Hace cinco años, la Cloud Native Computing Foundation lanzaba oficialmente los Kubernetes, un sistema de código libre para manejar contenedores. Con esta plataforma se iniciaba la era dorada de esta tecnología, que permite agrupar y aislar entre sí aplicaciones sobre un mismo sistema operativo, posibiltando la migración de toda clase de apps entre entornos 'legacy' y la nube, con un grado de seguridad alto y una flexibilidad que antaño parecía imposible.
Esa base de los Kubernetes es la que ha posibilitado un enorme mercado asociado, en el que prácticamente todos los competidores del mercado se han introducido de lleno, desde los grandes 'players' TIC como Oracle, Microsoft o Amazon hasta los colosos de las redes -Cisco, por ejemplo-, pasando por los principales afectados: los proveedores de herramientas de virtualización y cloud híbrida, como Red Hat y VMware.
Y entre ambos se está gestando una importante batalla sobre la arena de los contenedores. VMware llegó tarde a este terreno, ya que en un inicio no confió en el éxito de Kubernetes y tan sólo ha apostado decididamente por esta plataforma de orquestación desde hace dos años. Un plazo que, casualmente, coincide con algunas adquisiciones clave con las que la filial de Dell ha buscado ponerse al día: Heptio, Pivotal Software (2.700 millones de dólares en 2018), Bitnami (en mayo de 2019) y Bitfusion (en julio, por un montante no conocido).
Con todas estas patas individuales, VMware se atrevió a anunciar en agosto del pasado curso su Project Pacific, una iniciativa con la que esta firma buscaba convertir su plataforma de virtualización estrella vSphere en un entorno claramente nativo para estos contenedores de código abierto. Su resultado fue materializado con el reciente lanzamiento de vSphere 7, el cual incluye -y este es el factor clave para cualquier éxito en este campo- la posibilidad de crear aplicaciones con contenedores que se puedan ejecutar en las principales nubes públicas del mercado (AWS, Microsoft y Google).
Hablar de guerra entre VMware y Red Hat, no es algo baladí. VMware se ha esforzado mucho por dejar clara su fuerte apuesta por este segmento de negocio, incluso cuando no tenía soluciones completas para ofrecer a sus clientes. Sin ir más lejos, Pat Gelsinger, director ejecutivo de la casa, llegó a pronosticar que VMware sería "el tono de marcado para la gestión de Kubernetes", cuando aún estaba inmerso en el diseño de su propuesta comercial y sin esa imprescindible compatibilidad con las principales nubes públicas.
La respuesta de Red Hat
Tanto empeño de VMware por demostrar su empeño en este terreno se debe al reconocimiento implícito de la fortaleza y dominio de Red Hat en lo que a Kubernetes se refiere, con sus dos grandes propuestas: RHEL 8.2 y OpenShift. Hoy por hoy, la ahora empresa de IBM es el dueño y señor de este mercado, además compitiendo frontalmente en muchos de los nichos paralelos de la virtualización y la cloud híbrida que a ambas atañe.
Por todo ello era relevante saber las respuestas de Red Hat ante la (ahora sí real) oferta de VMware. "Al fin estamos todos de acuerdo en que Kubernetes es el futuro, eso es bueno", lanza el primer dardo Ashesh Badani, vicepresidente senior de Cloud Platforms en la firma roja. "Pero hay grandes diferencias, por lo pronto que nosotros llevamos trabajando en esto cinco años y otros apenas están empezando".
La lectura de la cartilla sigue en palabras de Badani, durante el RH Summit: "Nosotros siempre hemos apostado por estar abiertos a todas las nubes y por el código abierto. Otros han estado siempre enfocados en infraestructuras propietarias". Y para finalizar, una de cifras: 1.700 clientes a escala global de Red Hat en Kubernetes, probados y consolidados, contra los residuales casos de éxito que puede acumular VMware en el escaso tiempo de vida que tiene su propuesta completa (si no sumamos los usuarios de cada uno de los pilares aislados).
No hay mucho que añadir a este detallado y conciso análisis. Quizás lo único que queda es contrastar esta estrategia en datos de negocio contantes y sonantes. Y si nos atenemos a los últimos ingresos de Red Hat antes de la crisis del COVID-19, los del cuarto trimestre de 2019, lo que vemos es un incremento notorio del 24% en su facturación, hasta superar por primera vez en su historia los 1.000 millones de dólares en solo tres meses. Por comparar, los ingresos de VMware en ese mismo período crecieron a la mitad de velocidad, al 11% interanual, hasta los 3.070 millones de dólares.