La globalización es una realidad palpable, especialmente si consideramos la creciente interconexión entre las economías domésticas de los distintos países y el aumento del comercio internacional con respecto al PIB mundial, que ha pasado de un 25% en la década de los 60 del siglo pasado al 60% en la segunda década del presente siglo (datos del Banco Mundial). Los flujos de bienes y servicios a través de las fronteras de los distintos países del mundo no han cesado de crecer fuertemente impulsados por la fragmentación de las cadenas de valor, favorecidas por las mejoras en el transporte y las comunicaciones. La digitalización ha sido una palanca impulsora del proceso de la globalización. La interconexión de las economías domésticas fomenta el crecimiento a través de aumentos de productividad derivados de la especialización, la escala, la competencia y la innovación.
Sin embargo, en los últimos años se observa un estancamiento en el proceso de globalización, en lo que se refiere a las empresas, en parte provocado por el fenómeno conocido como reshoring que implica volver a localizar la cadena de valor en los países que previamente la deslocalizaron.
Este fenómeno se debe, básicamente, a dos razones. En primer lugar, a la pérdida de control sobre la generación de conocimiento, ya que una deslocalización permanente de la fabricación conduce paulatinamente a una pérdida de control sobre los procesos, que se traduce a la larga en una pérdida de conocimiento. Por ejemplo, esta pérdida de control se está produciendo de forma importante en el dominio de las tecnologías de fabricación de los dispositivos semiconductores, que son básicos para el desarrollo de productos con inteligencia artificial (IA), puesto que las fábricas de última generación quedan confinadas en Asia. En segundo lugar, a una pérdida de peso de los costes salariales en la fabricación, como consecuencia del desarrollo de la Industria 4.0, con un aumento considerable de la robotización, la IA y el IoT (internet de las cosas) que ha ocasionado que los costes salariales de fabricación no tengan el peso que tenían cuando se decidió fragmentar la cadena de valor.
A la vista de los fenómenos de la globalización y del reshoring, se nos plantea la cuestión de cómo aprovechar estas evidencias para alinearlas con las estrategias de reindustrialización en nuestro país, con el objetivo puesto en lograr una mayor productividad y competitividad. Es bien conocido el valor añadido que tiene una industria competitiva, basada en el conocimiento, en el crecimiento económico y en un empleo de mayor calidad. Aprovechar la globalización, significa, entre otras cosas, lograr un mayor peso en las exportaciones de los productos industriales y para ello es imprescindible la innovación que contribuye a mejorar la productividad, y conjuntamente, producen un aumento de la competitividad.
Actualmente, el nivel de la innovación en España, de acuerdo con los datos publicados por el European Innovation Scoreboard 2018, es el de “innovador moderado”, que corresponde al de los estados miembros de la UE que tienen un desempeño de la innovación entre el 50% y el 90% de la media de la UE. En concreto, el SII (Summary Innovation Index) de 2017 correspondiente a España es 79,3 (Suecia, como primera del grupo “innovadores líderes” figura con un SII de 140,8). Así pues, independientemente de que habría que matizar mucho más, ya que, por ejemplo, dicho índice no tiene en cuenta la eficiencia de la innovación de cada país y mezcla, con el mismo peso, en el índice sintético, indicadores que miden los facilitadores de la innovación (Recursos Humanos, nivel de centros de I+D, finanzas y soporte, etc.), los esfuerzos de innovación de las empresas (inversión, formación, etc.) y los efectos de las actividades innovadoras de las empresas (aumento de ventas, de empleo cualificado, etc.), hay una evidencia clara de que hay que hacer un esfuerzo muy importante para mejorar la actividad innovadora del tejido productivo en España.
Examinando los distintos indicadores (27) que componen el SII, se observa que en la dimensión de recursos humanos nuestro país está bastante bien situado, siendo por tanto este un punto fuerte para atraer las empresas tecnológicas que se plantean el reshoring. Lo verdaderamente fundamental para dichas empresas es el talento creativo que produce innovaciones en sus productos y procesos.
A la vista de los diagnósticos y medidas de la innovación, es esencial aumentar la inversión empresarial en innovación. Este es un asunto, contrariamente a la creencia popular, que no solo se arregla poniendo mucho dinero público, sino teniendo la voluntad política necesaria para colocar a la innovación y la política industrial en un lugar destacado de la agenda política.
Lo que tiene que quedar claro es que la innovación es una actividad pilotada esencialmente en las empresas, como se desprende de la propia definición de innovación que exige la creación de valor. Por tanto, en el diseño de las políticas de innovación, los responsables de elaborarlas deberían contar con ellas como elemento activo del proceso de innovación.
Para estimular la inversión empresarial en Innovación es necesario poner en marcha un Plan Estatal en el que converjan todos los agentes sociales y que implique a todas las administraciones públicas (estatal, autonómicas y locales). Este Plan podría fundamentarse en los siguientes pilares:
1) Atracción de Inversión Directa Extranjera, especialmente en aquellas tecnologías habilitadoras clave, en las que no hay expertos suficientes en el país, atrayendo a aquellos profesionales más competentes, con proyectos concretos de I+D+i, que podrían beneficiarse de ayudas bajo determinadas condiciones. Para ello hay que aplicar ayudas suficientemente atractivas, como una aplicación clara de las “desgravaciones fiscales al I+D+i”. No olvidemos que actualmente más del 40 % de la inversión empresarial en I+D+i en España, procede de multinacionales establecidas en el país. En este Plan hay que ofrecer atractivos para los profesionales más destacados. En contrapartida a los incentivos ofrecidos por las administraciones para establecerse en el país, debería exigirse a las empresas que se van a beneficiar de ellos, una serie de condiciones que redunden en la generación de conocimiento, tales como planes de formación, colaboraciones con centros universitarios, efectos tractores con pymes, etc.
2) La compra pública innovadora funcional. En este aspecto es importante que no se especifiquen productos concretos, sino especificaciones funcionales, de forma que las empresas compitan entre sí para, a través de la creatividad y del I+D+i, propongan soluciones que satisfagan las especificaciones funcionales, proponiendo productos y procesos innovadores que permitan satisfacer las funcionalidades requeridas.
3) Un plan para procurar el aumento del tamaño de las empresas mediante fusiones y adquisiciones estimuladas por proyectos de I+D que supongan un claro aumento de la productividad y competitividad de la empresa resultante. Igualmente, el Plan puede fomentar la creación y ampliación de las instituciones ya existentes para dar servicios de I+D+i, ayuda a la internacionalización mediante misiones internacionales a pymes de sectores determinados para promocionar los productos y servicios innovadores de las empresas. En España el 99,8% de las empresas que conforman el tejido empresarial son pequeñas y medianas, que aportan la mayor parte del empleo en nuestro país y que representan algo más del 60% del PIB.
4) Un sistema para estimular a los grupos universitarios a colaborar con las empresas y viceversa, para mutuo beneficio.
5) Un impulso importante a la formación continua y a la formación profesional dual, que se realiza en régimen de alternancia entre el centro educativo y la empresa, por lo que las probabilidades de empleo aumentan al adecuarse la formación de los estudiantes a las necesidades del tejido productivo. De esta forma hay una mayor adecuación entre el talento de la fuerza laboral y las necesidades de la empresa.
Por supuesto, hay más pilares en los que sustentar el Plan, los mencionados son solo algunos de los que consideramos prioritarios para ser más competitivos en una economía global, pero que requiere que las personas que viven en el país aumenten sus oportunidades de trabajo cualificado en el territorio en el que desean vivir, aumentando el conocimiento y estimulando el talento creativo de la población. Es muy importante aprovechar el actual contexto de la globalización y el consecuente fenómeno del “reshoring” para reforzar una reindustrialización basada en el conocimiento, la industria 4.0, la sostenibilidad y el empleo de calidad, que nos permita mirar el futuro con confianza.
José María Insenser, Foro Empresas Innovadoras (FEI)