Hace al menos tres lustros que la educación se convirtió en un territorio disputado por gigantes tecnológicos. Unos con tabletas, o con portátiles, convertibles y pizarras digitales. Otros, con software y adaptación de contenidos… Y luego, Google, un actor principal aportando el concepto y el ecosistema Chromebook, en el que el hardware lo ponen muchos fabricantes diferentes. El navegador de internet es su garantía de compatibilidad, porque "no hay nada tan democrático como desarrollar para un navegador que va a funcionar en todos los sistemas. No sólo los que hay, sino los que vengan, también".
Entonces llegó el coronavirus y mandó parar. La tecnología entró a la fuerza en las aulas, para mandar a los chicos a casa. Pero es chocante escuchar cierto triunfalismo en algunos, como si esta revolución fuera una victoria de la tecnología por encima de la educación. Así que el periodista cuestiona al responsable de Google for Education para el sur de Europa, Oriente Medio y norte de África que ocurrirá, cuando esta anormalidad pase.
"Es un cambio de paradigma", responde Marc Sanz a INNOVADORES. "La tecnología no es un fin. Damos la impresión de que queremos empujar y meter más tecnología y no es nuestro objetivo. Es la manera de acercarnos al objetivo real: mejorar el aprendizaje de todos, de una manera asequible y escalable. Es fácil hacer herramientas educativas para el top 5% de colegios privados del mundo. Lo difícil es hacer una herramienta que podamos ofrecer de manera gratuita, o en su mayor parte gratuita, a la mayor cantidad de gente posible. Que no requiera mucha formación ni mucha inversión".
Para Sanz, "una de las propuestas de valor es la personalización de la experiencia de aprendizaje. Una mayor ratio de profesores / alumnos aumenta los resultados de toda la curva. De los que van mejor, de los de en medio y de los que van peor. Y de los que tienen dificultad de aprendizaje. Para personalizar cada caso sólo hay dos maneras: o contratas muchos más profesores, que no es una opción en ningún país, o te apoyas en la tecnología para ser más eficiente".
La aplicación clave de Google es Classroom. Gestiona la relación en directo entre maestros y alumnos y ya tiene 100 millones de usuarios. «Antes de desarrollarla hicimos un estudio para analizar a qué dedica el tiempo un profesor en institutos y primaria. Un 37% era en cosas no pedagógicas: fotocopias, logística… Y pensamos: si pudiéramos ahorrarnos la mitad, es como si aumentase un 20% el número de profesores. Y si fuera a coste cero, o incluso reduciendo costes… Por eso los colegios usan Google. No porque se lo haya dicho la consejería, ni tenemos un ejército de comerciales. Estaba disponible».
Así es su propuesta: "Si automatizamos que un profesor pueda dar una tarea, que se multiplique y cree una copia con el nombre de cada alumno en el título; que pueda ver quién ha entregado y cuándo; que mientras el chaval hace los deberes, él pueda ver cómo lo hace, porque tiene muchísimo más impacto en el aprendizaje la intervención durante la tarea que al final… Eso en papel, o con tecnología antigua, primero hay que hacerlo y luego enviarlo. Es el enfoque de la ‘evaluación sumativa’, que es ‘te hago un examen, a ver cómo lo haces’. Nos alineamos con la ‘evaluación formativa’. Lo explico con un ejemplo: el profesor, en medio de una clase de biología, lanza un pequeño test sobre fotosíntesis. Con nuestras herramientas son dos clics. Si la parte química, la mitad de la clase no la ha pillado, ¿a qué dedica los siguientes cinco minutos? A volver a explicarlo. Si toda la clase lo hace bien, puede preguntar a alguno, para ayudar a reforzar su confianza".
Y en cuanto a la presencialidad, "ha habido una disrupción al sistema educativo que ha roto el principal link, la presencia física, y de manera temporal lo único capaz de salvarlo es la tecnología. No es la razón por la que los colegios deben implantarla a largo plazo e invertir en formación. Si esto fuera coyuntural, las clases las podrían dar tres profesores desde el ministerio. No hay investigación aún para saber cuáles van a ser los efectos [de la no presencialidad], pero hay indicios. Una parte muy importante de la educación es la socialización. Que no tiene examen, pero se aprende cuando estás con otras personas. Pero no es que los chavales hayan dejado de hablar con sus amigos. Están jugando al Fortnite y están en videoconferencia, hacen los trabajos colaborando y, ahí ves el optimismo tecnológico, esto puede salvar la unidad de la clase. Y es mucho más fácil que empiecen a colaborar y trabajar con gente de EEUU, de Sudamérica, de Asia…".