Si uno introduce en Google ‘Huawei’ como término de búsqueda verá que (desafortunadamente para la marca) en los últimos meses abundan las noticias que la relacionan más con la batalla geopolítica que vive con Estados Unidos con la excusa de las redes 5G, que sobre sus terminales móviles. Al menos, en lo que se entiende como prensa tradicional. Es una situación extraña, porque la firma china lo está haciendo realmente bien en términos de comercialización (ya ha logrado situarse en el segundo puesto de ventas en España y sus beneficios globales han crecido un 25% en 2018) y se expande a una velocidad que asusta a los que antes mandaban en el negocio, al mismo tiempo que los gobiernos y las compañías de telecomunicaciones se ven obligadas a posicionarse en la batalla sobre si confiar o no a ellos el desarrollo de sus redes.
Así, mientras su ritmo de expansión y el nivel de conocimiento de marca por parte de los usuarios finales no dejan de crecer, se expanden las dudas (no probadas aún) sobre inseguridad en la utilización de sus sistemas. Destacados miembros del Gobierno chino ya se han pronunciado en contra de esta guerra, y es una casualidad llamativa que el mismo día en que Huawei reunió a 3.000 personas en París (de ellas, 1.800 periodistas venidos de todo el mundo) para lanzar su última gama de terminales móviles, los P30 y P30 Pro, el presidente del país, Xi Jinping, estuviese de visita oficial a Francia. Las tecnológicas chinas son una cuestión de estado, parece, porque son la gran arma del país para seguir captando riqueza y recursos. Y la apuesta decidida de China y de Huawei es hacer de Europa su territorio conquistado.
En esta ocasión, la presentación mundial de los P30 en París se limitó a cuestiones técnicas y no se repitió la estrategia del pasado Mobile World Congress, cuando el presidente rotatorio de la compañía, Guo Ping, utilizó el escenario barcelonés para dirigir respuestas directas y punzantes a la gestión de Donald Trump. Sin embargo, sí resulta llamativo que la conferencia se abriese, sin que ningún speaker saliese al escenario todavía, en el momento máximo de atención inicial, con tres vídeos de tres portavoces relevantes de Telefónica, Orange y Vodafone mostrando su apoyo y entusiasmo hacia Huawei. El mensaje, aunque velado, estaba claro: las telco europeas están con ellos. Y Huawei necesita estar con Europa.
Precisamente por eso el trabajo de la compañía china y de los ingentes departamentos de comunicación que tiene en los 170 países en los que ya opera está marcado por la necesidad de cambiar la conversación e impedir que el ruido político tape las innegables potencialidades de sus dispositivos. Que el sector de tecnología de consumo no se vea afectado por las infraestructuras de red, que de hecho están configurados como entidades empresariales distintas. La apuesta económica para lograrlo es fuerte. Tan fuerte, como pocos recuerdan.
Por eso, en París han reunido a una más que extraña miscelánea de periodistas, blogueros y youtubers especializados en tecnología e influencers de moda y lifestyle venidos de todo el mundo que atesoran decenas de millones de seguidores en sus perfiles sociales para mostrar al mundo las bondades de Huawei. No es una estrategia nueva en el sector, pero sí llama la atención el tamaño y la fuerza de la inversión.
Sus nuevos móviles tienen que llegar directos a los más jóvenes, a quienes poco importan las batallas diplomáticas o las detenciones de altos cargos de la compañía, y para ello Huawei no ha escatimado en recursos. Solo en el caso español (una estrategia que se ha replicado en otros países) Huawei fletó un avión customizado con los logos de la marca y del lanzamiento con 150 periodistas e influencers para conocer in situ el lanzamiento. Todo ello, mezclado con la retransmisión en directo con un programa especial con rostros tan conocidos como Roberto Leal (el presentador de moda gracias a OT) y la periodista Berta Collado y la participación de distintas influencers desde Madrid que contaban, entre otras cosas, qué colores eran sus favoritos. La inversión es tan potente como excéntrica y llega a los detalles más nimios. Porque si un avión privado customizado no es suficiente, se le añaden cabezales de asientos personalizados, servilletas tematizadas con la marca e incluso posavasos.
Y así es cómo la marcha china trabaja para seguir conquistando Europa, en una doble estrategia diplomática y social, diciendo que hay vida más allá de Sillicon Valley para hacer presentaciones tecnológicas, elevando el tono político para consolidar la confianza de las instituciones europeas y apostando por la comunicación para no ensombrecer las evidentes bondades de su tecnología. Y Europa, mientras, se deja querer en este cortejo de alfombras rojas.