Me lo temía. Efectivamente, desde el punto de vista tecnológico, el proyecto de Madrid Central está por hacer. Ha habido imprevisión y se está actuando, aunque de forma precipitada, para resolver el lapsus. El objetivo es disponer de un soporte TIC de la era digital, que dé sentido a una iniciativa concebida con criterios estrictamente analógicos... antes de las elecciones. ¡A correr! Y después de mucho rastrear, al fin he dado con la empresa que se está ocupando discretamente de ese desafío: Everis. Suerte.
A la pregunta sobre si el sistema de Madrid Central será capaz de distinguir si el vehículo que entra está conducido por un hombre o una mujer, la respuesta es sí. La solución tecnológica definitiva no se conoce con exactitud, aunque no es complicado imaginarla. Interesante cómo resolverá el Ayuntamiento la cuestión de la privacidad si dispone de la matrícula del coche y el sexo del conductor: blanco y en botella.
Pero Madrid Central no está exento de la obligación de volcar sus datos en el correspondiente informe de perspectiva de género, como el resto de administraciones. Algo tan relevante en los tiempos que corren, o más, como la imperativa puesta en orden del caótico ecosistema de datos e información dispersa, heterogénea, oculta en silos, en el que está sumergida España. "Es como llegar a una biblioteca con la mayor colección de libros del país y verlos desparramados por el suelo: ¡encuentra el que buscas!"
Los datos sobre la conducción en la capital, diferenciados por sexos, deberían contribuir al diseño de políticas más inclusivas si se detecta, es un decir, que los vehículos conducidos por mujeres a determinadas horas coinciden con la apertura de los colegios o las tareas de reparto las llevan a cabo fundamentalmente hombres.
Fijaos: hace poco Cataluña extrajo de Google, con medios legales y "alegales" (simularon miles de entradas individuales al sistema en lugar de formular una petición masiva de datos desde una sola fuente), un ingente volumen de información sobre los usuarios de una red de servicios pública. El objetivo era mejorar el modelo de prestación (ajustar horarios, por ejemplo) y asistencia (consejos sobre hábitos saludables, por ejemplo). De nada habría servido la tarea si no se hubiera aplicado la perspectiva de género.
Una anécdota que, además de probar la hipersensibilidad que existe en torno al asunto, en contraste con la dejadez con la que se aborda el desastroso estado de las bases de datos públicas, pone de manifiesto que el flujo de información desde la Administración hacia el sector privado es mucho más intenso que en sentido inverso. Que se lo digan a la Comisión Europea, que aún espera que Amazon le abra una parte de sus ficheros.
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