Estamos viviendo tiempos de ruptura, el final de una manera de entender la energía y el principio de otra diferente. El compromiso con la conservación de recursos es (casi) universal y esto afecta tanto a la producción de la energía como a su consumo. En esta nueva era, las empresas que quieran prosperar deberán prepararse para tomar las riendas y convertirse en agentes activos del cambio.
Hace unos años, ¿quién hubiera pensado que Arabia Saudí invertiría en energía renovable? Geopolítica y energía siempre han estado relacionadas y 2018 no será una excepción. Fenómenos como el surgimiento del sentimiento populista en Occidente, el imparable crecimiento de China, que está desplazando el equilibrio de poder hacia el este, o las coaliciones de gobierno en Alemania marcan hechos tan (aparentemente) alejados como el mencionado interés de Arabia Saudí por las renovables, el hecho de que Tesla esté mejor valorado que Ford o el futuro del carbón.
En los próximos años veremos un mercado energético descarbonizado, más renovable y flexible. De hecho, esta tendencia ya se está consolidando. Aunque el repunte experimentado por el mercado del carbón en 2017 podría llevar a pensar en su resurgimiento, no estamos ante una revitalización, sino ante una excepción. El carbón irá siendo desplazado del mix energético mundial, hasta desaparecer en favor de otras fuentes de energía. El coche eléctrico, por otro lado, gracias al desarrollo de las baterías y debido, en gran parte, a la progresiva subida del precio de petróleo, cada vez será más capaz de competir de igual a igual con los vehículos tradicionales hasta, previsiblemente, llegar a la paridad en 2030.
Las energías renovables, además, – especialmente la solar y la eólica – están alcanzando cuotas de potencia instalada nunca vistas y las nuevas regulaciones y compromisos medioambientales de los compradores C&I – como los derivados del acuerdo de Paris, RE100, Science Based Targets, Carbon Disclosure Project (CDP), Global Reporting Iniciative (GRI), etc. - tienen mucho que ver en ello. Como también tiene que ver el hecho de que, en algunos mercados, el precio de la energía verde y la tradicional sea similar y que la tecnología abarate los costes de la energía renovable.
Los desafíos propios de esta época de transición tecnológica y ecológica no acaban aquí. Aunque quizás no se hable tanto de ellas, tendencias como el replanteamiento de la eficiencia y sostenibilidad de los sistemas de calefacción domésticos y de puestos de trabajo y su sustitución por sistemas de calefacción de bajas emisiones de CO2 o el creciente interés en el establecimiento de objetivos medioambientales SBT (Science Based Targets), en detrimento de los objetivos individuales de las organizaciones, nos ayudan a entender mejor la evolución de las dinámicas energéticas.
Todo desafío implica una oportunidad de mejora. Esta mayor implantación de la energía renovable está posibilitando la aparición de nuevas soluciones tecnológicas más sostenibles que no solo generan energía verde, si no que influyen en cómo se comercializa y en cómo la gestionan las empresas. Ejemplo de ello, son los microgrids, las pilas de combustible o el blockchain.
Así pues, a nivel global, la geopolítica, las dinámicas regionales o las nuevas tecnologías están influenciando a los mercados energéticos. Entender esto ayudará a las empresas a ser más sostenibles y eficaces. La energía es un activo y, así es como debe interpretarse. En este sentido, un estudio llevado a cabo por Schneider Electric indica que existe una falsa sensación de seguridad por parte de las empresas ante estos desafíos. Aunque la mayoría manifiesta estar lista para afrontarlos con éxito, tanto la coordinación entre los distintos departamentos implicados como la gestión de los datos siguen siendo mejorables. Parece evidente que las empresas están empezando a ver la necesidad de llevar a cabo proyectos de energía renovable, pero todavía es necesario hacer un cambio de chip, ya que su enfoque sigue siendo el tradicional.
Lo que es seguro es que la transformación a la que está sometido el mercado energético no tiene vuelta atrás. La concienciación medioambiental del consumidor crece, y acceder a él o a la financiación cada vez dependerá más de los planes energéticos y ecológicos de las empresas. Quienes cierren los ojos ante esta realidad perderán su capacidad de competir en este nuevo mundo energético.
Por Emmanuel Lagarrigue, Chief Strategy Officer de Schneider Electric