Los accionistas institucionales no necesariamente intervienen de forma directa en las decisiones de una empresa, pero tienen una notable capacidad de influencia, que para eso invierten su dinero. Aunque sus porcentajes sean bajos pueden desestabilizar una compañía si tiene un volumen relevante de capital cotizado, sensible a un giro vendedor, o en un momento de crisis, cuando se precisa paz social.
Veamos cuáles son los principales accionistas institucionales de la revolución digital. Ya advierto de que encontraremos mucho dinero, pero poca variedad. Empecemos por la constelación GAFA. Los cuatro primeros de Google son Vanguard Group, Blackrock, Price (T.Rowe) Associates y State Street. En el caso de Facebook son Vanguard Group, Blackrock, FMR y Price (el quinto es State Street). ¿Y Apple? Vanguard Group, Blackrock, Berkshire Hathaway y State Street. Vaya, en el caso de Amazon, se trata también de Vanguard Group, Blackrock, FMR, Price… y State Street. ¿Ampliamos la constelación GAFA a Microsoft? Ahí los tenéis: Vanguard Group, Blackrock, State Street y FMR.
La posición de liderazgo de estas cinco compañías tecnológicas puede alterar el destino de sectores enteros, la batalla por la preeminencia de mercados y regiones de todo el mundo. Uno de los más sensibles a su actividad, como venimos diciendo, es el financiero. ¿Por qué no miramos quiénes son los principales accionistas institucionales de los cinco mayores bancos de Estados Unidos?
En el caso de JP Morgan se trata, ¿les suenan?, de Vanguard Group, Blackrock, State Street y Capital World. Goldman Sachs simplemente cambia a este último por Berkshire Hathaway, que es el primero en el accionariado de Bank of America, seguido de Vanguard Group, Blackrock y State Street. Idéntica composición a la de Wells Fargo. En Citigroup, volvemos al triunvirato de JP Morgan, con la aparición en cuarto lugar de FMR. Por cierto, que Blackrock es el mayor accionista institucional de Santander y BBVA.
De acuerdo, pero la revolución tecnológica no se limita a la constelación GAFA y a los bancos. Están las empresas que innovan y rompen tendencias con sus avances en la frontera del conocimiento, las que han construido el mundo digital propiamente dicho desde la década de los 60. Como IBM (primeros accionistas institucionales: Vanguard Group, Blackrock, State Street y Bank of New York Mellon), la misma composición en Intel, Cisco, Oracle,…
Conviene tener presente que, en el caso de Internet, el 99% de los 2,5 millones de teradatas diarios generados en 2018 en el mundo viajaron a velocidades próximas a la luz por alguno de los 400 cables de fibra óptica submarinos, complejos de instalar, pero mucho más baratos y eficientes que los satélites. Entre 2016 y 2020 está previsto que entren en funcionamiento otros 100 más, porque la demanda de ancho de banda se duplica cada dos años y porque resulta más interesante instalar nuevos cables que mejorar los ya existentes.
La fibra óptica submarina participada por Google, Facebook, Microsoft y Amazon se ha multiplicado por ocho en los últimos años. Según TeleGeography, el consumo de ancho de banda de estas compañías pasará del 50% actual al 80% en 2027. A lo que hay que sumar que los servidores de Google, Amazon y Microsoft almacenan ya el 65% de la información en la nube, según Synergy, porcentaje que sube al 75% si añadimos a IBM y Alibaba, uno de los outsiders chinos en esta dinámica.
En este contexto toma cuerpo al fin una de las disrupciones más anunciadas de los últimos tiempos, dotada de naturaleza transformadora estructural. No tiene el alcance de la computación cuántica -que inaugurará la Era Caótica y pondrá fin a la Moderna-, pero eleva sustancialmente el potencial de la digitalización y ofrecerá al mundo físico las ventajas de descentralización y heterarquía de internet: el blockchain.
Desde octubre pasado, Google ha comenzado a "meter en el corral" a todas las aventuras que se han venido gestando en este ámbito, al aceptar el pago en criptomonedas de los anuncios en Google Ads... después de que se obtenga el certificado correspondiente. Adiós a las jugosas comisiones que cobran las casas de cambio del cryptoworld, ubicadas en países como Gibraltar, Malta, Irlanda, Suiza, Singapur...
Y cuando oigas que una plataforma de blockchain se construye sobre Ethereum, Hyperledger o Quorum no dejes de pensar en que JP Morgan o IBM son concesionarios tecnológicos de esas nuevas autopistas, es decir, todo queda en casa.
La clave no radica ya en que aparezcan competidores (¿Netflix?, Vanguard y Blackrock son también sus principales accionistas institucionales), especialmente en China, como Tencent, Huawei y Alibaba, sino en que ámbitos muy sensibles de nuestra economía, especialmente el sector financiero y el TIC, tienen ante sí un desafío múltiple en el que, esta vez sí, estarán a merced de la competencia. Apple, cuyo grado de conocimiento del cliente resulta aterrador, lanza una tarjeta de pago con Goldman Sachs y Mastercard (también Vanguard, Blackrock, FMR y State Street).
rnY no lo olvides: lo que hoy parece un gap insuperable, hace 25 años no era más que un folio en blanco en el que trazar una estrategia de innovación.
El superfondo de Malvern
Con sede en el pequeño municipio de Malvern, de apenas 3.000 habitantes, en el bucólico condado de Chester (Pensilvania, EEUU), The Vanguard Group tiene presencia en el accionariado de compañías tan emblemáticas como Coca Cola (alimentación), Ferrari (motor), Monsanto (agricultura), Exxon Mobil (petróleo) o Johnson & Johnson (limpieza e higiene). Mueve unos cinco billones de dólares en activos, es decir, cuatro veces el PIB de España.
EUGENIO MALLOL es director de INNOVADORES
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