Así es España. Mientras prácticamente todos los ministros en funciones que quedan (esto parece los Diez Negritos) se desviven por fotografiarse en la Cumbre del Clima COP25, pasa desapercibido que la planta de motores de Ford se va de nuestro país. Aquí nadie le da importancia. Pese a que en los motores trabaja la élite de la ingeniería del sector del automóvil. Pese a que en los motores es donde está el meollo del cambio que tiene que hacer la industria de la movilidad para garantizar cualquier política de transición ecológica o como quieran llamarla. ¿Eléctrico, diésel, gasolina, hidrógeno? Todo pasa por los motores. Pero los políticos andan preocupados por las expresiones grandilocuentes, sin pelear por mantenerse como plaza de referencia en uno de los grandes debates tecnológicos del futuro. Da igual, mientras esté Greta... 

Donde no se desentienden de este tipo de cosas es en el ámbito empresarial que, como venimos diciendo, mira con preocupación el posible enfriamiento inversor, el peligro de escasez de grandes proyectos. "El mercado está canino", dicen los que saben, "si ven carne todos muerden". 

Uno de los secretos a voces de las grandes empresas de consultoría y de integración de software, desde hace años, es su política de retribución a aquellos empleados que les sugieran un posible candidato a entrar en la empresa, si finalmente éste es contratado. Cualquier organización en el ámbito de la informática sabe que el porcentaje de referenciados es, como la ubicación de sus oficinas, un valor del que no se presume en público, pero del que se podría presumir en público. Porque a día de hoy no hay nada más valioso que un cerebro informático comprometido con su empresa. Y por eso mismo, es verdad, son conocidos los pactos de no agresión entre compañías.

Precisamente el recalentamiento de los incentivos a la referenciación es un síntoma del nerviosismo que acusa el mercado. Otro es el desafío para algunas compañías españolas de primer nivel, de sectores que van desde el financiero al de telecomunicaciones o la distribución, que planificaron en su día la entrada en la integración del software. Siendo yo un gran cliente, por qué no pongo en marcha una división de informática para diversificar negocio. Pero hay que diseñar una estrategia para competir, con músculo, allí donde SAP, es un decir, reparte juego. En un mercado canino como el actual, no queda espacio para medias tintas. O integrador con todas las de la ley, o sigues donde estabas, dependiendo de terceros, como un puro cliente final.

Eugenio Mallol es director de INNOVADORES