Los brotes de rúcula, cuando aún están demasiado tiernos, dejan una sensación muy intensa, pero extrañamente picante en la boca. Incluso aquellos que han germinado y crecido sólo a partir de agua del grifo y nutrientes, sin raíces en el suelo. Pruebo unos cuantos de esos brotes en uno de los pocos laboratorios que experimentan en nuestro país con el cultivo de variedades a nivel doméstico, el LAB de la Cátedra Bayer de la Universidad Politécnica de Valencia.
Hay cifras que invitan a la reflexión: cultivar 36 pequeñas plantas en una estantería comprada en cualquier bazar tiene un consumo energético de un euro al mes. Con unos sistemas de iluminación led de andar por casa y cuatro litros de agua se logra que crezcan el doble de rápido que las que se siembran en el campo. Se ha multiplicado in house por 40 la productividad de un metro cuadrado de tierra convencional, y con un coste de mantenimiento ridículo.
No es una solución posible para todo tipo de plantas (el grupo de investigación de Caleb Harper en el MIT Media Lab está luchando para hacer energéticamente viable la producción de naranjas en el Ártico, pero no es fácil), pero sí empiezan a ser una alternativa a considerar para un determinado sector hortofrutíciola: el de las ensaladas.
Ikea lo entendió cuando puso en marcha a mediados de la pasada década diversas líneas de investigación sobre los cultivos domésticos hidropónicos. Aunque la empresa que quizás ha conseguido llegar más lejos en la explotación comercial, como productora, sea la berlinesa Infarm.
Vaya, cualquiera que vea la forma en la que ha introducido en el mercado sus estantes de cultivo de variedades vegetales, se convence de estar contemplando sin duda una de las formas de la distribución alimentaria del futuro. Se puede comprar producto (y plantas) de Infarm en supermercados de Irma en Copenhage (Dinamarca), Kroger en Seattle (EEUU), Marks & Spencer en Londres (Reino Unido)... y por supuesto en Berlín.
España tiene tantas cosas buenas que a veces pierde el tren del futuro porque no es capaz de ver la necesidad. Si os fijáis, las ciudades donde tiene más éxito Infarm son aquellas en las que se debe ser más eficiente con la energía porque no es posible cultivar con luz solar.
En nuestro país nos sobra sol, y clima, y suelo fértil, de modo que por qué preocuparnos por poner plantas vivas en las estanterías de un supermercado. Aunque eso implique ahorrar un 95% de agua, un 75% de fertilizantes, un 90% del transporte, un 99% de espacio y no usar pesticidas.
La clave es que, al no competir en ese mercado, estamos desaprovechando algo en lo que seguro que nuestro país aventaja a cualquier otro europeo, el suelo más rico para que germinen ideas innovadoras: el conocimiento. El poder del know how unido a las nuevas tecnologías.
Eugenio Mallol es director de INNOVADORES