La Covid-19 ha abierto los ojos de muchos padres sobre las actividades de sus hijos pre-adolescentes y adolescentes en relación a la tecnología. "No es que antes no fueran adictos a las pantallas, sino que el confinamiento ha evidenciado el uso abusivo y enfermizo de las tecnologías, y muchos padres han sido ahora conscientes de ello", afirma Marc Masip, fundador y CEO del Instituto Psicológico Desconect@, y creador de un método innovador del mismo nombre destinado a tratar las adicciones que más castigan a nuestros adolescentes: videojuegos, redes sociales y pornografía.
Masip recorrió Singapur y Suecia para analizar las metodologías más avanzadas en adicciones y líneas educativas para jóvenes y adolescentes adictos, chicos y chicas entre 11 y 18 años. Fundó Desconect@ hace 8 años en Barcelona, que agrupa un hospital de día y un centro educativo, donde se imparten cursos desde el primero de la ESO hasta bachillerato, una formación adaptada y que va acompañada de terapia. Actualmente, 46 alumnos y 60 pacientes están a cargo de 27 profesionales, con Masip al frente. En septiembre abrirá un segundo centro en Madrid, que iniciará su actividad como hospital de día.
El método terapéutico de Desconect@ descarga de tensión a las familias, inmersas en situaciones angustiantes e incluso de violencia. "Lo que pasa y se habla en Desconect@, se queda aquí", comenta Masip. Y si hay que retirar ordenadores, los retiran ellos, "por lo que el mal humor y la agresividad no invaden el hogar". Se podría decir que es un centro analógico. Los móviles se entregan a la entrada y se recogen a la salida. Un mal uso de ellos puede comportar la carga de un software de control de uso y de horario. La enseñanza es hiperpersonalizada, con solo cuatro alumnos por clase y ocho en terapia grupal. Hay reglas, muchas, que deben cumplirse. Los compromisos adquiridos no admiten discusión.
"Somos muy estrictos y las exigencias en orden, comportamiento y educación son altas. Pero esta rigidez la transmitimos con valores en todos los ámbitos de la vida de la persona. Es importante como se sientan, como se comportan durante la comida o como participan en las terapias. Están permanentemente monitorizados por nuestros profesionales, pero, eso si, con mucho cariño", explica Masip.
El método que se aplica, que se muestra infalible en un porcentaje altísimo, estructura las adicciones a las nuevas tecnologías en tres bloques: el móvil y las redes sociales, los videojuegos y la pornografía. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), el 69,8% de los niños y jóvenes entre 10 y 15 años dispone de un smartphone, porcentaje que se incrementa hasta el 94,8% si solo se tiene en cuenta la población de 15 años.
Así pues, el móvil y las redes sociales están presentes en la vida de todos. Por este motivo, prohibir no está contemplado en Desconect@. "Nuestro objetivo es enseñarles a que hagan un buen uso, pero en ningún caso prohibir. Realizamos una reeducación tecnológica, pero no hay que olvidar que se trata de una adicción y por lo tanto la recuperación nunca es a corto plazo", apunta Masip. Son conductas muy consolidadas y se actúa sobre ellas a través de "mucha psicoterapia personalizada y terapia de grupo". Eso sí, asegura que cuando el paciente recibe el alta "es para siempre".
Para los videojuegos y pornografía, la prohibición si que es ineludible. "No la aplicamos de manera radical al inicio, pero consideramos que tienen el mismo nivel de peligrosidad que las drogas o el alcohol", afirma Masip, que celebra que la Organización Mundial de la Salud (OMS) finalmente incorporara el 2018 la adicción a los videojuegos a las enfermedades mentales. Según datos del pasado abril, coincidiendo con el confinamiento, el consumo de videojuegos en línea aumentó un 75% en España. Estas cifras resultan especialmente preocupantes si se tiene en cuenta que la última Encuesta sobre uso de drogas en Enseñanzas Secundarias en España (Estudes) de 2018 sitúa a los videojuegos como una práctica habitual para el 82,2% de los jóvenes entre 14 y 18 años.
Diversos ensayos neurocientíficos indican que videojuegos y pornografía generan la segregación de cortisol y dopamina, hormona y neurotransmisor que están relacionados con la sensación de felicidad. Es así como el cerebro de los más jóvenes queda atrapado hasta desarrollar una adicción que les genera cambios en la conducta personal y sexual, incremento de la agresividad, despersonalización y deshumanización. Teniendo en cuenta que los niños reciben el primer móvil a edades tempranas, con él se cuela en sus vidas la pornografía y su consumo.
"En Desconect@ aplicamos la educación sexual sana y segura. En las sesiones terapéuticas, les trasladamos que la pornografía es un sexo irreal, con unos roles y unos patrones de conducta equivocados que les llevarán a tener repulsa por el sexo en el mundo presencial y a una concepción de la realidad muy distorsionada", explica Masip, que asegura que el confinamiento ha agravado la situación de muchos niños y adolescentes. "Debemos guiar a los jóvenes para que sepan convivir de manera sana con la tecnología. Se trata de una necesidad social".
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