Un equipo de investigadores de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) desarrollan una tecnología basada en criptografía que impide la copia ilegítima de obras digitales y proporciona seguridad en las operaciones entre compradores y vendedores, sin necesidad de intermediarios.
Así, han creado BArt una herramienta cuyo desarrollo se ha publicado en la revista científica Concurrency and Computation: Practice and Experience. Se trata de una "capa por encima de la tecnología de bitcoin, que aprovecha todas las ventajas, como el funcionamiento basado en un registro contable distribuido, público y transparente, en el que todas las transacciones son públicas", apunta Cristina Pérez-Solà, investigadora de los Estudios de Informática, Multimedia y Telecomunicación de la UOC, que junto con Jordi Herrera, investigador del departamento de Ingeniería de la Información y de las Comunicaciones de la UAB, han desarrollado esta tecnología.
BArt proporciona trazabilidad, ya que los artistas pueden hacer un seguimiento de sus obras de arte, y seguridad, porque los propietarios de los activos pueden demostrar criptográficamente su propiedad y así hacer prácticamente imposible la suplantación. Otra de sus fortalezas es evitar la censura, ya que "tecnológicamente no hay ningún modo de prohibir las obras ni de evitar las transacciones entre artistas y compradores", puntualiza la investigadora de la UOC.
Otra de sus ventajas, explica, es su descentralización, ya que no hay ninguna autoridad central encargada del sistema, como podrían ser los bancos en el caso de operaciones con divisas. Esta característica, según los investigadores, ayuda a "democratizar el mercado del arte, dado que el sistema propuesto puede ser útil tanto para artistas consolidados como para los emergentes para comercializar sus obras, puesto que no es necesario ningún intermediario para la distribución o la comercialización".
Cómo funciona BArt
"Creamos tokens —nombre que reciben los activos digitales desarrollados en bitcoin— que representan derechos sobre obras de arte, pero podrían aplicarse a cualquier contenido digital, como canciones o películas. Los autores otorgan un valor a los derechos sobre una determinada obra en bitcoins", detalla Cristina Pérez-Solà.
Así, gracias al blockchain se pueden hacer las operaciones de compra y venta sin terceros, porque esta tecnología facilita intercambiar los derechos por bitcoins para poder comercializarlos y protege las obras digitales, de manera que se puede demostrar con claridad quién es su propietario. Respecto a la censura, al ser un sistema muy distribuido y descentralizado, señala la investigadora, "es muy difícil que una productora, o incluso una autoridad de un estado, si no le gusta, pueda evitar su venta".
"No hemos diseñado un sistema diferente inspirado en bitcoin, sino que lo integramos. Hemos detectado otras soluciones que proponen alternativas similares, pero no están suficientemente maduras, por ejemplo, no facilitan la compra o no definen cómo evitar la censura", puntualiza la investigadora.
BArt utiliza una almohadilla como identificador único de los contenidos digitales para incluirlos en transacciones de cadena de bloques de bitcoin con un formato concreto que especifica el protocolo codefinido por las universidades. Los usuarios solo necesitan disponer de un monedero de bitcoins y de un software estándar de interacción que se utiliza para operar en él, haciendo y recibiendo transferencias, que habrá que adaptar para interpretar el protocolo.
Además, la tecnología plantea utilizar representaciones de activos e intercambios de activos digitales (tokens) encima de bitcoin, gracias a unos protocolos conocidos como monedas de colores (colored coins), métodos para asociar activos del mundo real con direcciones en la red bitcoin, como un objeto o una obra digital. BArt aprovecha las monedas de colores y les otorga un significado especial para poder identificar las transacciones concretas, gracias a la implementación de los monederos que determina el protocolo creado.
"Codificamos las transacciones de una determinada manera para que todos los actores sean beneficiados. Y, cuando alguien compra, adquiere la clave para descifrar los contenidos, que se pueden visualizar descargándola y combinándola con el contenido en cuestión", apunta Pérez-Solà.