Así, de primeras, cuesta entender que el presidente de una empresa del Ibex reciba el Premio Nacional de Innovación en la categoría de Trayectoria Innovadora. Ante la incomparecencia de las diferentes administraciones y de las universidades, cabía esperar que fueran nuestras grandes empresas, beneficiadas por entornos regulatorios muy favorables, las que tiraran del ecosistema innovador, las que ejercieran de locomotoras, como sucede en otras economías avanzadas. Pero no está siendo así. E Ignacio Sánchez Galán, ganador del premio en 2019 y enhorabuena por ello, es el presidente de Iberdrola, cuyos números habrá que analizar cuando se le expone públicamente como referente de la innovación en España (y cuando escrutamos a Iberdrola, creedme, lo estamos haciendo a todo el Ibex).
Iberdrola destinó a I+D en 2018 un total de 267 millones de euros. Esa cantidad supone el 0,76% de sus ingresos, en unos tiempos en los que pedimos a España que invierta un 2% de su PIB en innovación de base tecnológica, y apenas representa el 8,9% de sus beneficios del pasado año.
Iberdrola no aparece entre las 10 entidades españolas que más solicitudes de patente presentaron en la EPO en 2018, lo cual significa que llevó menos de 12 en todo el año. Es cierto que General Electric factura cinco veces más que la compañía que preside Sánchez Galán, pero es que solicitó 1.307 patentes europeas (100 veces más, siendo generosos) y Mitsubishi Electric, por ejemplo, acudió también 651 veces a la EPO. Iberdrola, según el plan estratégico que explica en un extenso documento de más de 200 páginas, ha puesto en marcha un ambicioso Plan Perseo para impulsar a startup con tecnologías potencialmente atractivas en ámbitos como las energías renovables, las redes inteligentes o la transformación digital. Ha destinado a ello 70 millones de euros en 10 años. Siemens, que en efecto factura tres veces más, tiene en marcha un fondo para invertir en empresas de base tecnológica dotado con 1.000 millones de euros anuales.
Todo lo anterior, nos conduce a pensar que cuando Sánchez Galán anuncia que entre 2018 y 2020 pretende destinar 4.800 millones de euros a transformación digital quiere decir exactamente que va a comprar y a comercializar como comisionista soluciones de terceros por una cantidad bastante cercana a esta. Lo cual no parece la estrategia propia de un innovador, sino de un, probablemente estupendo, gestor profesional. Esta semana un directivo comentaba en un foro la diferencia entre trabajar con fundadores-innovadores, dispuestos a jugarse la empresa, y hacerlo con CEO profesionales, mucho más aversos al riesgo. Pero los premios no hacen distinciones.
Eugenio Mallol es director de INNOVADORES