El internet social ha desplegado en el escenario global una suerte de capa sobre la noosfera planetaria (Rosnay), superpuesta a través de la geografía en la vida y cultura de la gente. Casi somos ya 5.000 millones de personas conectadas a la red en el planeta.
Las redes sociales se han universalizado gracias sobre todo a la telefonía móvil, la única tecnología con más del 100% de penetración social en la historia. Internet era la mayor esperanza de acceso horizontal de todos a la información y al conocimiento. Pero esta noosfera no está dando iguales oportunidades a todos. La characteristica digitalis (Echeverría), por su propia naturaleza, amplifica, exponencializa (es decir, polariza) y acelera desde lo económico a lo intelectual del mundo digital, tanto para bien, como para mal. Y lo que está ocurriendo es lo segundo, para la gran mayoría.
Esta asimetría, que es multidimensional, está acumulando una concentración de beneficio y valor, en poder de unos pocos actores globales que, aprovechando usos espurios y abusivos de la tecnología, la cibernética y la inteligencia artificial combinadas, ha dado lugar a nuevas desigualdades e injusticias, que no se conocían antes de la era digital y que en lugar de disminuir las ya existentes, las están acelerando e incrementando, de una forma que ni siquiera el conjunto de poderes públicos es capaz de combatir. Pensar que se han formado de facto ineludibles nuevos monopolios empresariales globales –que atentan contra la innovación y la igualdad de oportunidades en el mercado–, es poco. Hay mucho más.
Internet se ha convertido en su segunda generación –cuyo núcleo más global son las redes sociales– en algo muy distinto a la esperanza que aún simboliza Wikipedia. Emerge un enorme ciberespacio global de manipulación masiva de las mentes, de brutal expansión acelerada de mentiras, falsedades, además de extracción de valor, aprovechando la asimetría digital de la interacción individual.
Un forzado aprovechamiento prostituido de atención, información, datos y contenidos que cándidamente los usuarios aportan, seducidos por las maravillas de la tecnología que ciertos nuevos poderes digitales usan en beneficio propio, cooptando las acciones de los usuarios que no pueden ver el otro lado del espejo de la digitalización porque han quedado indefensos, ya que no tienen el menor control, entre otras cosas, sobre el uso de sus datos. Y no es algo casual.
Pero estos usos de la tecnología de los nuevos gigantes tecnológicos no son los únicos posibles. Podría haber otros. La tecnología y la innovación siguen siendo, junto con la ciencia, las principales herramientas para conseguir mayor equidad, disminuyendo las desigualdades y mejorando la calidad de vida de la mayoría, en lugar de concentrar creciente riqueza, valor, poder y control, de una forma desequilibrante, en posesión solo de unos pocos (solo ellos están aumentando su riqueza en esta crisis de la pandemia global).
Reitero, los usos que están haciendo de la tecnología los nuevos gigantes basados en internet no tienen por qué ser inevitables. La ausencia de gobernanza y de regulaciones públicas globales está permitiendo a unos pocos gigantes tecnológicos seguir adelante guiados solo por su religión de maximización de beneficio en tiempo real, que ha devenido en una nueva especie de capitalismo salvaje global de corte digital, capaz de prácticas como, por ejemplo, comprar empresas muy innovadoras y cerrar su tecnología que es mejor que la suya, en lugar de competir innovando más.
En realidad, son métodos que combaten la innovación y el progreso tecnológico más sanos. Pero reitero, para solucionarlos no hemos de convertirnos en luditas digitales. Pero, vayamos al principio, aún reciente, de la Segunda Digitalización.
'No seas malo'
La frase "Don't be evil" ("No seas malo"), que aún sigue siendo muy simbólica en la cultura digital, estaba incluida en el código de conducta de Google. Fue en octubre de 2015, tras la deconstrucción corporativa de Google (anticipándose a lo que tenía los visos de convertirse, si seguían creciendo, en una corporación digital monopolística), que se auto-reorganizó en el conglomerado Alphabet Inc. y abandonó su lema originario creado en Stanford. Alphabet adoptó el eufemístico "Haz lo correcto” (en lugar del “No seas malo” original), que tiene muchas lecturas, entre ellas algunas defendibles dentro de lo ‘políticamente correcto’ del ‘Código de conducta’ de una gran corporación, cuyos equipos de abogados pueden retorcer la semántica hasta límites a los que una buena conciencia no sería capaz de llegar.
"Don't be evil" fue una frase que se convirtió en simbólica dentro de la filosofía corporativa oficial del hoy gigante global Google cuando solo era una pequeña startup, hasta tal punto que se incluyó en el formulario S-1 de la oferta pública inicial de venta de acciones de Google en 2004. Los fundadores de Google, Larry Page y Sergey Brin, poco después hicieron pública una carta denominada Manifiesto 'No seas malvado', en la que se podía leer cosas como: “Creemos firmemente que, a largo plazo, estaremos mejor servidos -como accionistas y de todas las demás maneras- por una compañía que hace cosas buenas para el mundo, incluso si renunciamos a algunas ganancias a corto plazo."
Hoy, inclusos resultan irónicas estas palabras que incluso se estudiaban en las escuelas de negocios para ejemplifica buenas prácticas de las grandes corporaciones tecnológicas. En ámbitos de gobernanza de la Unión Europea actualmente se asocia mucho más a Google y a los otros gigantes del internet social con conceptos como 'abuso de posición dominante' y con las ‘malas prácticas corporativas’ (elusión de impuestos en Europa; competencia desleal fiscal aprovechando los paraísos fiscales, grandes inversiones en ‘cabildeo’ –lobby–, opaco para influir a los legisladores actúen su favor, etc.).
Chris Hoofnagle, director de programas de privacidad de la información de la Universidad de California, Berkeley Law, declaró en 2009 que en concreto “el propósito original de Google expresado como filosofía con el lema "no seas malo", estaba relacionado con la separación de los resultados de búsqueda de la publicidad por parte del buscador de la empresa". Pero Hoofnagle señaló también que la ley vigente exigía que se separasen claramente los resultados de búsqueda de los enlaces patrocinados o publicitados, por lo que la práctica de Google se había convertido desde entonces, por la vía de los hechos en algo habitual y eso ya no era ni notable ni 'bueno'.
El caso es que tuvimos advertencias. En una entrevista de NPR en 2013, Eric Schmidt, director ejecutivo de Google desde 2001 hasta 2011, en un inesperado ataque de sinceridad, declaró que cuando Larry Page y Sergey Brin recomendaron el citado lema como principio rector de Google, "pensó que era la regla más estúpida de la historia". A Schmidt y otros colegas aquellos mensajes originarios de Google les parecen literatura humorística creada para timar a incautos de lo digital. Aquellas filosofías de buen uso de la tecnología han sido barridas del pensamiento y la información sobre las prácticas globales de los gigantes de internet como algo prácticamente irrelevantes o ‘pasado de moda’. Por la vía de los hechos, las grandes corporaciones globales ya ni se plantean ‘ser éticas’ o usar la tecnología de forma que mejoren realmente de algún modo la vida de los usuarios.
Capitalismo digital salvaje en el nuevo orden global
Pero no solo las buenas prácticas han sucumbido, sino que los abusos se están produciendo en todos lo ámbitos. John Perry Barlow me contó que redactó su Declaración de Independencia del Ciberespacio en un impulso, tras el impacto que le provocó la inmensa caravana de limusinas de los más ricos del mundo iban desde el aeropuerto de Zúrich hasta Davos durante el Foro Económico Mundial (WEF).
Su Declaración entonces era un manifiesto contra los gigantes de la era industrial, pero que ahora serviría contra los gigantes tecnológicos de lo digital que “se están repartiendo el mundo”, como afirma Cory Doctorow en su revisión del libro El Sistema: Quién es el dueño de Internet y cómo nos pertenece a nosotros, de James Ball. En su artículo, Doctorow señala que “internet ha dejado todos los aspectos de nuestras vidas dependientes (y en manos) de una oligarquía temible y deshumanizada”.
Las prácticas, o la no actuación de los gigantes del internet social, más allá de los abusos económicos y laborales, han dado lugar a sospechas, hoy ya muy fundadas -escándalo de Cambridge Analytica–, de falseamiento de resultados de elecciones democráticas en EEUU y de algunas de las democracias europeas, mediante el uso espurio de las redes sociales y de la credulidad de sus usuarios (presos de un 'papanatismo digital). El uso masivo de noticias falsas, cuya difusión a gran escala las empresas de redes sociales han sido y seguramente van a seguir siendo incapaces de atajar.
Hoy en día, si sumamos las redes filiales de Facebook, la propia Faceboook, Messager FB, Instagram y Whatsapp, la cifra de usuarios es de ¡6.349 millones! de más de 190 países. Por eso, Facebook, que dirige su fundador Mark Zurckeberg, se ha convertido en un paradigma simbólico, tanto del poder monopolístico de los gigantes tecnológicos basados en el internet social, como de las más infames prácticas sobre la privacidad, la publicidad masiva personalizada (que yo llamo 'polución cognitiva') y comercio global opaco de datos o de las más nuevas e infames prácticas empresariales globales.
Las crecientes asimetrías del internet social
Como se vio en la sesión de la Cámara de Representantes de EEUU, las sospechas sobre estos gigantes del internet social de sus prácticas monopolísticas globales, y también en las economías internas de los estados, son más que evidentes. Pero hay un aspecto del que se habla poco. Es de las asimetrías de todo tipo que están generando estas empresa globales.
A un lado está la incapacidad de cualquier usuario de las redes sociales de sacar partido del valor económico de sus propios datos, es decir, de su conducta al completo, sus movimientos, su atención, sus interacciones o sus publicaciones realizadas. E incluso pensemos en que ya están enterados, gracias a la estadística computacional personalizada y la inteligencia artificial, de las cosas que aún no hemos hecho, pero que muy probablemente vamos a hacer (hay una nueva industria basada en obtener la probabilidad con gran exactitud de lo que haremos, que se llama la nueva ‘industria de la intención’).
Todo ello tiene un valor nimio para el usuario, pero en una gran asimetría, tiene un valor inmenso para estas grandes compañías, que consiguen su ‘monetización’ a gran escala gracias a su cibernética (y a la cooperación servil y sin resistencia de la inmensa mayor parte de los usuarios), de ahí que sean las empresas del mundo con más beneficios.
Y hay más asimetrías. Las hay también entre estas empresas y los legisladores y gobiernos que aplican leyes. Los gigantes del internet social operan a nivel global en un espacio económico y político más allá de las legislaciones estatales y sus regulaciones locales. En realidad operan en un ámbito desregulado de facto por la complejidad de sus entramados monopolísticos globales y de sus acciones.
Quedó palpablemente demostrado durante las comparecencias en el Senado y el Congreso de EEUU de Mark Zuckerberg. Las preguntas se plantearon en modo local, pero aún así fue evidente la citada asimetría de comprensión, política e incluso de conocimientos económicos.
Cito unas palabras de cómo describía su comparecencia el periodista Casey Newton: “Los senadores no entienden cómo funciona Facebook. Salpicaron indignados a (el líder de) Facebook con preguntas sobre las características básicas de sus prácticas de recolección de datos y publicidad. ¿Cómo adquiere Facebook datos? ¿Cuánto tiempo mantiene esa información? ¿Cómo pueden los usuarios controlar qué datos comparten? Son preguntas importantes y los senadores, seguramente, hablaban por la mayoría de los americanos cuando las hicieron... Y mayormente fallaron en responder preguntas más profundas sobre cómo Facebook usa los datos que recolecta. Por supuesto, algunos senadores argumentaron que la complejidad en sí misma es el problema. El senador John Kennedy lo dijo, sin rodeos: ‘su acuerdo de usuario apesta’ ”.
En la última comparecencia de los líderes de las GAFA (Google, Amazon, Facebook y Apple) en este pasado julio ante el Congreso de EEUU por el ‘clamor’ sobre las sospechas de prácticas monopolísticas, el congresista demócrata que dirige el comité del congreso, David Cicilline, afirmó que, en una investigación realizada durante un año por legisladores de EEUU se había demostrado que las plataformas online habían "ejercido su poder de manera destructiva y dañina para expandirse".
Hay otras preocupantes asimetrías. La práctica monopolística global libre y desregulada o la de la elusión de impuestos a gran escala, es otra asimetría con respecto a las justicias fiscales de los estados (europeos), así como el opaco comercio de datos globales a los que se llama eufemísticamente la ‘gasolina del siglo XXI’.
Hay más nuevas asimetrías, como la del ‘microtrabajo’ y su deconstrucción digital, pero de estas, que requieren un análisis detallado, les hablaré en una siguiente entrega.