La semana pasada les prometí que un día de estos me metería en el charco de hablar de los roces entre innovación y digitalización. Pues allá que vamos, a darnos el chapuzón. Es un marrón meterse en este avispero porque supone delimitar territorios líquidos. Donde las líneas rectas no existen. Donde los grises difuminan fronteras que no deberían trazarse.
En los últimos años he vivido situaciones tensas como las que les voy a describir en al menos cinco ocasiones que recuerde, en sectores y organizaciones muy diferentes. Es una escena generalizada que provoca líos, malentendidos y celos. Sin mucho sentido.
En España durante muchos años la innovación empresarial ha estado ligada a las áreas farmacéutica y médica. En otros sectores, un puñado de grandes empresas con vocación apostaban con departamentos internos, algunos organismos públicos preferían darle forma de fundaciones. Pero muchas grandes, buena parte de las medianas empresas y un buen número de las pequeñas se apoyaron en una amplia red externa de centros e institutos tecnológicos. O en parques tecnológicos o ciudades científicas de las universidades que trabajaban ad hoc.
Subvenciones y tiempos
Casi todos ellos desarrollaban proyectos ligados a fondos europeos. En algunos casos con aplicaciones prácticas, pero en muchos, seamos sinceros, era una forma de financiar los equipos de innovación y de paso dejar ingresos extras a las empresas. Si no había ayuda pública asociada, no se investigaba. La apuesta era por la ayuda, no por el riesgo. Hemos tenido tradición investigadora, pero no somos buenos en la transferencia tecnológica a las empresas. Seguro que este comportamiento picaresco del país del Lazarillo de Tormes tiene relación.
Con los años la innovación se ha asociado a ese ámbito. Ahora, con la llegada de la digitalización, en algunas fundaciones, institutos, centros,... ha existido una especie de celo por defender la bandera de un territorio en el que se incluye todo. En esas al menos cinco escenas que recuerdo, he vivido tensiones de rivalidad entre, por un lado, estas organizaciones y, de otro, las startups y las multinacionales tecnológicas. Como si hubiese que elegir o como si los del segundo grupo fuesen unos intrusos en un mundo propiedad de los primeros.
Nada más lejos de la realidad. La innovación, al menos el concepto que hemos asumido, ha sido la investigación sobre procesos, materias, semillas,.... Los avances de su evolución. Que han estado y estarán con y sin las nuevas tecnologías. Pero en innovación, los tiempos y los costes son dilatados por lo general y por definición.
La digitalización la entendemos como la aplicación práctica de las nuevas tecnologías (inteligencia artificial, analítica de datos, realidad aumentada, impresión 3D,...) para reducir costes o generar disrupciones. Aquí el tiempo es oro, las burocracias y lentitudes no tienen cabida.
En ambos ámbitos se están usando las mismas tecnologías ya, no tendría sentido innovar sin el apoyo de los últimos avances. Pero se puede innovar sin ellas. Es precisamente en el tiempo donde viene uno de los problemas, porque los primeros no pueden adaptarse a la vertiginosa velocidad de los segundos. Y quizás no deban.
Celos y rechazos
En una ocasión un director de una fundación nos encerró a dos personas para preguntarnos si queríamos quitarle su trabajo al proponer retos con startups. En otra, un director de innovación de una entidad ligada al campo hizo todo lo posible por tumbarnos un proyecto. Y ahí sigue la entidad para la que trabaja, perdiéndose el tren de la digitalización. Todo porque no entendía que podían seguir experimentando con semillas mientras en paralelo nosotros aportábamos biometría, blockchain o analítica de datos.
Hubo una organización de un gobierno regional que presentó todo un ambicioso plan de digitalización de una autonomía sin mencionar en ni una sola ocasión la palabra startup ni hacer referencia a las multinacionales tecnológicas. Ni una sola vez en cientos de hojas.
La misma organización tumbó un proyecto de cooperación entre estos dos mundos pese al interés de las startups, aceleradoras y un instituto tecnológico por trabajar conjuntamente. Nos consideraban unos intrusos. No nos dieron ni la oportunidad de demostrar las ventajas de la colaboración.
No crean que esto es pasado. En las últimas semanas ando experimentando otra situación similar, tratando de explicar a cargos políticos que aquí nadie sobra. Que los aparatos y medios que posee un centro de investigación nunca los podrá tener una startup. Y que, por contra, la velocidad, el riesgo y la disrupción que pide el mercado, sólo lo podrán aportar las estructuras ágiles.
Hay una cuestión de celo en el fondo. De marcar el territorio. De no haber sido nunca reconocidos como se merecían y, ahora, cuando todo el mundo encumbra a lo tecnológico, parece que se apunten nuevos actores a la fiesta. En otros países con tradición de innovación práctica y reconocimiento de la ciencia, llevan años entendiéndose, como deberíamos hacer aquí.
La innovación cae
La difuminada apuesta por la innovación en España se plasmaba esta semana en D+I. Entrando ya en materia de lo mejor de la semana de Disruptores e Innovadores, el miércoles se publicaba el Radar de la Innovación en las empresas de gran consumo, elaborado por Kantar y Promarca. De 2010 a 2020 la innovación ha caído en un 44%. En el primer año de la década se presentaron 151 novedades; hace dos años, 85; en el pasado año-Covid, 88. No se pueden poner como excusas a las prioridades del año de la pandemia.
Pese a que el 55% de las innovaciones triunfan, las cadenas de distribución no se arriesgan a apostar por ellas en la promoción. Quizás porque hay demasiado miedo en un sector tan maduro, con los márgenes muy ajustados y la competencia tan feroz.
El viernes, D+I publicaba un informe de Accenture en el que la consultora afirmaba que las empresas que invierten en tecnología crecen cinco veces más en ingresos que las demás. La empresa que dirige Domingo Mirón en España apunta una figura nueva: las "empresas liebre", un 14% en nuestro país, aquellas que se han adaptado con rapidez a la digitalización y con transformaciones serias.
Una muestra de la fuerza y la singularidad que tienen los institutos tecnológicos, donde no pueden competir las startups, es en la apuesta de Redit por Latinoamérica. Esta semana se ha conocido que la red de capital público-privado ha sellado una nueva alianza, esta vez con Buenaventura (Colombia), para impulsar la innovación en las empresas locales. Es una inversión a largo plazo. ¿Por qué no puede ser esta avanzadilla una vía de expansión para las startups españolas?
Esa internacionalización de la innovación la está poniendo también en práctica el gobierno de Navarra que impulsa la venta de tecnología de 57 empresas de su región a la India. El motivo es que mientras Europa procesa el 60% de sus alimentos, India apenas el 10%. Con la pandemia, los consumidores miran más la seguridad en lo que comen.
Un ejemplo de sector donde ha imperado la innovación y ahora llega la digitalización es en el vino. Durante años la investigación ha permitido mejorar mucho la enología de los caldos. Ahora La Rioja inicia un proceso de innovación en abierto para aplicar inteligencia artificial, robótica,... La combinación es posible, recomendable. Una simple carrera de relevos permanente.
Disrupción y cambio
Si lo trasladamos al mundo del fútbol, innovación y digitalización serían como la técnica y la genialidad improvisada del delantero. Ambas necesarias. Ambas mejoran cuando se combinan.
La disrupción es lo que está ocurriendo en el mundo del seguro. Lo hemos comentado varias veces, es un sector donde la digitalización va a ser mucho más transformadora que en sus primos de la banca. El miércoles D+I publicaba una entrevista con Raphaël Vullierme, CEO de la insurtech francesa Luko. Están entrando en España tras recibir una inyección de 50 millones.
Su análisis es que "tanto en Francia como en España hay el mismo problema con la experiencia al cliente. El sector del seguro está anclado en un modelo antiguo y roto, dominado por las grandes compañías tradicionales, muy alejado de sus clientes, con poca experiencia on line y siniestros que se pagan muy lentamente”.
La disrupción, esa jugada magistral que van a hacer las insurtech, va a ser realmente transformadora de las aseguradoras.
De igual forma que lo ha sido y va a seguir produciéndose en la distribución. ¿Qué si no es Amazon? Pues en España hay un líder Europeo y segundo del mundo en la venta de tecnología de este ámbito que pelea por poner al pequeño comercio en un estadio mayor.
Se llama Doofinder, tiene sede en Madrid, son veteranos del sector con más de una década. Ahora apuestan por dar a los comercios pequeños el mismo potencial de búsqueda en su inventario para que puedan operar on line igual que una grande.
La digitalización no para. Esta semana volvió el DES (Digital Enterprise Show), el primer evento tecnológico europeo en recuperar la presencialidad. Hubo más esfuerzo para que saliese bien que por deslumbrar. Pero su celebración ya es un gran paso.
Claro que será la última vez en Madrid. Málaga, que ya saben que en este terreno pelea todos los balones, se lo lleva a partir del año que viene. Quizás una de las cuestiones que también influyen en esa distancia entre investigadores y digitalizadores sea que no exponen en los mismos lugares. No frecuentan los mismos eventos. El DES es uno de tantos ejemplos. ¿No deberían los organizadores y los centros tecnológicos hacer un esfuerzo por presentar su oferta en los lugares que frecuentan las startups y las multinacionales tecnológicas? Seguro que ganábamos todos... ¿Y por qué no?