En su magnífico informe 'La distribución espacial de la población en España y sus implicaciones económicas', los analistas del Banco de España apuntan algunas oportunidades que no debieran pasar desapercibidas en un momento de enorme redefinición del modelo económico como el actual: en lo rural nos jugamos gran parte de nuestro futuro si somos capaces de conectar a la España despoblada con las oportunidades ecológicas y digitales.
Nunca me ha gustado la expresión España vacía, o vaciada. Yo miro al interior y sólo veo cosas: campo, historia rural, entornos de reflexión, nueva economía rural, fuentes de energía, trabajo en remoto… Mucho más allá del enorme patrimonio rural (eclesiástico y civil), cuando miro la España vacía sólo se me ocurre que quienes acuñaron el término hacían solamente referencia a las personas y, por consiguiente, a la actividad económica que éstas desarrollan en el espacio de residencia. Lógico. Pero de ahí a ver el vaso vacío...
Quizás si sus promotores se hubieran fijado con interés en estos versos de A.Machado, escritos hace más de 100 años, no estaríamos dándole vueltas al nombre de algo tan grave: “Oh, tierra triste y noble, la de los altos llanos y yermos y roquedas, de campos sin arados, regatos ni arboledas; decrépitas ciudades, caminos sin mesones, y atónitos palurdos sin danzas ni canciones que aún van, abandonando el mortecino hogar, como tus largos ríos, Castilla, hacia la mar!” (A orillas del Duero). O, planteándolo desde otro ángulo, ¿estamos ante el mismo problema que hace cien años?
En su ya citado informe los incisivos sociólogos del Banco de España se alarman cuando consideran que el 40% de los municipios de España está en riesgo de despoblación. Esta situación, que afecta a un millón de habitantes, es muy diferente en otros países de nuestro entorno: así Francia, Alemania e Italia, por citar los tres ejemplos a los que se hace referencia en el informe, parecen haber orientado mejor su estrategia, y, por ende, disfrutan de un panorama a medio plazo con menos urgencias que atender.
No es quizás el lugar para adentrarnos en los porqués, pero el caso es que al 90% de la población española le preocupa el despoblamiento de las zonas rurales (CIS, 2018). ¿Hacemos algo?
Los efectos positivos del covid-19
Cuesta escribir juntos “positivo” y “covid-19”, pero el tiempo todo lo estira y arroja nuevos caminos para la interpretación que nos permitirán hablar así, con comodidad, mucho antes de lo que imaginamos. El hecho incontestable es que la pandemia nos ha obligado a quedarnos en casa y ahí hemos descubierto que podemos teletrabajar sin excesivos problemas (esta tampoco es una realidad simétrica, pero aún con sus matices, explica el fenómeno).
Una vez encerrados hemos aprendido a una velocidad insólita a digitalizarlo todo a unos costes muy reducidos (las ventajas de la amortización de la tecnología nos han permitido hacer teleconferencias constantes casi que by the fase). Unes la casa y lo digital y lo que te queda es un lienzo en blanco para reescribir el fabuloso poemario de Antonio Machado y repoblar de ideas brillantes la España sin personas.
A todo esto, hay una especie de new wave por lo rural, por lo verde, por lo sostenible, que trasciende las escapadas de fin de semana y las aventuras de unos cuantos ascetas que renegaron de lo urbano. Ahora los alcaldes ya no se limitan a vender fiestas populares y slow food como reclamo para atraer a los visitantes de las ciudades acosados por la urbanidad que los atormenta. No. Esta nueva generación de gobernantes de pueblos acuden a las grandes ferias nacionales e internacionales de tecnología para ofrecer coworkings, espacios con banda ancha, relaciones con multinacionales…
¿Cómo podemos hablar de la España vacía cuando muy probablemente ese fenómeno de vaciamiento empiece por afectar ya a las ciudades?
La utopía digital y el talento y el emprendimiento
En España son muchas las pequeñas innovaciones que estamos desarrollando en campos como la salud, las tecnofinanzas o las greentech, por poner sólo tres ejemplos. Si a esto le unimos la gran apuesta por el despliegue de internet de banda ancha en todo el territorio (se hará con fondos Next Generation EU) y la atmósfera social proclive a un modo de vida más sostenible, menos acorralado por los dominios del lobo urbano, la arquitectura de un nuevo mundo rural es ahora más posible que nunca.
Las fintechs, en alianza con el Gobierno, y, por qué no, con las entidades financieras del país, redefinirían el espacio de una actualizada oferta de servicios financieros adaptados a la nueva realidad rural. Por su parte, los talentosos del healthtech idearían la fórmula para llevar sus soluciones de telemedicina allá donde se encuentre el paciente, mientras que otra mirada de soluciones de educación digital se harían paso con rapidez entre la oferta formativa de las zonas despobladas.
Si los mayores se pueden quedar y los jóvenes no migran porque se pueden formar; si cuando enferman, las distancias no son un impedimento y cuando necesitan hacer compras las pueden ejecutar desde sus dispositivos móviles; si contamos con empresas dispuestas a solucionar (la prima a pagar será al principio más elevada) los problemas del abastecimiento y la logística, ¿qué nos falta?
Yo lo simplificaría mucho apuntando a dos elementos: emprendimiento/trabajo y reorganización de la distribución de competencias administrativas (más mancomunidades de servicios escalados en función del tamaño que sean capaces de crear una suerte de anillos de soluciones). Para lo segundo hay ya un plan trazado en la Estrategia Nacional frente al reto demográfico. ¿Qué hacemos con el emprendimiento?
The Next Green Land y la 'dispersión sostenible'
Uno de los fenómenos que mejor explican la migración universal del campo a la ciudad es el de la concentración de actividades económicas: bajan los precios y su más amplio acceso las hace cada vez más eficientes y competitivas. Ahora bien, ¿se puede fomentar el desarrollo de nuevas actividades económicas no sólo asociadas al campo en los entornos rurales? Yo apostaría fuertemente por ello.
La idea base sería la de la 'dispersión sostenible': nos vamos al campo a crear soluciones, a pensar, a hacer proyectos piloto a unos costes más reducidos (vivienda y servicios principalmente) y lo apuntalamos con los criterios de sostenibilidad inspirándonos en los ODS y financiándolo con el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia.
Evidentemente, habrá que descontar el impacto de la subvención de arranque para analizar los modelos de perdurabilidad, pero así, a bote pronto: aceleradoras apadrinadas por grandes empresas que cocrean soluciones, Venture Builders conectados vía plataforma con los mejores mentores del mundo donde se inventan nuevas empresas, espacios para fomentar el intraemprendimiento de multinacionales que ofrecen nuevos horizontes a sus ejecutivos… El listado es infinito, está todo escrito en The Next Green Land.
Porque por más soluciones que ideemos basadas en la inversión, en las infraestructuras y en la sostenibilidad, si no somos capaces de retener el talento, de llevar a los talentosos a trabajar allí para dar con nuevas melodías, todo se volverá a despoblar, y entonces sí que correremos el riesgo enorme de que el campo se vacíe de ideas.
*** Fran Estevan es escritor y fundador de LocalEurope