El VIX (Volatility Index) se concibió en 1993 como un instrumento para medir la volatilidad del S&P 500. Por su naturaleza sensible a la confianza de los inversores, también se lo conoce como “índice del miedo” y se expresa en términos porcentuales. Si, por ejemplo, el VIX alcanza los 20 puntos, es de esperar que las acciones de las compañías del S&P 500 suban o bajen alrededor de un 20% durante el año. En otras palabras, un VIX cercano al 0 expresa un clima de confianza; entre los 20 y 30 puntos, se disparan las alarmas; y por encima de los 30, ya hablamos de miedo.
Cuando la volatilidad es alta, probablemente apunte a correcciones o a colapsos en el S&P 500 y, por extensión, también en el resto de los índices bursátiles de todo el mundo. En el año 2001, tras los atentados del 11 de septiembre en Nueva York, el VIX llegó a superar los 58 puntos. En 2008, cuando quebró Lehman Brother y estalló la crisis financiera, alcanzó los 79 puntos. El pasado 16 de marzo, en plena crisis del coronavirus, el índice del miedo sobrepasó los 82 puntos, batiendo así todos los récords del histórico.
El Ibex se tiñe de rojo
El pasado 24 de febrero las bolsas amanecieron en rojo y, desde entonces, la crisis sanitaria ha causado estragos en los índices de todo el mundo. Al cierre de esa misma jornada, cuando en España se empezaban a implementar las primeras medidas preventivas por la aparición de múltiples casos en el país, el Ibex se dejaba más de un 4%. Dos semanas después, el lunes 9 de marzo, cayó un 8% en lo que sería la peor jornada desde el sí al Brexit y el quinto mayor batacazo de su historia. En total, Ibex se dejó un 24,8%, casi una cuarta parte de su valor, en apenas unos días.
El parqué español contuvo el aliento el lunes 9, pero el gran golpe llegaría el jueves 12, tres días después: el Ibex cerró la sesión perdiendo un 14,1% y se convirtió así en la fecha más nefasta del histórico. Sin embargo, la sangría del selectivo español no fue una anomalía en su entorno: París perdió el jueves 12 un 12,3% de su valor; Frankfurt, un 12,25%; Londres, un 10,9%; e Italia, donde las consecuencias de la pandemia habían forzado a tomar las medidas más restrictivas, el FTSE se dejó un 16,9%.
Ya en la tercera semana, después del anuncio de contundentes medidas por parte de la Reserva Federal de Estados Unidos y del Banco Central Europeo, el panorama parece haberse templado en los mercados. A pesar de la volatilidad y del momento de excepcionalidad, con Angela Merkel recordando al pueblo alemán que afrontan “la peor situación desde la Segunda Guerra Mundial” entre otros episodios, las principales bolsas europeas han frenado tímidamente el desplome. Con todo, en suma, desde el pasado 24 de febrero los índices de España, Francia, Alemania, Reino Unido e Italia han acumulado pérdidas del 33,8%, 35,2%, 35,2%, 29% y 35,4% respectivamente.
Las renovables, menos expuestas al miedo del parqué
La bolsa es un juego de suma 0, es decir, cuando unos pierden, otros ganan. Este escenario bursátil teñido de rojo intenso solo beneficia a los bajistas, o cortos, actores que ganan dinero cuando caen los precios y que no tienen escrúpulos a la hora de comprometer los ahorros de los pequeños inversores, que son los que mantienen sus posiciones a largo plazo. No obstante, después de las turbulencias en el Ibex, la Comisión Nacional del Mercado de Valores ha prohibido las posiciones bajistas en la bolsa desde el 17 de marzo hasta el 17 de abril, una fecha prorrogable por un periodo máximo de tres meses.
Frente a la volatilidad de los activos financieros, los activos reales han resistido mejor la volatilidad en los mercados. Estos se corresponden con bienes físicos y tangibles, de modo que están menos expuestos (aunque no son inmunes) al miedo de los inversores. En esta categoría se incluyen las renovables, los inmuebles, los metales preciosos o las commodities, por nombrar algunos. Sus ventajas respecto a otro tipo de activos son: su descorrelación de los mercados y su independencia del miedo; y que generan flujos más estables, más predecibles en el tiempo.
Los activos reales son una opción interesante para aquellos inversores que quieren diversificar su cartera, reducir riesgo y apostar por rentabilidades menos expuestas. Además, hoy existen distintas opciones de inversión y microfinanciación para que cualquiera pueda invertir pequeñas cantidades en energías renovables o en el sector inmobiliario, algo que hace solo unos años solo estaba al alcance de unos pocos.
Nacho Bautista, CEO y fundador de Fundeen