Viéndolo desde aquí, EEUU, resulta anticuado el recurso de culpar a la falta de inversión pública la falta de innovación. También hay que innovar el lamento o el mensaje, como se quiera decir. Es absolutamente cierto que son necesarias inversiones para innovar. Es verdad, en EEUU se invierte mucho dinero federal en I+D, pero también se invierte mucho privado, muchísimo.
La innovación no es el Maná que viene del cielo, la innovación es un esfuerzo empresarial individual y arriesgado, guiado por el mercado y por la ciencia disponible, que es toda la publicada en el mundo. No es imprescindible que haya nuevos descubrimientos científicos en la propia empresa, o en el propio país, de hecho se innova más a base de antigua ciencia; por ejemplo el perfil alar de la aviónica se creó en EEUU sobre la ciencia descubierta más de 100 años antes en Holanda por el Daniel Bernuilli y en Italia por Giovanni Venturi, y la penicilina producida en EEUU surgió por el estudio y aplicación de descubrimientos científicos producidos en Inglaterra 30 años antes.
Un error general en los jóvenes investigadores e innovadores es creer que ellos son el centro y la fuente de la innovación, que sus ideas son cruciales para el progreso. Lo cual, sin dejar de ser posiblemente cierto, cuando el descubrimiento les parece que puede generar un producto o descubren algo que les parece inédito, se lanzan sobre quienes tienen a su alcance, familia, conocidos y las fuentes públicas, en general, para convencerles de que su idea es esencial, magnífica. Y eso suele ser ignorado o refutado, con la consiguiente frustración, rabia y pérdida de recursos. La idea de las grandes empresas innovadoras engendradas por una persona sola en un garaje es un bonito mito americano, como el de las meigas.
El proceso seguido en EEUU, desde la presidencia de Franklin D.Roosevelt en 1945, sin ser perfecto ha demostrado ser bastante efectivo. El fundamento es tan simple como lo es la técnica japonesa para el desarrollo de su industria del automóvil: “Antes de enfocar tu nuevo proceso, escucha al usuario”. El mercado marca las prioridades y apunta al próximo paso a dar en la innovación, cuando se le escucha y estudia bien. El mercado puede decir que un producto es escaso y que hace falta más producción; pues entonces es momento de innovar el sistema de producción de esa mercancía escasa. O que una mercancía se hace escasa por su corta vida media, ese es el momento de idear como extender la vida media de esa mercancía. Esa es la forma estable de progreso tecnológico: la innovación incremental.
Es cierto que también se pueden esperar innovaciones rupturistas, como fue el ordenador personal (PC) en su día. El ordenador personal sorprendió al mundo porque no respondía, aparentemente, a las demandas del mercado, parece que el ordenador personal hizo a los usuarios y a su mercado. Pero un análisis minucioso de la historia reciente demuestra que fueron las aplicaciones las que hicieron el mercado, las cuales también desarrollaron innovaciones incrementales, progresivas. Innovaciones de aplicaciones que creaban más necesidades en electrónica en el usuario (más memoria o más velocidad, etc.) que se convirtieron en innovaciones incrementales del propio PC.
El secreto de desarrollar una innovación constante y efectiva es crear “sistemas de innovación” dentro de un Sistema Nacional de Innovación (NIS, National Innovation System). Pero cuidado, un sistema español de innovación no puede ser monolítico, un órgano gubernamental bajo la tutela de un equipo ministerial, de un partido que cambiara cada legislatura. Un sistema de innovación español, como el americano, es un ecosistema con múltiples especies en convivencia, y con unas reglas de equilibrio marcadas por la interacción dinámica de las especies existentes en un ecosistema compartido, una especie de norma constituyente.
Cualquier sistema de innovación consta de unos órganos imprescindibles que funcionarán en permanente interacción encaminada a producir innovaciones, conscientes de que ninguno de los órganos por si mismos son capaces de innovar. Es el sistema el que podrá innovar.
Cuando todos los órganos existen es necesario que se cree la energía motora o inercia del sistema que empuja y coordina las interacciones en constante coordinación entre los órganos y los elementos ambientales que la influyen (mercado, otras tecnologías competitivas, cambios de normas legales, cambios climáticos, guerras, etc.).
Los órganos comunes a todos los sistemas están bien definidos:
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- Un órgano de investigación básica (un departamento universitario o un centro de investigación apropiados) rn
- Un órgano de investigación tecnológica (una universidad técnica, unos institutos tecnológicos o unas empresas de investigación tecnológica) rn
- Un órgano de ingeniería avanzada, apropiada al proyecto rn
- Una industria progresista especializada o próxima con interés por el área de investigación/innovación. rn
- Un órgano competente en propiedad intelectual y patentes. rn
- Un órgano mercantil ágil y bien relacionado, con instrumentos de análisis avanzados. rn
- Un órgano financiero solido y con inteligente aversión al riesgo (no con rotunda negación al riesgo). rn
Algunos suelen preguntarse cómo es posible poner de acuerdo tantas especies o animales tan diferentes. Lo es con buena cultura ciudadana, con la solida y común intención de progresar y con el conocimiento tácito de que juntos irán lejos, pero separados a ningún sitio.
Lo más necesario es desarrollar las normas de juego del sistema, su inercia, la fisiología del sistema; para ello un decálogo bien pensado puede ser suficiente. Si un decálogo ha regido el sistema moral de una gran parte de la humanidad miles de años, también puede ser suficiente para regir un pequeño sistema abierto de innovación.
En EEUU eso es fácil por cuatro razones fundamentales:
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- Todos esos órganos existen por todas partes, hambrientos y decididos a asumir riesgos, si las apuestas son fuertes. rn
- Los problemas se dan a resolver a los talentos, no a los sobrinos. rn
- Los americanos tienen la convicción de que todo es posible con el esfuerzo necesario. rn
- Los americanos desde niños tienen absoluta fe en sí mismos. rn