Internet es un amasijo de cables. Concretamente, 487 cables submarinos que ocupan 1,3 millones de kilómetros, según TeleGeography. Son las autopistas por las que viaja prácticamente todo el tráfico mundial de la red de redes. Sustentan nuestra vida moderna: comunicaciones, infraestructuras críticas, empresas, gobiernos, el sistema financiero y la transmisión y compartición de conocimiento conectados gracias a la fibra óptica instalada bajo el mar.
Hoy estos cables tienen en España un nuevo puerto al que llegar: la Barcelona Cable Landing Station (CLS), en Sant Adrià de Besòs. La nueva estación de aterrizaje de fibra óptica submarina ha supuesto una inversión de siete millones de euros, capital aportado por AFR-IX telecom. D+I ha visitado las instalaciones de la mano de su fundador y director de Tecnología, Miguel Ángel Acero.
La función de la estación es servir de punto de conexión al cableado submarino cuando llega al suelo. Es una especie de aeropuerto en el que no llegan aviones, sino cables. El Barcelona CLS se asienta en un edificio de 2.657 m2 y dos plantas. Cuenta con espacio para acoger la conexión de hasta ocho cables submarinos de telecomunicaciones de fibra óptica y una capacidad para 400 terabits por segundo.
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Cada cable cuenta con una sala específica, de 43m2 cada una. Antes de acabar el año, se espera la ocupación de dos de ellas por la llegada de dos cables. El resto queda disponible para quien lo solicite, a modo de puerto abierto “adaptado a las necesidades de los clientes”, dice Acero. Es un formato innovador, ya que normalmente cada empresa propietaria de un cable debe construir la propia estación de aterrizaje para la conexión del cable.
En septiembre de 2024, otra de las salas del Barcelona CLS la ocupará Medusa: el cable submarino de fibra óptica más largo del Mediterráneo, que unirá Europa y África. El edificio será también la sede del equipo de AFR-IX, desde donde trabajarán cerca de 50 personas. Cuenta con un centro de control de la red (NOC, Network Operation Center), desde el que se monitorizarán las 24 horas del día los cables submarinos y los equipos instalados en la central. También dispone de sala de reuniones, oficinas y hasta una zona chill-out en la azotea.
Además de lo anterior, la estación CLS alberga un centro de datos de 380 m2 con capacidad para acoger 160 racks para conectar sistemas informáticos de grandes operadores de Internet. Acero adelanta que pronto se instalará en ella un conocido proveedor de contenidos. Anexo al edificio se encuentra otro que a AFR-IX le gustaría transformar en una zona de coworking público, en colaboración con el Ayuntamiento barcelonés.
Acero espera que la llegada del CLS a Barcelona “impulse la reconversión de una zona muy degradada en un centro de economía digital” y que atraiga inversiones de los principales operadores y proveedores globales de internet y todo tipo de talento. Está convencido de que su apertura atraerá inversiones de empresas vinculadas a la economía digital. De hecho, Interxion -un gigante de los centros de datos- planea construir en la zona un nuevo centro de conectividad.
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Barcelona busca posicionarse como puerto digital de referencia del Mediterráneo, como alternativa a Marsella, que -según AFR-IX- “no está tan bien posicionada geográficamente para llegar a África y América, y además empieza a estar saturada”.
Medusa, cableado estratégico e inteligente
Esta nueva estación conectará África, el Mediterráneo, Europa y Norteamérica. En septiembre de 2024 llegará a ella Medusa, el cable submarino de fibra óptica más largo del Mediterráneo, con 8.700 kilómetros de longitud. Su razón de ser es mejorar la conectividad de la zona, reforzando la red de cables submarinos de fibra óptica existente para dar respuesta a la creciente demanda de tráfico de datos (que aumenta un 40% cada año, según AFR-IX).
La empresa catalana lidera también este proyecto “de valor estratégico”, que conectará el Sur de Europa con el Norte de África a través de 16 puntos de aterrizaje en países como Portugal, Marruecos, España, Francia, Argelia, Túnez, Italia, Grecia y Egipto.
El cable entrará en funcionamiento en 2024, con la activación del primer tramo, que conectará Lisboa, Barcelona y Marsella. Su recorrido finalizará en la ciudad egipcia de Port Said. En España tendrá tres puntos de conexión: uno en el Barcelona CLS y otros dos en Zahara de los Atunes y en Torreguadiaro, alrededor del estrecho de Gibraltar.
La construcción de Medusa la realizará Alcatel Submarine Networks (ASN). Acero comenta que está previsto que su fabricación comience a mediados de 2023 y termine a finales de ese año. Además, destaca que este contará en alguno de sus segmentos con una tecnología de monitorización inteligente pionera, fruto de un consorcio público-privado que integran AFR-IX, la Universidad de Alcalá, el Institut de Ciències del Mar (ICM-CSIC) y Aragón Photonics.
El sistema que han desarrollado se basa en el uso de sensores acústicos DAS (Detección Acústica Distribuida), que permiten alertar de actividades potencialmente dañinas en las inmediaciones del cable para así prevenir daños en él. Cuenta con un interrogador de la fibra de alta fidelidad y con un dispositivo que permite registrar pequeñas variaciones de deformación de las señales ópticas a lo largo de un cable de fibra óptica.
Después, un software de inteligencia artificial analiza los datos recopilados y los transforma en una interpretación inteligente de la potencial amenaza. De esta última parte se encargan los nodos científicos del proyecto, que cuenta con la financiación del Ministerio de Ciencia e Innovación y el programa Next Generation de la Unión Europea. La tecnología también se empleará para realizar mediciones sísmicas submarinas e incluso estudiar el comportamiento de mamíferos marinos en peligro de extinción.
Sostenibilidad y ciberseguridad
Hablando de fauna marina, ¿afectarán los cables a su supervivencia? “Instalados de forma correcta, los cables tienen un impacto neutro e incluso beneficioso sobre el medioambiente, ya que muchos organismos marinos los usan como sustrato para su crecimiento y asentar su colonización”, señalan desde AFR-IX.
Otro elemento que puede afectar al ecosistema oceánico es la basura electrónica derivada, por ejemplo, del deterioro de estos cables. Son sobre todo restos que se cortan y reemplazan, pero que no siempre se recogen. Acero asegura que se están reforzando las exigencias en este sentido y que su compromiso al respecto es firme. “Además, la recuperación de cables se ha convertido en un negocio, debido al valor del cobre que contienen”.
En cuanto a la sostenibilidad del Barcelona CLS, su impulsor afirma que han buscado la eficiencia energética. Como método de refrigeración cuentan con el sistema de enfriamiento freecoling (enfriamiento gratuito), que aprovecha el aire exterior para bajar la temperatura de las instalaciones.
Adicionalmente, han instalado en la cubierta 194 placas solares fotovoltaicas, que aportarán anualmente 1.07GWh de potencia. El edificio también cuenta con un sistema de detección temprana de incendios cuyo sistema funciona con agua nebulizada, que evita otros métodos con gases contaminantes.
El edificio -dice Acero- cumple con altos estándares en materia de seguridad y ciberseguridad, y están en proceso de alta como infraestructura crítica. Además del NOC, cuentan con seguridad física y está prohibido entrar al centro con dispositivos externos como memorias USB o similares.
El nuevo puerto digital se ha diseñado para ofrecer adecuadamente los requisitos de Tier 4 (máxima certificación de redundancia), y cuatro accesos distintos a las principales infraestructuras de telecomunicaciones de la ciudad. En cuanto a los cables submarinos, estos están aislados de internet. “Toda la gestión remota viaja por el propio cable al centro de control. Desde fuera no se puede acceder a los equipos”, afirma Acero.
Un ataque físico o ciberfísico tanto al CLS como a los cables no es nada descabellado. En 2020 pasó en Yemen y desconectó a todo el país de internet. También puede haber daños en los cables por mordeduras de tiburón (relativamente frecuentes, según Acero), por fallos en la infraestructura o por eventos naturales. Sin ir más lejos, en enero de este año la erupción de un volcán submarino dejó sin internet al pequeño archipiélago de Tonga. Peor fue lo del huracán Sandy, que aisló toda la red submarina entre América del Norte y Europa durante varias horas.
Alrededor de 200 fallos de este tipo ocurren cada año, y una escasa redundancia hace que incidentes localizados puedan afectar a varias líneas. La solución es contar con múltiples conexiones submarinas con diferentes rutas, pero requiere de una gran inversión económica. Medusa es un ejemplo de ello, con una inversión total de 326 millones de euros.