Justo antes del inicio de la crisis, conversaba con un vicerrector de una de las principales universidades del país, con sede el Madrid, acerca del futuro de estas instituciones. Le expliqué la impresión que me había producido en verano del año pasado la vista de las torres de oficinas en construcción en el campus del MIT en Boston, rascacielos llenos de empresas a través de cuyas ventanas se distinguían instrumentos de laboratorio y personal con bata blanca.

Le dije que la principal competencia de las universidades era Youtube, donde hay contenido de primer nivel disponible de forma gratuita, y que la clave consistía en crear hubs de generación de conocimiento, lugares donde ‘pasen cosas’, donde sea imprescindible estar para los líderes tecnológicos.

Precisamente desde principios de año he estado en un buen puñado de campus españoles y, siento ser tan crudo y perdón por generalizar, pero uno sale con la sensación de pasear dentro de enormes casas de muñecas donde los alumnos pueden jugar a ser mayores, y por laboratorios cuya finalidad primera es captar fondos europeos, y luego ya veremos si llegan o no al mercado.

El hecho es que la ola de teletrabajo y teleformación que ha traído el confinamiento, a raíz de la crisis del coronavirus, ha permitido a muchos alumnos universitarios comprobar que requiere el mismo esfuerzo adquirir conocimientos de profesores que hablan en boca de otros, que ir directamente a la fuente original, porque las grandes universidades y centros de investigación han abierto muchos de sus contenidos gratuitamente. Y como me dijo una vez el poeta Jaime Siles, "quien usa un lenguaje de alquiler, tiene un alma de alquiler".

Ojo que la misma lectura están haciendo las empresas. Se están dando cuenta de que no tienen sentido probablemente determinados gastos de desplazamiento y que, con el teletrabajo, pueden optimizar el uso de sus plantillas y requerirles que estén conectados el tiempo que son realmente productivos, lo cual nos puede conducir a una precarización de empleos cualificados. Pero ese es otro asunto.

En cuanto a convertirse en hubs de conocimiento, la historia nos ha demostrado (basta ver la batalla por la innovación tecnológica de la II Guerra Mundial) que los países con grandes hubs de ideas son los líderes en tiempos de crisis.

Ahora mismo, es cierto que China encabeza los rankings de publicaciones científicas, pero prácticamente desaparece de los 50 primeros puestos si nos enfocamos en las citas de artículos, que es un buen indicador de la calidad de esas investigaciones.

Disponer de Oxford, Harvard, el MIT, el CERN, Caltech, Fraunhofer, Stanford, marca la diferencia entre producir y consumir conocimiento, y eso en términos económicos es mucho decir.

Eugenio Mallol es director de INNOVADORES