Si hay algo que ha cambiado en los últimos tiempos es el llamado puesto de trabajo; desde la definición de empleabilidad hasta el pensar que es un lugar físico concreto con un horario concreto. También los sistemas retributivos evolucionan de acuerdo a una compensación por resultados y no por dedicación en tiempo; lo contrario siempre me ha parecido injusto y desmotivador para los trabajadores eficientes y talentosos.
La adaptación de las empresas a este nuevo concepto es clave en la captación y la retención del talento; yo me atrevería a decir que no sólo el talento de las nuevas generaciones, en ese caso es más que obvio, sino también al talento de generaciones que ya llevamos décadas en el mercado laboral y que hemos visto como se trata de productividad, eficiencia y conciliación; si no alcanzamos niveles de excelencia en esos tres aspectos perdemos competitividad como empresas y como país.
Pues bien, en todo este cambio hay dos variables que juegan un papel determinante: la tecnología y el estilo de liderazgo de la alta dirección.
La tecnología va a incidir en las capacidades que se valoran a la hora de juzgar la empleabilidad de un individuo, haciendo hincapié en las capacidades digitales y así mismo va a permitir que los conceptos de tiempo y espacio se vuelvan flexibles permitiendo una mayor posibilidad de conciliación, tanto a hombres como a mujeres con sus respectivas vidas personales.
Es decir, va a determinar los perfiles profesionales adecuados a los nuevos modelos de negocio y va a facilitar que esos perfiles puedan desempeñar su trabajo de una manera flexible en cuanto a dónde realizan el trabajo y qué horas al día, no sólo el número, sino también exactamente qué horas, dedican a su plano profesional. Por supuesto, nunca perdiendo de vista la entrega de resultados.
No se podrá sacar partido de nada de lo que permite la tecnología si el factor humano, como siempre una vez más el maravilloso factor humano, no acompaña. Es de vital importancia que los líderes de las organizaciones prediquen con el ejemplo y no "calienten" silla durante jornadas interminables de dudosa productividad; por otro lado, descuidando el tiempo que han de dedicarse a sí mismos y los suyos para que el esfuerzo laboral continuo que requiere este mundo cada vez más competitivo sea sostenible. Este país no necesita unos buenos pocos sprinters, necesita una armada de corredores de maratón que saben dosificar esfuerzos para alcanzar metas más altas durante varias olimpiadas.
Y, por cierto, a ver si de paso crece la natalidad y garantizamos mejor el sistema de pensiones.
María José Talavera es directora general de VMware Iberia