver problemas sociales complejos”. 

Un enfoque que también le ha llevado a crear dos startups: Situm Technologies, spin-off de la USC, con desarrollos dedicados al posicionamiento en interiores a través de móviles y ya desplegados en más de 70 países; e InVerbis, dedicada a la minería de procesos. 

Invertir para acelerar

Cuando Senén Barro empezó a explorar la inteligencia artificial, su desarrollo avanzaba a un ritmo lento. Algo que ha cambiado “radicalmente” en los últimos 10 años con la aparición de “aplicaciones y modelos que están teniendo un impacto y una utilidad sorprendentes”. Para él, esto es un claro ejemplo de la importancia de apoyar la ciencia básica. “La IA es, en gran parte, el resultado de décadas de investigación básica impulsada por la curiosidad y el deseo de comprender. Sin ese trabajo inicial, los avances que hoy celebramos simplemente no habrían sido posibles”, asegura el investigador. 

Este punto de inflexión lo atribuye, sobre todo, a la combinación de cuatro factores: el desarrollo de modelos de aprendizaje automático más avanzados y eficaces, la mejora exponencial de la capacidad de cómputo, un aumento de la cantidad de datos disponibles y, al que califica de más importante, con una mezcla de entusiasmo y prudencia, la inversión privada.

"Una IA desarrollada con conciencia ética puede mejorar nuestras vidas y resolver problemas sociales complejos"

Empresas como Google han invertido miles de millones de dólares en investigación y desarrollo de la IA, con cifras que superan el gasto que realizan en educación muchos países”, compara. Este capital privado es el que, según el investigador, ha generado un ecosistema de crecimiento acelerado, atrayendo a investigadores y empresas que “al ver el potencial de la IA, han decidido apostar por su desarrollo”.

Una apuesta que también están realizando países como China, invirtiendo muchos recursos en este terreno, y con la que Estados Unidos y Europa tendrán que competir. “La inversión en Europa es limitada en comparación con otras regiones, y debemos asegurar que no solo seguimos avanzando en tecnología, sino que también cuidamos su aspecto ético y humano”, afirma.

Impacto en el entorno laboral

Por eso, en su papel de divulgador, Senén Barro siempre ha sentido la responsabilidad de explicar lo que es la inteligencia artificial y lo que no es para "evitar malentendidos y exageraciones que puedan desinformar al público”. Algo que, incluso, califica como un deber de los expertos en este campo, sobre todo en un momento en el que la IA está empezando a llegar a múltiples ámbitos de la vida cotidiana, desde los dispositivos móviles hasta su aplicación en diagnósticos médicos.

Desmitifica algunas de las preocupaciones más comunes, sobre todo la posibilidad de que esta tecnología sustituya a las personas a corto plazo. “Es un tema delicado porque, aunque la IA ha alcanzado capacidades extraordinarias, no debemos caer en alarmismos. Hay afirmaciones que, en su momento, fueron emitidas por algunos especialistas en la materia y que luego el tiempo ha desmentido”. 

Pone como ejemplo una afirmación que oyó en 2016, cuando se aseguraba que en cinco años la radiología estaría completamente automatizada y se podría prescindir de los radiólogos. “Estamos en 2024, y no solo seguimos necesitando a estos profesionales, sino que su demanda ha aumentado. Es cierto que la IA ha avanzado mucho en el análisis de imágenes médicas y se está utilizando en hospitales para ayudar a interpretar tomografías y radiografías, pero la labor del radiólogo sigue siendo indispensable”, afirma.

Para Barro, la clave está en prepararse para este desarrollo tecnológico y sus consecuencias. “Es fundamental que adoptemos políticas de educación y reciclaje profesional que permitan a las personas adaptarse a este nuevo entorno laboral", apunta

"La IA es el resultado de décadas de investigación básica impulsada por la curiosidad y el deseo de comprender"

"Debemos pensar en la IA no como una amenaza, sino como una herramienta que puede liberar a los trabajadores de tareas tediosas y dejar espacio para actividades más creativas y que aporten valor. Algo que solo será posible si hacemos una transición ordenada y bien planificada”, agrega.

En este sentido, considera que se deben poner en marcha políticas de “redistribución económica” que acompañen estos procesos de automatización. Señala que, una vez demostrado que la inteligencia artificial aumenta la productividad y la eficiencia, esos beneficios deben repercutir en mejoras para la sociedad y no solo en engrosar los números de las empresas. “El progreso tecnológico tiene que ir de la mano de un avance en justicia social, de lo contrario, solo estaremos aumentando las brechas en lugar de reducirlas”, advierte.

Compromiso con las nuevas generaciones

Como catedrático de Ciencias de la Computación e Inteligencia Artificial de la Universidad de Santiago de Compostela, Barro lleva más de 30 años formando a nuevas generaciones de investigadores en inteligencia artificial. Fiel a sus principios, su objetivo no solo es capacitarles en esta tecnología, también prepararles para que sean conscientes de los nuevos retos que implica. “Quiero asegurarme de que mi grupo y mis estudiantes cuenten con el apoyo y los recursos necesarios para desarrollar una IA que realmente beneficie a la sociedad”.

En este tiempo, ha sido testigo del creciente interés del alumnado por la inteligencia artificial “más allá de la informática o la ingeniería, si no como un conocimiento multidisciplinar”. Cuenta con orgullo que no solo ha crecido “notablemente” la demanda del grado que esta institución educativa imparte sobre esta materia, también “hemos logrado que el porcentaje de mujeres supere el 30%, algo que no es habitual en otras áreas tecnológicas, donde la presencia femenina suele ser mucho menor”. 

"Es necesario que desde edades tempranas se integre la IA en el aprendizaje para desarrollar el pensamiento crítico y la competencia digital"

Su enfoque educativo no solo abarca los conocimientos técnicos. Asegura que siempre ha trabajado para que los estudiantes comprendan el impacto social y ético de sus investigaciones y se conviertan en profesionales “responsables”. "La IA va a formar parte de nuestras vidas, y quienes trabajamos en su desarrollo debemos asegurarnos de que esté orientada al bien común”, afirma. “No debería limitarse a asignaturas específicas, debería formar parte de todas las áreas de conocimiento, desde las matemáticas hasta la filosofía”

Pero su visión académica va más allá de su consideración en los programas de estudios superiores. “Es necesario que la educación y la formación se adapten a estos cambios y que desde edades tempranas se prepare a las personas para trabajar y convivir con tecnologías avanzadas. No se trata de añadir una materia más, sino de integrarla en el resto del aprendizaje para desarrollar el pensamiento crítico y la competencia digital”, defiende.

A pesar de ser un defensor acérrimo de ella, Barro también es muy claro al señalar las limitaciones de la inteligencia artificial. Para él, la idea de una "inteligencia artificial general", o una máquina con capacidades cognitivas y consciencia como el ser humano, sigue siendo “una fantasía”. “La IA de hoy es asombrosa con su capacidad para resolver problemas específicos, pero no representa una inteligencia comparable a la humana. Su ‘inteligencia’ se basa en patrones de datos, no en una verdadera comprensión”.



"Regular no frena la innovación"

Senén Barro sigue de cerca el marco regulatorio en torno a la inteligencia artificial, especialmente la nueva ley de la Unión Europea que establece limitaciones y directrices para su uso responsable



"La regulación es positiva y absolutamente necesaria, porque la tecnología avanza a una velocidad que a veces nos sobrepasa. Con ella, el objetivo no es frenar la innovación, sino encauzarla de manera que no vulnere derechos ni cause daños innecesarios,” reflexiona Barro, añadiendo que esta legislación se centra en regular los usos de la IA y no en restringir la tecnología en sí misma.

Espera que otras regiones sigan el ejemplo de Europa. “No es una limitación, sino una oportunidad para que el sector empresarial y académico trabajen en un entorno claro y seguro,” señala. Barro cree que esta regulación también abrirá la puerta a nuevas oportunidades de negocio y al desarrollo de buenas prácticas en IA.