Los beneficios de la inclusión de las telecomunicaciones en los modelos productivos es algo que se lleva anticipando desde hace bastante tiempo. En estos momentos, ya nadie duda del potencial de las máquinas conectadas y de su impacto positivo en todos los ámbitos sociales y económicos.
Como consecuencia, el fenómeno IoT [internet de las cosas] está experimentando una espectacular evolución, y todo apunta a que va a seguir así. Estudios como el Ericsson Mobility Report 2020 mantienen que las conexiones IoT pasarán de 10.700 millones en 2019 a 24.600 millones en 2025.
El factor clave para que la previsión de crecimiento de IoT se haga realidad es la rapidez con la que se diseñen y se implanten los distintos casos de uso relacionados con esta tendencia. Casos de uso que, dependiendo de cada situación, pueden orientarse hacia una gran masa social o hacia una única empresa o sector empresarial con necesidades específicas.
La experiencia nos dice que si el impacto del caso de uso en el usuario al que se dirige es relevante, la implementación del mismo se lleva a cabo con rapidez. Por el contrario, si el caso de uso lleva aparejada una cierta complejidad tecnológica o la cantidad de potenciales beneficiarios es reducida, la adopción del mismo se ralentiza.
Lo normal es que los casos de uso destinados a una adopción social masiva estén asociados con una simplificación de la tecnología, que facilita el desarrollo y adopción del proyecto. Sin embargo, al hablar de nuevos modelos productivos con mayores estándares de eficiencia mediante la incorporación de la las telecomunicaciones, es muy probable que la complejidad tecnológica se incremente.
No hay duda de que la llegada de 5G va a conseguir romper determinadas barreras, ofrecer unas prestaciones más elevadas y facilitar la adopción de nuevos casos de uso relacionados con las cosas conectadas, pero será a cambio de una mayor complejidad en la configuración y operación, tanto de las redes de los operadores como de la infraestructura necesaria en el modelo productivo.
Estas dos vertientes de IoT -IoT masiva en el campo del consumo frente a IoT crítica en el área de la producción- van a ser lideradas por dos figuras diferentes. Por una parte, los operadores serán los sponsors de una IoT masiva, al estar más interesados en rentabilizar al máximo sus inversiones operando una única red para un alto volumen de clientes con aproximaciones y requisitos similares.
Es decir, promocionarán una conectividad masiva de las cosas sin elementos diferenciadores y con limitado valor para el cliente final, aunque quizá apropiada para aquellos casos en los que la innovación no sea un factor determinante.
Por otra, surgirán empresas innovadoras que buscarán adaptar y desarrollar las posibilidades ofrecidas por las últimas tendencias tecnológicas a la criticidad de sus negocios. Será, por tanto, una IoT exclusiva, con la capacidad de incluir elementos diferenciadores en la producción para facilitar respuestas a necesidades específicas de un sector o de una única empresa.
En el caso en que los sponsors sean los operadores, estaríamos ante una aproximación push, con una conectividad proporcionada masivamente. En el caso en el que sean las empresas, nos encontramos ante una aproximación pull, que tratará promover un salto tecnológico adicional enfocado a la eficiencia. La realidad es que en este último caso no existe una única aproximación, sino una gran variedad de ellas con distintos grados de involucración por parte del operador.
El proyecto IoT se convierte aquí en un prisma con múltiples caras, por lo que contar con el apoyo de una consultora especializada en telecomunicaciones que sea capaz de extraer el máximo partido a las capacidades ofrecidas por los operadores y los nuevos estándares es algo más que conveniente.
La especialización del consultor en todo lo referente a las posibilidades de la tecnología, junto con el conocimiento de la empresa sobre el funcionamiento de su sector, producirán una simbiosis perfecta capaz de trazar la hoja de ruta de la compañía hacia la digitalización del negocio mediante la incorporación de nuevos modelos de explotación que supongan una verdadera innovación.
IoT está siendo el catalizador de la transformación digital tanto a niveles de consumo como a niveles de producción. Ambas aproximaciones son complementarias y constituyen dos vertientes diferentes de la misma corriente imparable. La adopción masiva de la conectividad de las cosas es necesaria para avanzar en la transformación digital de la sociedad en el ámbito del consumo. Por su parte, la adopción crítica por parte de las empresas contribuye a la transformación digital de la sociedad en el ámbito de la producción, que tiene su exponente en el fenómeno conocido como Industria 4.0 y que busca modelos productivos más modernos y más eficientes, capaces de acercarnos a los objetivos de desarrollo sostenible tan necesarios, en estos momentos, para el planeta.
Miguel Ángel García Matatoros es el director general de Blue Telecom Consulting